sábado, 4 de abril de 2009

Las primeras horas del día por alma_cautiva

Este relato es el pago de dama alma_cautiva al Señor LORDVAGO por el trato que hicieron
Todavía embargada por el sueño me quedé escuchando, con los ojos ce­rrados, Su respiración lenta, tranquila, suave, llena de paz...
Retiré la manta que me cubría, me arrodillé sobre la suave alfombra que mi Amo compró para que yo durmiera junto a Su cama y me quedé unos minutos observándoLe, queriendo adorarLe también con la mirada.
Jamás se me ocurrió pensar, antes de concerLe a Él, que podría existir alguien tan perfecto como mi Dueño.
Salí de la habitación con sumo cuidado, intentando que no sonaran los candados que cerraban mis muñequeras y tobilleras, para evitar despertar a mi Señor.
Entré al baño que mi Amo acondicionó para mí, precioso y amplio, aun­que no tanto como el de mi Dueño. Un interruptor encendía una luz suave, el otro una más fuerte.
En las baldas no faltaba detalle alguno, pues Él siempre estaba pen­diente de que yo no careciera de nada. Sin duda alguna, estaba conven­cido de que ésta era la mejor manera de poder disfrutar de un animal de piel perfecta, perfume de ensueño y cabello de princesa.
En una de las esquinas, en el suelo, había algo que se asemejaba a la base de un plato ducha. Cuadrado, brillante y blanco, más hondo que cual­quier ducha de una casa tradicional, con una pequeña pendiente que ba­jaba hasta dar con un orificio de mayor tamaño de lo normal a modo de desagüe. El hecho de que no tuviera mampara ni grifos delataba que no se trataba de una ducha. Era mi baño, pues mi Amo siempre decía que nunca había visto un animal haciendo sus necesidades en una taza como si de una persona se tratase, y que debía estarLe agradecida tanto por no hacerme esperar hasta que Él se levantara, como por no obligarme a hacerlo en la calle.
Una vez que hube preparado la ducha para mi Amo me dirigí a Su habitación, giré lentamente la manilla hasta abrir la puerta y me acerqué con paso lento hacia mi Dueño que dormía plácidamente. Me arrodillé junto a Él para adorarLe como el Dios de mi religión monoteísta que es. Acaricié Su rostro con mi dedo índice flexionado y cuando vi que comen­zaba a despertar posé suavemente mis labios sobre los Suyos, a lo que respondió con un cálido beso que inundó mi alma de ternura. Entreabrí mi boca tal como Él me había enseñado para que dispusiera de ella a Su anto­jo. Su lengua humedeció mis labios y mientras que la respiración de ambos se agitaba con cada beso, succionó mis labios haciéndolos más Su­yos que nunca para terminar poseyendo mi boca con Su lengua que me llenaba por completo.
Aún de rodillas y siempre con la mirada baja, pues aunque mi Amo es generoso y me permite elevarla de vez en cuando soy consciente de que he de mantenerla siempre por debajo de Sus pies, retiré la ropa que Le cubría. Él extendió Su mano hasta alcanzar uno de mis pechos, lo palpó, acarició, apretó, soltó y volvió a apretarlo para finalmente pellizcar mi pe­zón. Aunque me costó, logré mantener mis brazos a mi espalda repri­miendo el impulso de frenar Su mano. Repitió el mismo gesto en mi otro pezón y fue deslizando Sus dedos entre mis pechos, estómago, ombligo, vientre, pubis (suave y rasurado por y para Él) hasta llegar a mis labios sin vello para abrirlos y comprobar que Su perra estaba húmeda y ca­liente. Su mano deshizo el camino antes recorrido. Se paró en mis pechos que Le apuntaban desafiantes. Ante el temor de que volviera a pellizcarlos no puede evitar un leve gemido que Él ahogó con un dominante - " Shhhhhhhhhhhh" -. Incorporándose en la cama fue girando el collar de perra que me vestía hasta dejar a Su vista la placa en la que ponía los nombres con los que normalmente me llamaba "juguetito alma". Cogién­dolo con firmeza tiró de él obligándome a inclinarme sobre Su enorme y preciosa polla, objeto de adoración y devoción para mí, como Su esclava putita que soy.
Comencé a lamer los huevos de mi Amo cargados de leche para el pri­mer desayuno de Su perra. Lamía con delicadeza, con cuidado, suave­mente, hasta asegurarme de que estaban lo suficientemente húmedos como para succionar uno de ellos y comérmelo como si fuera un caramelo que se iba derritiendo dentro de mi boca. Lo liberé y succioné el otro lle­vando a cabo la misma tarea. Una nueva succión y mi boca se llenó con los huevos de mi Amo Que premiaba mi trabajo con un - " Sigue, sigue, mi puta " - Los aprisioné con cuidado entre mi lengua y paladar, abrí mi boca para permitir su salida y con ayuda de mis manos comencé a lamer Su polla desde la base hasta la puntita, en largos lametones suaves, húmedos y muy calientes que hacían que mi Amo se excitara por mo­mentos, tanto, que de una embestida penetró mi boca llenándola de polla, de polla caliente, de polla suave, de polla grande y dura, de polla de mi Amo. Mi boca no dejaba de succionar, lamer y mamar mientras mis dedos jugaban con los pezones duros de mi Dueño y mi cabeza se movía de arriba abajo tal y como Le gustaba a Él, llegando con la punta hasta mi garganta y obligándome a respirar por la nariz. Su pelvis comenzó a follar mi boca cada vez con más fuerza. La punta de mi lengua trataba de intro­ducirse por el orificio de Su polla. Sus manos cogieron mi pelo y tiraron de él con la fuerza suficiente para obligarme a permanecer quieta, con la polla de mi Amo clavada en mi boca. La hice prisionera entre mi lengua y pala­dar mientras mis manos estimulaban los huevos de mi Señor. Finalmente un gemido de placer de mi Dueño y toda Su leche caliente vertida en la boca de Su perra. - " Desayuna, mi puta. Te lo has ganado " - dijo ador­nando Su cara con una sonrisa. Agradecida y obediente tragué toda la le­che que mi Amo me había regalado. Abrí la boca para que Él comprobara que había sido agradecida con el manjar que acababa de darme y me dis­puse a limpiar con esmero Su polla con mi lengua.
- Vale. Está bien- dijo Él con una sonrisa.
Seguí arrodillada para que mi Amo pudiera apoyar Sus pies sobre mis desnudos muslos mientras yo Le calzaba, pues no sería correcto que te­niendo allí a Su esclava, Sus pies tuvieran que pisar el frío suelo.
Se levantó de la cama, acarició con Su mano mi cabeza al pasar junto a mí y se dirigió a Su enorme cuarto de baño, al que Le seguí caminando con la cabeza agachada y la mirada clavada en el suelo.
Llegó a la taza y en pie, elevó Sus manos para echar Su pelo hacia atrás, mientras yo Le servía de la manera en que Él me había enseñado. Me situé a Su lado sin levantar la mirada, cogí con cuidado la polla de mi Amo y apunté hacia la taza.
- Apunta bien, perrita, que ya sabes a quién le toca limpiarlo luego, ¿verdad?
- Sí, mi Amo
- Y con suavidad, no vaya a ser que te toque limpiar los salpicones con la lengua
Esta vez sólo respondí agachando aún más mi cabeza.
Cuando hubo acabado extendí mi mano para coger el papel higiénico. Sin embargo, la voz de mi Amo me frenó en seco:
- Chu, chu, chu, chu. Con la lengua, Mi muñequita- Él sabía que ja­más me atrevería a contradecirLe ni desobedecer una de Sus órdenes, pero si además me llamaba " Mi muñequita", con ese tono cariñoso que se clavaba en lo más profundo de mi ser, caía perdidamente a Sus pies, servil y entregada, loca por Él. Me arrodillé ante mi Dueño, tomé Su preciosa polla con mis manos y la introduje en mi boca. Él puso Sus manos sobre mi cabeza con firmeza, pero sin hacerme daño, empujó para llenarme del todo y mi lengua hizo su trabajo.
Mientras Él revisaba las toallas, geles y cremas que yo misma había preparado antes de despertarLe, abrí el grifo del agua caliente para llenar Su bañera. Eché Su gel espumoso favorito y comprobé que el agua estaba a la temperatura que mi Amo consideraba idónea para Su baño.
- Ya tiene Su bañera lista, mi Señor "- dije enfocando mi mirada hacia Él, pero sin elevarla para nada.
Con la serenidad que Le caracteriza mi Amo se metió en Su bañera y se tumbó relajadamente en ella. Yo, tal y como mi Dueño me había ense­ñado, me arrodillé junto a la bañera esperando Su señal, sin más ropa que mis muñequeras, mis tobilleras y mi collar de perra, con la mirada clavada en el suelo, quieta, como un mueble más en el cuarto de baño de mi Se­ñor. Pasados unos minutos un chasquido de Sus dedos me avisó de que tenía que empezar con mi tarea. Levanté Su brazo derecho, enjaboné Su axila y tras sacar espuma pasé repetidamente la cuchilla hasta dejarla lim­pia, suave y tersa. Repetí los mismos movimientos con Su lado izquierdo. Tomé la suave esponja con la que a Él Le gusta lavar Su piel y la pasé por todo Su cuerpo, sin dejar un sólo milímetro sin acariciar. Lavé los dedos de Sus pies, uno a uno, con mis dedos, Su empeine, Su talón...fui subiendo por Sus piernas, largas, duras y bien formadas. Sus muslos, perfectos como todo Él, se abrían para recibir bien a la esponja que guiaban mis manos, dejando a mis ojos Sus atributos masculinos...Con sumo cuidado pasé mis manos por debajo de Sus huevos, acariciándolos y encaramando la esponja a Su polla. Lavé Sus ingles, Su vientre, Su tripita, Su pe­cho...Cuando lo consideró oportuno, se incorporó un poco y froté Su viril espalda. Al recostarse de nuevo entendí que era suficiente. Tomé el grifo, mojé Su pelo con agua templada y lavé Su cabeza masajeando con suavi­dad Su cuero cabelludo.
- ¿Da Su permiso para quitar el tapón de la bañera, mi Señor?
- Hazlo, muñequita
Antes de que el agua que llenaba la bañera se hubiera colado por el de­sagüe, mi Amo se puso en pie para que yo pudiera aclarar bien Su cuerpo de medidas perfectas, como esculpido a imagen y semejanza de un Dios griego. Pasé la esponja por Sus nalgas y volví a centrarme en Su polla y huevos que aclaré ayudándome de mis propias manos para evitar cau­sarLe la más mínima molestia.
Coloqué una toalla en el suelo para que al salir del agua mi Amo pudiera pisar en tela suave y cálida que secara Sus pies, para calzarLe después Sus zapatillas de felpa a juego con el albornoz y toallas.
Se dirigió a una especie de camilla que había en Su enorme cuarto de baño y se tumbó allí bocabajo. Yo Le seguí, sumisa y entregada, impregné mis manos en aceite de bebé y comencé a masajear con suavidad y delicadeza Sus tobillos, en círculos que formaba con mis dedos. Volví a usar el aceite para frotar con él las pantorrillas de mi Amo, recreándome en Sus gemidos de gusto y placer:
- Así, Mi puta. Sigue-. Ya estaba en Sus muslos, bien formados, duros, musculados...mis manos subían y bajaban por ellos con descaro hasta que finalmente, llegaron a Sus nalgas redondas y duras.
Mis dedos suaves y resbaladizos por el aceite pellizcaban los glúteos de mi Señor, oprimiéndolos, soltándolos, apretándolos...cuando di pequeños pellizquitos seguidos en la zona más baja de las nalgas supe que mi Amo estaba muy excitado:
- Eso es, Mi putita. Lo estás haciendo muy bien
Sus riñones también agradecieron mis masajes con aceite, dejando paso a una espalda ancha, viril, tersa y joven cuyos músculos se movían según el grado de excitación de mi Señor, que dejó caer los brazos para que también los hidratara con aceite hasta llegar a Sus manos, donde dediqué un tiempo jugando con Sus dedos y mis dedos.
- Más, perrita
Dijo mientras se daba la vuelta tumbándose sobre la espalda. Esta vez comencé por Su cuello, deslizando las aceitosas y suaves palmas de mis manos por Su pecho, dibujé círculos minúsculos alrededor de Sus pezones, que hubiera deseado lamer...no lo hice porque jamás se me ocurriría tocar a mi Amo sin Su permiso, pues supondría un castigo de los gordos por la enorme falta de respeto que supondría. Masajeé Su vientre de la misma forma que antes hice con Sus nalgas, pasé por Sus ingles, hidraté Sus muslos y rodillas hasta llegar a Sus tobillos. Por último, cogí un aceite comprado expresamente para mi objeto de adoración y masajeé con él los huevos y polla de mi Amo:
- ¡¡¡Buuuffff !!! Cómo me gustan tus masajes, zorra!!!! "-.Respondí con una sonrisa sin atreverme a mirarLe a los ojos. Ya no podía coger con una sola mano la enorme verga de mi Dueño.
- Ya vale, zorrita. Si te portas bien, tendrás polla más tarde.
Mi Amo se sentó sobre la camilla y yo masajeé Sus pies con crema desodorante relajante. Una vez que Le hube calzado, se puso en pie para que yo Le pusiera Su albornoz perfumado con el aroma de Su suavizante favorito.
Sin decir nada me cogió del collar y tirando suavemente de él me obligó a seguir Sus pasos. Al llegar al salón me soltó y dándome una palmadita cariñosa en mis nalgas desnudas ordenó que Le sirviera el desayuno. Siempre Le he oído decir que no hay tatoo más lindo, que el de un culito sumiso con los dedos de su Amo marcados en rojo.
Aparté Su silla de la mesa para que mi Amo se sentara, Le ayudé a acomodarse en ella, Le ofrecí Su periódico y me dirigí a la cocina.
Procuré tardar lo menos posible para no hacerLe esperar demasiado. Fui colocando delicadamente ante Él Su tazón de café con leche, Su zumo, Sus galletas...Una vez que comprobó que no me había dejado nada, cogió mi cadenita, la pasó por la pata de la mesa, el mosquetón por el asa de la cadenita y de ahí a la argolla de mi collar dejándome, así, atada a la mesa donde Él desayunaba, a Sus pies.
Desde que mi Amo me adoptó, me adiestró para serlo todo para Él:
Su sumisa, aceptando de buen grado todo lo que mi Dueño decidiera para mí, sin discutir Sus órdenes, confiando ciegamente en Él, obedeciendo siempre sin rechistar y dirigiéndome a mi Señor con el máximo respeto, incluso cuando pensara que en algo se había equivocado.
Su esclava, para servirLe, respetarLe, adorarLe, admirarLe, obedecerLe, quererLe y amarLe, sin límite, sin principio y sin final, pues la medida del amor, es amar sin medida. Soy una esclava que no siente temor hacia Su Amo porque es precisamente entre Sus brazos donde por fin me siento segura, querida, plena y sobre todo libre. Él nunca dejaría que nada malo me pasara, porque me defendería con Su propia vida si fuera necesario. Me gusta ser Suya, Su esclava, sentir la libertad de Sus cadenas y pertenecerLe sin más derecho que el de complacerLe y ser educada por Él.
Su perra, para divertirLe siendo Su mascota favorita. Le encanta verme caminar a cuatro patitas moviendo mi culito deseoso de recibir a su Dueño. Sé que Le vuelve loco enseñar cosas nuevas a Su perra, pues como Él siempre dice, los animalitos no podemos hablar y tenemos que saber pedir las cosas de otra manera. Me siento realmente feliz cuando al mirarme, leo en Sus ojos el orgullo de poseer un animal bien educado.
Su cosa, Su objeto, Su posesión, porque el mismo día que me entregué a Él Le regalé mi cuerpo, mi mente, mi voluntad, mi vida, mi corazón y mi alma. Ahora todo es Suyo. Sola y únicamente a Él Le pertenece...yo sólo lo llevo puesto para mi Dueño.
Su mueble, porque puede usarme horas a modo de mesa, silla, almohada, alfombra, cenicero, percha, perchero...o simple objeto decorativo en Su hogar.
Su juguete sumiso al que puede ordenar, usar, manejar, enseñar, castigar, amar, acariciar, azotar, golpear, mirar, hablar, humillar, pisar, cuidar, educar, adiestrar, domar y querer...como quiera, donde quiera, cuando quiera.
Normalmente, si Él no dice lo contrario, a la hora del desayuno soy la perrita de mi Amo. Aquella mañana, atada como me había dejado a la pata de la mesa donde Él desayunaba, yo aguardaba junto a mi Dueño, sentada sobre mis patitas traseras y apoyada sobre las delanteras. Bajó Su mano y me ofreció un cachito de galleta que yo cuidadosamente cogí con mi boca. Complacido, acarició mi cabecita y siguió desayunando. Al cabo de unos minutos me dio un cachito de bollo lo suficientemente grande como para no poder cogerlo con mi boca.
- Como me muerdas te doy en el hocico, ¿eh?
Nerviosa por el regalo que mi Amo me ofrecía por una parte, y por Su advertencia por otra, me puse a cuatro patitas y comencé a lamer el bollo como una auténtica perrita, hasta que finalmente pude hacerme con la pieza entera sin rozar con los dientes la piel de mi Dueño.
- ¡¡¡Alma !!! ¡¡¡Sit !!! - Volví a sentarme sin poder evitar que mi estómago vacío sonara.
- ¿Tienes hambre, juguetito?
Me hubiera encantado poder decirLe que sí, pero los animalitos no hablamos, así que, sentada a Su lado como estaba, torcí mi cabecita pegando la oreja derecha sobre mi hombro y Le miré con ojitos sumisos escribiéndoLe una de esas miradas que acarician el alma.
Partió otro trocito de galleta y lo echó al suelo, quedando algo alejado de donde yo estaba. Me puse de nuevo a cuatro patitas y acerqué mi hocico a la galleta, desafiando a la cadenita que de mi collar me ataba a la pata de la mesa de mi Amo. Estaba apunto de alcanzarlo cuando me frenó un dominante:
- ¡¡¡Alma !!! ¡¡¡¡NOOO!!!
Me quedé quieta, como petrificada, sin atreverme a levantar mi cabeza ante un posible golpe de mi Amo, formando una curva en mi espalda y de haber tenido colita, la hubiera metido entre mis patas.
- Muy bien, bonita- dijo mientras acariciaba mi lomo.
No podía decirLe con palabras lo inmensamente feliz que era siendo Suya, así que, opté por lamer las manos de mi Dueño, las manos de mi Amo, las manos que acarician que son las mismas manos que castigan y enseñan.
- Ahora, ¡cógelo!
Nunca había disfrutado tanto de un trocito de galleta.
Transcurridos unos minutos, mi Amo echó hacia atrás Su silla. En señal de respeto y atención a Él, me puse de nuevo a cuatro patitas. Mi Dueño cogió la fusta y eso hizo que mi respiración se agitara, en parte por miedo, en parte por la excitación que esto me provocaba. Me mantuve a cuatro patitas, sin atreverme a levantar mi sumisa mirada y sentí cómo acariciaba con ella mis pezones. Controlar mi respiración me resultaba imposible y abrí mi boca para jadear como jadean las auténticas perritas cuando tienen sed y calor.
Mi Amo colocó Su fusta bajo mis axilas y golpeando ligeramente ordenaba:
- Sube, alma
Me quedé a dos patitas, es decir, arrodillada sobre mis patitas traseras, flexionando el antebrazo y también las muñecas, como hacen los perritos que se sujetan sobre sus patitas de atrás. La mirada clavada en el suelo.
Mi Amo bajó Su fusta lentamente por mi cuerpo, sin golpear, acariciándolo suavemente. Al llegar a mi sexo, rozó con Su fusta la rajita que sólo a Él pertenece y que yo llevo puesta para Él. Frotaba como si mi vagina fuera Su violín, hasta que mis jadeos de perrita eran más intensos. De pronto paró:
- Voy a enseñarte a coger las cosas en el aire, pequeña
Cogió un cachito de galleta y lo lanzó al aire. Traté de estirarme lo que la cadenita que me ataba a Su mesa daba de sí, pero no llegué a cogerlo. Los tres primeros intentos fueron fallidos:
- Vas a quedarte sin desayuno, alma
Parecía un juego simple, pero al cabo de un rato estaba agotada de saltar, estirarme y soportar como podía los tirones que la cadena daba a mi cuello cada vez que lo intentaba. La paciencia de mi Amo y mi tesón hicieron que poco a poco fuera cazando algún trocito en el aire. Afortunadamente, mi Dueño no suele castigarme cuando me enseña algo, si no, creo que hubiera tardado en sentarme algún tiempo.
Mi Amo dio por terminada la prueba, se acercó a mí, se agachó y acarició mi cabecita:
- ¡¡¡Dame la manita, alma!!!
Levanté mi brazo derecho flexionado por la muñeca y se lo ofrecí a mi Dueño.
- Buena chica - dijo sonriendo complacido.
Se puso en pie e hizo ademán de salir de la sala. Como buena perra, traté de seguirLe a cuatro patitas, pero el golpe en seco de mi collar en mi cuello me recordó que mi Amo me había dejado atada a la pata de la mesa de desayuno. No pude contener un quejido de dolor idéntico al de una auténtica perrita.
- Túmbate, bonita
Obediente me tumbé con mis patitas traseras flexionadas por las rodillas, mis antebrazos apoyados en el suelo.
Aunque mi Amo me había dado toda la leche de Su polla al despertar y unos trocitos de galleta mientras Él desayunaba, mi estómago seguía algo vacío y no dejaba de sonar. Si Su esclava Le dijera que tenía hambre, Él, sin duda alguna, le habría dado de comer, pero en aquellos momentos Le estaba sirviendo como perrita y no me estaba permitido hablar.
Tumbada tal y como se me había ordenado, como una dócil perrita, agudicé mi oído al oirle cacharrear en la cocina. La cadenita que me ataba desde mi collar a la pata de la mesa se movía cada vez que yo movía mi cabecita en mi intento de saber qué estaba haciendo exactamente mi Amo. Aquel ir y venir del metal me excitaba aún más.
VerLe entrar de nuevo en el salón me llevó a ponerme a cuatro patitas casi de un salto, lo cual hizo que bailara de nuevo la cadenita y mi excitación aumentara por momentos, pues además de notar el movimiento del mosquetón en mi collar, desde donde yo estaba, veía las perfectas piernas de mi Amo bajo Su albornoz semiabierto. Olisqueé y percibí el aroma del café con leche recién hecho. Me puse de rodillas y levanté mis patitas delanteras, como cuando los perritos se ponen a dos patas al saltar con sus amos. En mi salto pude ver mi bowl en Sus manos, pero de nuevo el golpe seco de la cadena en mi cuello me obligó a volver a la posición de cuatro patitas.
Me excitaba muchísimo cada vez que veía en mi bowl mi nombre " juguetito alma". Según se agachó mi Dueño para dejar mi desayuno en el suelo, Su albornoz se abrió un poco más dejando al descubierto Su enorme verga y Sus huevos. Sin poder controlar el instinto animal que me invadía como perra de mi Amo que era en aquellos momentos, acerqué hacia ÉL mi hocico y di un lametón a Su miembro y huevos.
Mi Dueño se acercó a mí, cogió con fuerza mi collar de perra y zarandeándome de él me reprendió enfadado:
- A ver, perra, ¿quién coño te crees que eres para rozar si quiera a tu Amo sin Su permiso? ¿Acaso te crees que valgo tan poco como tú?
En aquel momento yo era Su perra y no podía responderLe con palabras, únicamente temblaba ante las palabras de enfado de mi Amo y procuraba mantener el equilibrio a cuatro patitas tras cada tirón que Él daba de mi collar al enseñarme.
- No - vuel - vas - a - la -mer- Me- sin- Mi - per- mi - so "- me recalcó acompañando cada sílaba que pronunciaba con un golpe de la palma de Su mano en mi boca, mientras con la otra me sujetaba fuertemente de mi collar. Después una única palmada seca y más fuerte que las anteriores:- ¡¡¡Perra!!!
Me senté apoyada en el muslo derecho con mis patitas delanteras estiradas, como las auténticas perritas y clavé mi mirada en el suelo. Mi Amo soltó el mosquetón de la cadenita que me ataba a la pata de la mesa, me cogió del collar y me hizo caminar así, a cuatro patitas, hasta el bowl de mi desayuno. Aunque siempre me apremia para que sea yo quien ajuste mi paso al Suyo, normalmente mi Dueño se adapta a caminar más despacito cuando pasea a Su perra a cuatro patitas. Sin embargo, por el reciente enfado, Él mantuvo Su paso habitual y a mí se me hacía imposible caminar a Su lado, viéndome forzada a recorrer medio camino arrastrada de un collar que me ahogaba.
- Alma, ¡sit!
Me senté obediente ante mi desayuno y estirando el cuello olisqueé como una buena perrita el café con leche que mi Amo me había preparado.
- Alma, ¡no!
Elevé mi mirada sumisa hacia mi Dueño, sin llegar a encontrarme con Sus preciosos y dominantes ojos. Me senté y fijé de nuevo mi mirada en el suelo. Mi Amo se agachó y mis músculos se pusieron en tensión esperando algún castigo por haberLe fallado minutos antes. Me relajé al sentir que Su grande y poderosa mano acariciaba mi cabecita:
- No Me es grato castigarte, perrita, pero debes aprender
Pegué mi cabeza a Su pecho y Él recogió mi pelo con una goma que se quitó de la muñeca.
- Ahora, muñequita. ¡A desayunar!
A cuatro patitas, me tiré a mi desayuno como la perra hambrienta de mi Amo que era y me dispuse a devorar todo cuanto me había preparado. Mi Señor sonreía complacido al ver cómo mi lengua iba haciendo desaparecer el café con leche. Sólo dejaba de lamer para mordisquear los trocitos de galletas y cereales que mi Dueño había echado en el café.
- Despacito, alma- dijo con una preciosa sonrisa que iluminaba Su cara.
Una vez que había tomado mi desayuno me senté como los perritos y relamiéndome busqué con la mirada a mi Amo.
- Pero bueno, juguetito. ¿Has visto alguna vez un perrito que no rebañe bien la comida que su amo le ha regalado? ¿A que no? Acaba to-do
De nuevo a cuatro patitas, saqué mi lengua y me esmeré en dejar bien limpito el bowl del desayuno, para lo cual tuve que meter dentro mi nariz, barbilla...
- Vale, alma. Tenías hambre, ¿eh?? Animalito
Obediente, dejé de lamer el bowl y sentada como los perritos miré hacia mi Amo, que quitando con Sus hábiles dedos los restos de galleta de mi nariz exclamó:
- ¡¡¡Perrita!!! ¡¡¡Mira cómo te has puesto!!! Voy a tener que bañarte. Eres muy cochina comiendo
Mi Dueño me cogió de mi collar y me llevó a cuatro patitas hasta el cuarto de baño que Él hizo para mí, esta vez adaptándose a mi paso. Comprobó que la temperatura del agua era la que Él deseaba para mí y me ordenó que me acercara:
- Ven aquí, Mi esclava - Como buena esclava de mi Amo me arrodillé ante Él.- " Ofréceme tus muñecas, Mi muñequita "
Con mis ojos clavados en el suelo extendí mis manos hacia mi Señor con las palmas de lado. Él abrió los candados y me quitó las muñequeras.
- Ponte de pie, juguetito. Manos en la nuca, brazos estirados y piernas bien abiertas
- Sí, mi Amo
Obedeciendo Sus órdenes, me puse en pie y abrí las piernas todo lo que pude, separando al mismo tiempo los labios de mi coñito. Entrelacé los dedos de mis manos y las coloqué sobre mi nuca estirando bien los brazos. Cabeza agachada. Mirada baja. En esta posición mi Amo me hacía ver lo pequeña que era ante Él, siempre superior a mí y lo expuesta que estaba a Sus caprichos.
- Eres Mía, esclava. Lo sabes, ¿verdad?- dijo levantándome la cara tirando de mi barbilla hacia arriba.
- Sí, mi Amo - susurré con el mayor respeto del mundo.
- Me perteneces. Eso es algo que no olvidas nunca, verdad, ¿perrita?- preguntó mientras la punta de Su fusta penetraba la argolla de mi collar de perra.
- Jamás lo olvido, mi Señor - respondí sumisa.
- Eres Mi zorrita. Eres la putita de tu Amo y te gusta que tu Señor te trate como tal, ¿verdad que sí, Mi puta?- inquirió acercándome a Él al tirar de la fusta que permanecía dentro de la anilla de mi collar.
- Sí, Dueño- susurré ruborizada.
- Debes sentirte orgullosa de ser Mía, de pertenecerMe, de ser tú quien Me dé placer, de que te haya elegido a ti como Mi esclava, perrita y puta.
- Sí, mi Amo
- Y de ser Mi juguetito. ¿No es así, Mi pequeña alma?
- Sí, mi Señor
Mi Dueño sacó Su fusta de la argolla y dibujó con la punta el borde de mi collar sobre mi piel. Se detuvo de nuevo en el arito, jugó con él y comenzó a subir colocando el extremo de la fusta sobre mi garganta.
- Y alma sabe que como posesión de su Amo que es, no vale más que cualquier objeto que Yo posea. Es decir, puedo hacer contigo lo que me plazca, muñequita...pues soy el Dueño de tu vida, cuerpo y mente.
Su fusta paseaba ahora entre mis pechos, bajando por el canalillo que los separa, encerrando mi pecho derecho en un círculo imaginario que mi Amo dibujaba. Después el izquierdo.
- Estos pechos son míos. Sólo a Mí Me pertenecen. Tú simplemente los llevas puestos para Mí.
- Sí, mi Amo
- Shhhhhhhhhhhhhhh- es lo único que dijo echándome la cabeza para atrás al tirarme del pelo, mientras colocaba Su fusta en mi boca indicándome silencio. No pude evitar que mi cuerpo temblara ante mi Amo.
Bajo de nuevo muy poco a poco Su fusta. Volvió a dibujar con ella sendos círculos en ambos pechos. Sin decir nada la apartó de mí y dando con ella suaves golpecitos en la palma de Su mano se quedó observándome unos minutos que se me hicieron horas. Dio una vuelta a mi alrededor. Otra. Otra más...hasta quedarse detrás de mí. Ese silencio me ponía aún más nerviosa. Se pegó a mi cuerpo, posó Su boca en mi oreja derecha, colocó Su fusta sobre mis pechos y sujetándola por ambos extremos, la fue deslizando haciéndola rodar hasta que quedó a la altura de mis pezones. Sus perfectas y suaves manos hacían subir y bajar la fusta por mis pezones, que estaban siempre como botones. Pasados unos minutos el roce de la fusta en mis pezones provocaba excitación, pero también una ligera molestia al ser estimulados de forma continuada. Seguía en pie, con mis manos en la nuca, manteniendo los brazos bien estirados y las piernas lo más abiertas posibles, pero la molestia que sentía en los pezones me obligaba a mover mis caderas y espalda, rozando con mis nalgas desnudas la polla de mi Amo, Que sólo llevaba puesto Su albornoz.
- Aguanta, alma. Estos pechos son Míos y puedo hacer con ellos lo que Me plazca. Eres tan zorrita, tan viciosa y tan guarra que estás disfrutando restregándote contra la polla de tu Amo, ¿verdad, Mi putita? Mira cómo Me estás poniendo, Mi puta. Mira lo que sale por Mi albornoz- me decía al oído mientras yo sentía la enorme y dura verga de mi Dueño apuntando mi culito.
Dirigiendo Su miembro con Su mano, azotó mis nalgas con Su polla para finalmente sustituirla por Sus dedos, que abrieron mis nalgas sin usarlas. Se agachó para colocar Su fusta entre mis piernas, de forma que me era totalmente imposible cerrarlas quedando mi coñito expuesto ante Él.
- Procura no cometer la torpeza de dejar caer la fusta...A menos que quieras ser azotada desde el inicio del fin de semana, claro. Aunque...sería una lástima que este culito no pudiera sentarse en unos cuantos días, ¿no crees? Además, no creo que le siente nada bien el agüita caliente de la ducha a un culito recién azotado
Mi Amo se colocó junto a mí. Puso Su mano izquierda en la rajita de mi culito y Su mano derecha en la rajita de mi coñito. Sus dedos comenzaron a moverse, recorriendo mi rajita por ambos extremos y hurgando en cada recoveco de mi sexo, haciéndome gemir de placer unas veces, y de dolor otras. Sin decir nada, de repente sentí mi culito lleno de Su dedo y mi excitación llegó a tal punto que mis caderas comenzaron a moverse al ritmo con el que mi Amo acariciaba mi coñito.
- Aún no- dijo sacando Sus dedos con cuidado.
Cogió la fusta que yo sujetaba entre mis piernas y la pasó por mi coñito, como si de un violín se tratara, como había hecho momentos antes en la sala. Él frotaba y yo me excitaba, frotaba y me mojaba, frotaba y gemía, frotaba y me volvía loca de placer, frotaba y movía mis caderas, mi Amo frotaba... y volvió a negarme el orgasmo.
Me cogió del collar y tirando de él me llevó hasta una especie de camilla que mi Señor había colocado muy estratégicamente en mi cuarto de baño.
- Sube, muñequita- ordenó tirando de mi collar mientras daba un fustazo en mis nalgas, lo suficientemente fuerte como para hacerme obedecer al instante, pero suave como para no causar un dolor excesivo.
Mi Amo me colocó sobre la camilla, de rodillas y de espalda a Él. Introdujo Su fusta entre mis muslos y comenzó a golpearlos con ella repetidamente, alternando uno y otro, con toda la rapidez que Sus muñecas Le permitían, mientras me ordenaba que abriera más las piernas:
- Más, alma, más. Más. Un poco más
El picor de mis muslos aumentaba con cada azote de la fusta, sin embargo, lejos de protestar, me conformaba con emitir un - " Ah, ah, aaah, aaaah " que no conmovía a mi Amo. Cuando tuve las piernas lo suficientemente abiertas mi Dueño dejó de azotarme y pude notar cómo el picor inicial se trasnformaba en ardor en unos muslos que se tornaban del color del fuego.
Tras recrearse en las marcas que la fusta había dibujado sobre mi piel, la colocó entre mis dientes y dijo:
- La frente pegada a la camilla, alma. Y no te muevas. Sabes que toda tú Me perteneces y voy a usarte como Me plazca. ¿Queda claro, Mi zorrita?
- Sí, mi Señor.
Mi Dueño se colocó detrás de mí. Sus suaves y perfectas manos de hombre acariciaron mis muslos recién azotados y fueron subiendo suave y lentamente hasta mis nalgas, que estaban bien separadas por la postura que mi Amo me había ordenado adoptar. Mi cuerpo se relajó por el efecto de las caricias de mi Dueño que ahora había llevado Sus manos hasta mi vientre, quedando Sus labios posados sobre mis riñones. Lamió mi piel y fue bajando Su boca por mis nalgas dando pequeños mordisquitos que alternaba con pellizcos de Sus labios dando placer a Su putita.
Mi Amo pisó el pedal que había en la parte inferior de la camilla para bajarla hasta que Él consideró que estaba a una altura adecuada. Al quitar el nudo del albornoz que llevaba, Su dura y enorme polla quedó al descubierto. Sus manos se posaron sobre mis nalgas, las acarició suavemente, sin prisa, para después oprimirlas entre Sus suaves dedos y volver a liberarlas, oprimirlas y soltarlas hasta que comenzó a dar suaves pellizquitos con las yemas de Sus dedos, acercándolos cada vez más a la entrada de mi culito.
Abandonada como estaba a las caricias de mi Amo de pronto noté como Su dedo penetraba mi ano, lo que provocó que sin soltar la fusta de entre mis dientes, levantara un poco la cabeza.
- Shhhhh. Ya, alma. Pega tu frente en la camilla, muñequita Mía
Obedecí sin rechistar mientras el dedo de mi Amo andaba a sus anchas y con descaro dentro de mi culito invitando a que entrara uno más dentro. Sentí deseos de suplicarLe que no siguiera, pero mis ansias de servirLe y darLe placer eran aún mayores, así que, permití que mi Señor usara mi culito a Su antojo, pues es a Él a Quien pertenece. La respiración de mi Dueño se agitaba por momentos hasta que finalmente sacó Sus dedos de mi culito. Yo respiré más aliviada, mis mandíbulas se relajaron y dejé de morder la fusta tan fuerte.
En la posición en la que me encontraba no podía ver qué hacía mi Amo, pero sí podía guiarme por el sonido de Sus pasos al caminar: Se alejó de mí, cogió algo de alguna estantería y volvió a mi lado. De pronto algo no excesivamente frío en la entrada de mi culito que Él extendía con suavidad, de arriba abajo, de abajo arriba, y alrededor del ano. Ante la incertidumbre de no saber qué venía a continuación, mi cuerpo entero comenzó a temblar sin poder evitarlo, como su mis piernas amenazaran con no sujetarme sobre la camilla.
Si por algo destaca mi Amo es por conocerme mejor que nadie, tanto por dentro, como por fuera, siempre sabe la palabra que tiene que pronunciar, el gesto que necesito, el cuidado, el castigo, el premio...
- Tranquila, muñequita. No temas. Tu Amo jamás permitirá que te suceda nada
Sus palabras, junto con las caricias que hizo en mis nalgas, me calmaron hasta que dejé de temblar.
Puso Sus manos sobre mis glúteos, los separó y pude notar la punta de Su polla en mi ano. Mi Amo empujó suavemente y sentí la misma molestia que minutos antes habían causado Sus dedos al penetrar mi culito. Mi Dueño volvió a empujar un poco más y no pude evitar emitir un gemido de dolor. Una embestida más y tanto dolor que sin soltar la fusta de la boca, levanté mi cabeza colocándome a cuatro patitas, lo que hizo que la polla de mi Señor quedara completamente fuera de mi ano.
Mi Amo, con la infinita paciencia que Le caracteriza, no dijo nada ni tuvo un gesto de reproche hacia mí, pues siempre decía que el castigo no era la forma de enseñar a una esclava, si no de corregir y que un Amo, ante todo, debía saber ser su Maestro.
Me sujetó poniendo Sus manos en mis caderas y volvió a colocar Su polla en la entrada de mi ano. Empujó y sentí de nuevo esa punzada en la entrada de mi culito. Volvió a empujar y noté cómo la punta de Su miembro me abría para Él. Presionó un poco más pegándose a mí y noté mi culito lleno de la verga de mi Amo, que a pesar de tener suficiente potestad para haberme embestido hasta romperme, comenzó a mover delicadamente Sus caderas, haciendo movimientos de mete-saca, provocando en mí un dolor que reflejaba en forma de quejidos y que poco a poco se fueron transformando en sollozos, después de los cuales brotaron lágrimas. De pronto, un calor dentro de mi culito y los gemidos de placer de mi Amo tras haberse corrido dentro de Su putita. Con Su polla aún dentro de mi ano, mi Señor acarició mis nalgas, se echó sobre mi espalda y besando mi piel dijo con cariño:
- Me encantas, Mi puta. Tienes que acostumbrarte a sentir la polla de tu Amo en tu culito, mi alma, porque has de aprender a darme placer también con ese culito que sólo a Mí pertenece y que tú llevas puesto para tu Amo. ¿Entendido, Mi zorrita? No olvides nunca que eres Mi juguetito, alma
La única respuesta que mi Amo obtuvo eran mis sollozos. Sacó Su verga de mi ano y sujetándola con Su mano se colocó a mi lado.
- ¡Uhm! Veo que se te ha caído la fusta en el último momento
Cogió mi barbilla entre Su pulgar y dedo índice y levantó mi cara ligeramente. Pensando que me iba a abofetear por haber dejado caer Su fusta cerré los ojos y encogí mis hombros.
- Respétame, pero no me temas nunca, alma. Una esclava asustada no puede servir bien a su Amo. Pues aunque yo hubiera decidido castigarte, tu miedo habría hecho que te cubrieras y hubieras impedido así que se cumpliera la voluntad de tu Dueño
Sus palabras, como siempre, me dejaron sin saber qué decir. Mientras yo iba guardando en mi mente las enseñanzas que mi Amo me iba dando, Él elevó más mi rostro, se inclinó hacia mí y lamió las lágrimas que recorrían mis mejillas. Posó Sus manos a ambos lados de mi cara, sonrió y depositó un tierno beso en mi frente.
- Ahora limpia bien Mi polla, muñequita
Obediente, abrí la boca para que mi Amo la penetrara con Su miembro y mi lengua se puso a trabajar para que no quedara sobre ella ningún rastro de Su leche ni resto de mi cuerpo.
Una vez que hube dejado bien limpio Su miembro, mi Amo me ayudó a bajar de la camilla sujetándome del brazo, pues tanto tiempo en la misma posición había entumecido mis piernas. Introdujo Su dedo índice en la argolla de mi collar de perra y me llevo tirando de ella hasta mi bañera.
Él se acercó a mí y yo bajé un poco más mi mirada en señal de sumisión y respeto hacia mi Amo. Abrió el candado que cerraba mi collar, desabrochó la hebilla y me lo quitó, haciéndome sentir completamente desnuda, como me siento cada vez que esta sociedad me obliga a salir a la calle sin mi collar.
Con un chasquido de Sus dedos entendí que debía esperar a mi Amo arrodillada en el suelo. Obedecí a pesar de que mis rodillas estaban doloridas por haber permanecido durante bastante tiempo apoyada sobre ellas y después a cuatro patitas sobre la camilla, mientras mi Dueño me había estado usando. Sin embargo, sentía que no era capaz de permanecer arrodillada y mantener mis piernas abiertas al mismo tiempo. Mis brazos debían estar a mi espalda, pero mi inseguridad me llevaba a ponerlos de vez en cuando delante, para apoyarme sobre mis manos cada vez que perdía el equilibrio.
- ¿Duelen Mis rodillas, alma?
- Sí, mi Amo. El dolor me impide sujetarme sobre ellas
- Bien, muñequita. En ese caso siéntate sobre tu muslo derecho, piernas flexionadas, brazos estirados, cabeza agachada y mirada clavada en el suelo
- Gracias, mi Señor
Mientras mi Dueño volvía a comprobar que el agua salía a una temperatura adecuada para mí y preparaba todo lo que necesitaba para mi baño, yo no podía dejar de pensar en mi collar: en lo importante que era para mí por todo lo que significaba, pues cuando mi Amo me dio Su collar, con él me entregaba Su plena confianza en mí como esclava y era yo la elegida para complacerLe, obedecerLe, adorarLe, respetarLe, quererLe y amarLe, el resto de mis días, 24 horas al día los 7 días de la semana los 365 días al año; pensé también, en lo que me había costado conseguirlo, tantas pruebas por las que antes de vestir mi collar tuve que pasar, todo lo que tuve que demostrar y que aprender...
Mi Amo seguía entrando y saliendo de mi cuarto de baño preparando todo aquello que Le iba a hacer falta. Inesperadamente sonó el teléfono en el salón y salió a atender a quien Le llamaba. Mientras estaba esperándoLe sumisa y obediente en la posición que Él me había indicado, acudió a mi mente el recuerdo del precioso ritual que mi Amo siguió el día que decidió ponerme Su collar y hacerme así Suya para siempre. Recordé lo nerviosa que estaba aquel día cuando fui a Su casa y cómo vendó mis ojos en el salón. Para evitar que me hiciera daño al golpearme con algo, mi Amo cogió mi mano y me llevó hasta Su habitación. Una vez dentro me sorprendió que la seda que cubría mis ojos no dejaba entrever ninguna luz, como si el cuarto donde nos encontrábamos estuviera a oscuras. En el momento que Él soltó mi mano me sentí totalmente perdida. Tras observarme unos minutos dijo:
- Sumisa, si no estás segura, o sientes miedo, estás a tiempo de irte
- No, mi Señor, deseo quedarme
- ¿Estás segura de lo que haces?
- Si, mi Señor. Nunca me siento tan segura como cuando estoy ante mi Amo...pues sé que Usted jamás dejaría que me pasara nada
Mi Dueño se colocó detrás de mí, acarició mi nuca con Su aliento de terciopelo y comenzó a desvestirme mientras yo temblaba de excitación y cierta dosis de miedo ante lo desconocido. Lentamente bajó la cremallera de mi vestido. Acarició mi espalda con suavidad, subió Sus manos hasta mis hombros y las deslizó delicadamente por mis brazos haciendo que la prenda cayera al suelo, dejando mi sujetador y braguitas al descubierto. Ahora Sus manos abiertas se habían hecho dueñas de mis pechos oprimidos entre Sus dedos por encima del sujetador. Las subió unos centímetros y Sus dedos índices se colaron dentro de las copas buscando los pezones siempre en punta ante Él. Los rozó, frotó, acarició y presionó con Sus yemas. Subió Sus manos por mis hombros, las bajó por mi espalda y desabrochó los corchetes del sujetador. Deslizó de nuevo Sus manos por mi espalda hasta llegar a los hombros y bajándolas por mis brazos me quitó el sujetador que cubría mis pechos. Posó las palmas de Sus manos sobre mi cintura, las deslizó hacia delante e introdujo Sus manos por dentro de la goma de mi braguita. Su mano izquierda de quedó sobre mi vientre mientras que la derecho siguió bajando hasta llegar a mi sexo. Sus dedos buscaron mi rajita y la estuvieron acariciando durante unos minutos comprobando la suavidad de mis labios, la humedad de mi vagina y lo abierta o cerrada que estaba en aquel momento. Sin sacar Sus manos de las braguitas, mi Amo las colocó en mis caderas, empujó hacia abajo y me quitó también esta prenda, que era la única que me quedaba puesta. Él seguía detrás de mí. Colocó mi cabeza sobre Su pecho, Su mano izquierda se hizo dueña de mis pechos y Su mano derecha dueña de mi sexo. Sus dedos seguían comprobando mi grado de excitación y jugaban a calentar mi coñito mucho más. Cuando mi sexo se sentía molesto al pensar que Sus dedos habían entrado demasiado dentro, mi cuerpo reaccionaba dando pequeños botes que mi Amo frenaba en seco apretando más mis pechos:
- Quieta, sumisa. Si quieres seguir adelante, has de saber complacerMe sin quejarte
Yo no sabía a qué me había llevado mi Amo allí exactamente pero...sin duda alguna, me estaba poniendo al límite y seguramente estaba poniendo a prueba mi confianza en Él. Siguió jugando y divirtiéndose con mi cuerpo, podía sentir en mis nalgas Su pantalón cada vez más abultado. Cada vez se iba dejando llevar más por Su instinto y Sus tocamientos eran cada vez más pasionales. Oí cómo bajaba la cremallera de Su pantalón y al acercarSe a mí, pegó a mi culo Su polla. Jugó con mi cuerpo a Su antojo durante unos minutos, transcurridos los cuales no volvió a tocarme. De pronto pude oír Sus gemidos, que eran similares a los que emitía en el orgasmo, por lo que deduje que mi Amo se estaba corriendo, aunque no pude intuir dónde fue a parar toda Su leche. Se separó de mí y con voz firme, segura y dominante dijo:
- Sumisa, lo que va a pasar ahora va a marcar en tu vida un antes y un después...puede que te duela. Tal vez no. Será algo definitivo. Piénsalo. Si no estás segura...si sientes miedo...o desconfianza...puedes irte y ser libre para siempre. Si te quedas...no habrá marcha atrás y no escucharé tus ruegos ni súplicas para que te permita irte más tarde. Tanto si te vas, como si te quedas, será con todas las consecuencias
Nunca Se había mostrado tan tajante ante mí, pero no sentí miedo, sólo ganas de servirLe y pertenecerLe...estaba segura de que me estaba poniendo a prueba...había pasado mucho tiempo aprendiendo de Él y siempre había recalcado que jamás me haría daño.
- Si Usted me lo permite...deseo quedarme, Señor
Con mis ojos vendados no podía ver nada, pero sentí en mis labios un dulce y tierno beso de mi Amo, Que deslizaba por mi rostro Sus suaves dedos.
Se colocó detrás de mí, me tomó de la mano y posó la otra en mi cintura desnuda, invitándome a caminar delante de Él. Con paso algo inseguro por la oscuridad que me rodeaba, llegué hasta donde mi Señor me señaló. Besó tiernamente mi cuello susurrando " Eres preciosa, Mi sumisa " y ordenó que cerrara los ojos para liberarlos de la seda que los cubría.
- Ábrelos ya, bonita
Obedecí y me vi de pie, desnuda, en medio de un círculo formado por velas encendidas. A medida que mis ojos se iban adaptando, comencé a vislumbrar, fuera del círculo, la figura de mi Amo Que tenía Su vista puesta en mí.
- De rodillas, Mi sumisa. Cabeza agachada y brazo derecho extendido hacia tu Amo, con la palma de tu mano hacia arriba
Sintiéndome más sumisa que nunca y sin decir nada hice cuanto Él ordenaba. Dada la posición en la que me encontraba no podía ver nada, pero noté que mi Amo colocaba algo sobre la palma de mi mano. Segundos después Su palma y tras ella Sus dedos, que no llegaron a entrelazarse con los míos.
- Mírame a los ojos, pequeña. Hoy será una de esas poquitas ocasiones en las que podrás ver los ojos de tu Amo tan de cerca. Quiero que grabes como a fuego en tu mente la mirada que te esclaviza
De rodillas como estaba, manteniendo el brazo extendido hacia mi Amo, elevé lentamente mi mirada hasta que mis pupilas se clavaron en las de mi Dueño. Transmitían fuerza a la vez que ternura, contagiándome de paz...de una gran paz interior que después aprendí que era innata en mi Señor.
- Estás aquí con el único fin de entregarte a Mí para complacerMe, adorarMe, servirMe, respetarMe, amarMe y quererMe el resto de tus días. Es por esto que abandonas para siempre tu condición de mujer libre, para pasar a ser Mi sumisa, Mi esclava, Mi perra, Mi objeto, Mi posesión, Mi juguete, Mi mascota, Mi mueble, Mi puta, Mi putita, Mi zorra, Mi zorrita...según Mis necesidades, caprichos y/o apetencias. Como esclava de tu único Amo que eres, al cual debes rigurosa fidelidad, careces de toda clase de derechos que no sean el de complacerMe y ser educada por Mí. Yo seré el único Amo que reconozcas, y como tal, me comprometo a educarte, protegerte y cuidarte, lo que conlleva doctrina, doma, adiestramiento, premios y castigos. Serás Mi más preciado tesoro, por ello, deberás entender que todo lo que te venga de tu Amo será desde el amor, el cariño y la comprensión. Jamás permitiré que te suceda nada malo, porque para ti, mi esclava, sólo quiero lo mejor
Sin apartar mis pupilas de Su mirada, mis ojos se humedecieron de emoción por el cariño con el que mi Dueño me hablaba. Retiró Su mano de la mía, que no me atreví a retirar puesto que sobre mi palma seguía aquello tan ligero, que apenas pesaba y que minutos antes mi Amo había colocado sobre ella. Mi Señor me enseñó un precioso collar de perra, y sonriendo, lo puso sobre mi cuello y lo abrochó.
- Desde este mismo instante, este collar será toda tu ropa. Nunca te sentirás desnuda mientras adorne tu cuello. Espero de ti que sepas lucirlo con orgullo porque mientras vistas este collar, llevarás una parte de Mí.
Escuchaba con atención las palabras de mi Amo mientras grababa a fuego Sus palabras en mi mente y Su mirada en mi corazón. Me sentía tan orgullosa de llevar Su collar y pertenecerLe, que los sentimientos que me embargaban se transformaron en lágrimas de emoción.
De nuevo la palma de Su mano sobre mi palma. Esta vez Sus dedos sí que buscaban entrelazarse con los míos, lentamente. De pronto, en nuestras palmas una serie de dolorosos pinchazos que se iban acentuando a medida que mi Amo iba uniendo con más fuerza nuestras manos. Los ojos de A/ambos gritaron " Dolor ", Su mirada me ordenó " Obediencia ", la mía Le respondió " Entrega".
- Por todo cuanto he dicho anteriormente, tal y como pone en tu collar, dejas de ser una sumisa más para ser Mi esclava alma, el juguetito de tu Amo
El dolor cesó cuando mi Dueño aflojó el abrazo de nuestras palmas. Tal y como Él había ordenado mi mirada seguía clavada en la Suya, de manera que no podía ver qué era lo que había provocado aquellos pinchazos que sentimos ambos.
Sin dejar de sonreír, mi Amo sacó con la mano que Le quedaba libre, el secreto que guardaban las palmas de N/nuestras manos. Era una hermosa rosa roja con la que mi Dueño, al deslizarla suavemente por mi cara, me acariciaba el alma. Nuestras manos, que aún permanecían unidas, se abrazaron más fuerte que nunca. El beso de sangre de nuestras palmas significaba que desde aquel mismo instante éramos sólo uno: dos cuerpos en una sola alma; dos mentes en un sólo pensamiento; mil sensaciones en una sola piel; miles de sentimientos en un sólo sueño; dos corazones y un sólo latir.

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