jueves, 28 de mayo de 2009

El Castigo Capítulo 4 (Recupero mi condición)

Avanzo sobre mis rodillas lo más rápido que puedo pues, a pesar de la crema que me han aplicado, mi espalda y ano me duelen profundamente. Sin embargo, no debe ser lo suficiente para ellos pues escucho la voz de gracejo que me recrimina:
- ¿Estás esperando algún tipo de invitación? O ¿acaso no sabes lo que debes hacer?
Intento acelerar mis movimientos cuando escucho la voz de lucy recriminándome:
- ¿Es que no has oído que te han preguntado una cosa, zorra estúpida? Contesta y con el debido respeto, como si fueras una perrita educada cosa que dudo.
Parece que lucy es especialista en intentar humillarme verbalmente. Siempre está menospreciando mis capacidades y habilidades. Sin embargo, me trago mi orgullo y contesto agachando la cabeza con voz queda:
- Sí, señora; he escuchado lo que me ha preguntado la señora gracejo. Señora creo que sí sé lo que esperan de mí. Creo que debo ir a donde la dama simpatic para cuidarla agradeciéndola las molestias que se ha tomado antes para disfrutar con mi cuerpo.
Dentro de mí llora mi corazón por tener que tratarlas de esa forma porque las llamaría “hermanas” pero no señoras; aunque soy consciente de que en este momento lo son respecto de mí por la voluntad de mi Amo. Esta es de las cosas que son complicadas para mí, el famoso hecho de que nuestras relaciones sean en desigualdad, siempre tasadas y colocadas en su posición.
- Adelante perra; espero que la des la atención que ella precisa tal y como la precisa y la resulte agradable.
La persona que me habla es irónico con su voz grave pero siempre buscando humillarme y hacerme sentir mal mediante su sarcasmo y su ataque a mis capacidades.
Lo ignoro mientras prosigo mi avance lo más rápido posible; mi objetivo está claro llegar donde simpatic para aplicarla cuidados y hacer que se recupere…… para que siga castigándome y torturándome. Porque en realidad eso es lo que sé que va a suceder y yo..... yo no quiero hacer nada para evitarlo porque lo que más deseo, mi idea central es que debo superar esta prueba y volver a retomar mi destino al lado de mi Dueño.
Llego delante de simpatic y mi cabeza toca el suelo indicando mi disposición para atenderla. Ella levanta la cabeza y asiente con una sonrisa de complacencia; por fin, parece que hay algo que he hecho bien. Rápidamente me levanto y acercándome a su lado de rodillas tomo la jofaina y, en ese momento, me percato que no tengo nada con lo que atenderla. Una sensación de vacío llena mi interior.
Es la propia simpatic la que me saca de la situación indicando con su mano una pequeña bandeja que se encuentra a su lado. Hay aceites de masaje y relajantes; esencias y colonias; pequeñas toallas dobladas y humedecidas; etc…
- Por favor, señora ¿se podría tumbar en el triclinium? – le digo a simpatic. Ella lo hace con delicadeza y se tumba boca abajo.
Está vestida con un corsé ceñido que tiene los broches de cierre por la espalda; es evidente que desea que se lo quite. Mientras lo hago me fijo en que lleva una pequeña falda estilo tu-tu, un tanga diminuto y unas medias pantys abiertas en el punto de sus agujeros íntimos; estos pantys los calza con unos zapatos de alto tacón de aguja.
Una vez desatado el corsé, le bajo la falda, los pantys y el tanga la altura de los zapatos. Con cuidado y delicadeza la quito estos últimos y acabo de bajarle el resto de la ropa, que dejo doblada en un taquillón que hay al lado, con lo que queda preparada para recibir mis cuidados.
Empiezo por tomar un aceite de masaje con aroma de rosas que deposito en el cuenco de mis manos y extiendo delicadamente por los hombros y la nuca de simpatic mientras aplico un ligero masaje en su cuerpo. Aprieto la carne de la persona sometida a mis cuidados con firmeza pero delicadeza generando bienestar en los músculos de ella.
Bajo mis manos y empiezo a masajearla desde las caderas hasta los hombros ejerciendo la relajación que necesita pues la siento tensa bajo mis dedos. Ella se relaja y me deja hacer. Aplico los pases de masaje que conozco en su espalda rellenando el hueco de mi mano con aceite cada vez que es absorbido por el cuerpo de la persona que atiendo. Pongo todo mi buen hacer aprendido en todo momento pues deseo complacer a mi Amo y sentirlo en ese ánimo.
Ahora busco sus piernas y aplico un masaje igualmente relajante en ellas; mientras permanezco de rodillas y postrada ante ella. La sensación que tengo es tremendamente humillante pues no la conozco y estoy aplicando el mismo tipo de cuidados que aplico a mi Señor; es más deberíamos estar tratando ella y yo a un Señor o Señora así y no lo que estoy haciendo.
Sin embargo, hay una cosa que hace que la situación empeore y son las palabras que brotan de la boca de irónico haciéndome sentir fatal.
- Y ¿qué pasa con el culo, el pecho y el resto de las partes del cuerpo de simpatic? ¿Vas a dejar que sigan tensas?
Mi estómago se encoje pensando que desean que la masturbe, pero me doy cuenta que de momento no dicen nada de ello. Así que tomo un poco más de aceite y lo derramo sobre las nalgas de simpatic y lo extiendo masajeándolas y dejándolas relajadas.
A continuación hago que se de la vuelta y empiezo a extender el aceite por su torso; masajeo sus tetas, pequeñas pero duras, y su vientre terso; noto como reacciona ella ante el masaje pues sus pezones se empitonan pero yo no hago caso y sigo con un ligero masaje por la base del cuello.
Acabada en esta parte me dirijo a sus piernas y las doy masaje aflojando los nudos que se han formado en ellas. A continuación, finalizo el masaje inclinándome sobre sus pies pequeños y delicados fratando tanto sus talones como sus dedos y empeine.
En ello estoy cuando, de repente, noto que algo quiere penetrar mi coño, que mi intimidad quiere ser violada. Mi primera reacción es levantar la cabeza, protestar por esa intrusión inesperada y no consentida e intentar que nada consiga penetrarme así.
Empiezo a erguir mi cabeza y a apartar mis manos de simpatic cuando las risitas maliciosas de mis torturadores me hacen tomar conciencia de la situación. Me han dejado relajarme y cuando la situación discurría por caminos casi placenteros........ han atacado mi cuerpo con una de las situaciones que, habitualmente, más me hacen protestar.
- Vaya, vaya si la putita no puede aguantar que le toquen ni siquiera un poco el coño.
- Es que será que como no lo tiene usado............. aunque por él quepa todo el parque de vehículos de la RENFE.
- No más bien será que se cree que aquí ha venido a disfrutar y ser feliz y no a darnos placer a nosotros.
Al darme cuenta de la situación y humillación a la que me encuentro sometida y que la misma es consecuencia del merecido castigo que estoy recibiendo respondo a la misma aplicándome más fuertemente en el masaje de los pies de la que en ese momento recibe mis cuidados y abriendo bien mi vientre para que no suponga ningún tipo de obstáculo a la intrusión; incluso me esfuerzo en que la misma resulte agradable con el fin de lubricar y que la penetración sea más suave.
Mientras me penetran con intención de hacerme sufrir, yo me concentro en masajear bien los pies de simpatic; recorro cuidadosamente su planta y luego sus dedos uno a uno; unto de aceite sus talones agrietados y masajeo cuidadosamente los tendones de esa zona.
El consolador, o más bien vibrador, ya me ha empalado. Siento como me llena, pues es realmente grande, y hace que mi agujero, mi coño, se encuentre realmente lleno.
Debe ser un vibrador a distancia pues según acabo de aceitarla los pies, siento que se pone en movimiento. Nuevamente me han pillado desprevenida y, mientras pego un respingo de sorpresa, aprieto rápidamente mis músculos vaginales para que el aparato no se salga de mi interior. A pesar de que no han dicho nada para mi es obvio que debe permanecer dentro de mi por encima de todo.
- Que masaje más interesante me has proporcionado, pequeña zorra – me dice simpatic su con voz aterciopelada que suena simultáneamente dura y admirada. – creo que mis compañeros se merecerían disfrutar de otro de ellos, ¿no crees, perrita?
No sé si contestar o no pero tengo menos de un segundo para decidirme. Creo que de todas formas me equivocaré pues si no contesto me recriminarán no hacerlo y si lo hago, me podrán decir que era una pregunta retórica que yo solo haré lo que ellos decidan. Decido hacerlo.
- Esta humilde esclava está a disposición de lo que las damas y el señor decidan – contesto mientras las lágrimas de humillación se agolpan en mis ojos.
Era evidente que me equivocaría y las risas que llegan a mis oídos golpean en mi corazón, en mi alma. Sabía que no tenía escapatoria pero no hay cosa que me dé más rabia que caer tan fácilmente en las celadas que me tienden. Pero lo peor es que empiezan a deformar toda la buena intención que tenía mi frase.
- Es evidente que lo harás porque si no te vamos a torturar hasta que nadie te reconozca, jajaja.
- No, déjala que no lo haga, así su Amo la repudiará y podrá encontrar una esclava de verdad que lo atienda como se debe, jajaja.
- ¿Qué es lo que se ha llamado? ¿humilde esclava? Pero si en el gesto de la cabeza se nota lo humilde que es, porque de humildad nada; y lo de esclava........... lo de esclava tendrá que demostrarlo a ver si sirve, que de momento no lo ha hecho, jajaja.
- Es que no sé quien se cree que es esta zorrita presuntuosa; humilde esclava se llama a sí misma, jajaja, como si bastara con que ella se definiera así para que lo sea. – dice lucy mientras descarga un fuerte trallazo en mi espalda.
- Además se debe creer que el servicio consiste en dar unos simples masajes que da cualquier pichimiruchi y ya está, jajaja.
El latigazo me pilló desprevenida y rabiosa, por lo que por poco no hacen que se me olvide retener el vibrador en mis entrañas. Además, lo cierto es que sus palabras hacen daño pues yo me he esforzado para que mi entrega sea lo más manifiesta posible. Consigo retenerlo gracias a un esfuerzo importante de mi voluntad, aunque noto como el final del mismo resbala hasta casi el exterior de mi coño, pero la verdad es que empiezo a sentirme agotada. Al mismo tiempo mantengo mi masaje sobre el cuerpo de simpatic sin desfallecer en darla descanso y laxitud.
Por otro lado, mi cuerpo reaccionaba ante el vibrador y las sensaciones que emanaban desde el interior de mi coño. Yo no deseaba hacerlo pues tenía expresamente prohibido el disfrutar y, mucho más, el llegar a correrme pero me estaba sintiendo incapaz de contenerme.
- Se ha llamado esclava y se ha quedado tan ancha, creo que merece un buen escarmiento por ello. Arrastrémosla a la cruz y enseñémosla lo que tiene que ser capaz de “disfrutar” con las velas y las fustas.
- Yo creo que no se merece eso. Creo que antes debería ser capaz de demostrarnos si es capaz de hacernos disfrutar a los demás. – escucho que dice gracejo.
- Eso, eso que nos lo demuestre que si no va a parecer que solo la dejamos disfrutar a ella. – corrobora lucy.- Y no estamos aquí para que ella disfrute sino para que nos demuestre que es capaz de entregarse y servir.
- A ella no debemos dejarla disfrutar y, si lo hiciera,... debemos corregirla con la mayor dureza. – remarca de forma hiriente simpatic.
Sé la razón por la que están diciendo eso; a pesar de mis esfuerzos tengo que morderme los labios para no gemir de placer que me proporciona el vibrador; con él en mis órganos sexuales y la sensación de conseguir que la persona atendida está siendo bien servida una ola de calor y placer me está inundando.
Sé que me debo contener y que no debo permitir que estas sensaciones placenteras me invadan pues lo que estoy es siendo castigada. Con un gran esfuerzo reconozco mis limitaciones y que yo sola no voy a ser capaz de contenerme así que recurro a la persona a la que estoy atendiendo en este momento.
- Señora simpatic, esta perra humillada solicita de Ud. que la castigue pues su cuerpo está sintiendo un placer que no tiene permitido. - Mi intervención coge tanto a mis castigadores como a los Señores de sorpresa.
- ¿Acaso no se te ha explicado de forma clara y concisa que no puedes ni debes sentir placer cuando eres castigada, niña insolente? – me responde no la voz de simpatic sino la de gracejo.
- Lo sé, señora, pero me reconozco agotada y que soy poca cosa comparada con las personas a las que tengo la dicha de servir mientras esté a su cargo; pero... este agotamiento no me permite mantener la situación, por lo que solicito nuevamente ser corregida antes de cometer una indiscreción de tal calibre. – un pequeño gemido escapa de entre mis labios antes de proseguir mi alegato – Sé que no soy yo quien debe decidir si debo ser castigada o no; ni siquiera la que debe decidir si no debo llegar a correrme y en ese momento recibir el castigo derivado de mi insolencia; pero... han sido Uds. las que me han indicado que no debo hacerlo y yo solamente lo indico para que tomen las medidas en el sentido que consideren pertinente.
El asombro ante el radical cambio en mi actitud se ve en la cara de las cuatro personas que están encargadas de mí; simpatic me ha quitado las manos de su cuerpo y yo me he situado de rodillas en posición de espera mientras me muerdo el labio, pues el vibrador no deja de hacer su efecto ni un momento.
Es evidente que no esperaban que me rindiera en ese momento ni que me entregara de esta forma absoluta en la que lo estoy haciendo.
Sé que no puedo actuar de otra forma, está en juego el conseguir el perdón de mi Dueño y la recompensa de volver a ser Suya. Ese perdón lo lograré únicamente si mi adecuación al papel que me han encomendado es perfecta y si me corro sin avisar y / o sin permiso no lo habré hecho; y...... me encuentro excesivamente cerca de hacerlo.
Siento que he aprendido la lección; siempre estaré mejor a Su lado que en manos de cualquier otro. Nací solo para servirle y moriré haciéndolo y, si por cualquier causa, no consiguiera hacerlo mi vida carecería de sentido.
Sigo en mi posición, la sala ha quedado en un silencio profundo de esos que se puede cortar con un cuchillo, solo roto por el sonido del vibrador dentro de mi coño. Mi intuición me dice que algo importante está a punto de pasar cuando la voz de simpatic, cargada de una risotada sarcástica, hace que esa pequeña esperanza se rompa en mi interior.
- Esta niña insolente se debe creer que basta con solicitar permiso o que tomemos medidas para que se cumpla su voluntad y no la nuestra; pero no, de eso nada lo que debe hacer es mantener la situación con lo que tiene y no rebelarse contra los que mandan en ella. Por ello,..... – de repente la voz de simpatic queda congelada en su garganta; una voz profunda y serena surge del fondo de la sala interrumpiéndola de forma brusca y cortante.
- ¿Alguien te ha dado permiso para que lleves las cosas más adelante, pequeña esclava?
- Yo... mi Señor Demondar... eh, no, lo siento pero... creía... – balbucea simpatic sin poder completar la frase.
- ¿Acaso le hablas a tu Dueño permaneciendo de pie???? ¿Deseas ser castigada con dureza??? – al oír esta frase simpatic se hinca de rodillas en el suelo como fulminada por un rayo; simultáneamente su cabeza se agacha hasta acercarse al suelo pero sin tocarlo y sus brazos se abren en cruz; es, lógicamente, una de las posiciones de súplica del perdón.
Sin poder remediarlo veo como tanto gracejo como irónico y lucy adoptan posturas similares; las manos se pueden hallar entrelazadas a la espalda o extendidas al frente o en la nuca pero, en este momento, mis cuatro torturadores se encuentran de rodillas tal y como lo estoy yo.
- A ver, seamos democráticos – suena irónica la voz de la Señora Symphonie – ¿quién de estos esclavos cree que meriem se ha merecido recuperar el rango que poseía? –pregunta mientras resuena el golpe de una tralla en el suelo.
Todo lo sucedido hace que yo pueda retener mi orgasmo de forma eficaz debido a las novedades, pues simultáneamente a la distracción, la esperanza ha brotado en mi interior y mi determinación ha aumentado de forma exponencial.
Las voces de mis cuatro torturadores y compañeros afirman que merezco recuperar mi nivel de forma agitada y tumultuosa; ninguno de ellos dice nada en contra. No sé si es el miedo al castigo que podrían recibir si opinaran en contrario o que realmente lo creen así, pero un sí global es lo que exclaman.
- Entonces... ¿a qué esperáis para quitarle ese vibrador de sus entrañas???? – se oye el sonido de cómo se arrastran los pies de los cuatro dirigiéndose hacia mí. Yo me inclino siguiendo el ritual y las formas que, previamente, han adoptado mis compañeros, mis hermanos; mi cabeza roza el pavimento mientras mis manos se extienden al frente en postura de adoración.
- Todos a la vez, no – dice Txiria, mi Dueño y Señor - gracejo, tu que estabas encargada por Mí, quítaselo.
Se acerca con rapidez y eficacia; extrae y desconecta el instrumento que me ha proporcionado placer y tormento, que ha quebrado mi voluntad haciéndome reconocer lo que soy; lo que deseo ser, la esclava de mi Amo, sin otra voluntad que la Suya propia. gracejo se retira dejando mi coño abierto y abandonado, con la sensación de vacío que, en parte, inunda mi espíritu.
- Habrá que limpiarlo, ¿no lo crees, putita? – es la voz de mi Amo la que se escucha pero yo no sé distinguir si se dirige a mí o a gracejo, la otra sumisa que se halla en este momento a Su servicio. No sé si levantar la cabeza e ir a arrebatarlo de las manos de mi hermanita o continuar en mi postura. Mi indecisión dura un solo instante, lo que tarda gracejo en contestar.
- Por supuesto que habrá que hacerlo, mi Señor; permítame ir a por una toalla y una palangana y en seguida lo verá Ud. totalmente reluciente.
- ¿Alguien te ha dicho que vayas a por algo, niña? Yo considero que es mejor que lo limpies con tu boca y que luego nos expreses como te ha sabido el coño encharcado de Mi esclava. – mi estómago se revuelve al oír a mi Amo; nunca me ha gustado el placer lésbico que, a otras, tanto agrada.
- Sí, mi Señor; ... cómo Ud. desee, mi Señor. – por la voz y el tono de gracejo al contestar constato que no soy la única en sentir esa sensación.
Sin embargo, no lo duda y empieza a limpiar el aparato que ha extraído de mi interior. En este momento, lo único que suena en la sala son los lametones y las chupadas que aplica gracejo al mismo con el fin de lograr su limpieza. Con curiosidad pero sin levantar la cabeza miro a mi alrededor y observo que tanto simpatic como irónico y lucy mantienen sus posturas sin moverse un ápice; parecen estatuas humanas como esos saltimbanquis que se colocan en la calle para demostrarnos su habilidad y obtener nuestras propinas.
- Ya se encuentra en condiciones de volver a ser utilizado, mi Señor. El coño de Su esclava posee un sabor especial que, a pesar de no ser de mi agrado, es dulce y aromático por lo que permita que le felicite, Amo Txiria.
- Gracias por tus apreciaciones gracejo; por cierto, ¿en qué estado se encuentra tu coño? ¿inundado o seco? Que quizá necesite un correctivo, ¿no crees? – entiendo que la pregunta es meramente retórica pero una parte (la más mezquina) de mi espíritu se alegra de que esté recibiendo de su propia medicina; sin embargo, siento que no está bien que gracejo pueda ser sancionada por haber cumplido la tarea que la han impuesto.
Sin embargo, lo peor está por venir; ante la falta de respuesta de gracejo, evidentemente desconcertada por el giro que están tomando las cosas, mi Amo se dirige a mí y me pregunta.
- ¿Qué opinas tu, meriem? ¿Consideras que gracejo debe ser corregida?
- No, mi Señor; ella solo ha cumplido con las órdenes recibidas, - me oigo contestar como si en vez de ser yo fuera otra persona la que responde por mí; aunque mi alma se eleva al darme cuenta de mi entrega y comportamiento - si ha hecho lo que ha hecho es porque era su obligación y solo ha intentado hacerlo lo mejor que ha podido y sabido.
A mis palabras le sigue un pequeño silencio expectante que no sé como interpretar. Mantengo mi postura lo más rígida que soy capaz pues no sé lo que va a suceder en este instante; no está en mí el pensar si los Señores se inclinarán en uno o en otro sentido.
- Muy bien, meriem; tus palabras Me han agradado sobremanera. Querido Txiria, creo que ha quedado demostrado que la pequeña puede volver a recobrar su rango de forma inmediata. Creo que habrá aprendido la lección – es el Señor Credilón el que habla de esta manera.
- Sí así lo parece. Creo que ha cumplido lo que esperaba de ella y con creces. –Mi corazón y mi alma se enchiden de gozo al oír las palabras de mi Amo, del Dueño de mi alma y mi vida. En este momento, hay una pequeña interrupción inesperada.
- Permiso para hablar, Señores. – dice la voz de gracejo.
- Pero... ¿quién te crees que eres tú para interrumpirnos, pequeña perra? – la voz de la Señora Symphonie suena airada y sin ningún tipo de contención
- Lo siento, Señora, pero es que desearía decir algo a meriem, si Uds. me lo permiten, por favor y considero que es importante. Si luego consideraran que no lo ha sido, Les ruego que me castiguen duramente, por favor, para corregir mi impertinencia.
- De acuerdo, pequeña; pero ten en cuenta que si lo que dices no nos parece pertinente no van a ser cuatro esclavos los que te castigarán sino cuatro Señores y que si no hablas....... permitiré a la Señora Symphonie que tome en consideración la falta que acabas de cometer.
Un escalofrío recorre mi espalda al oír hablar a mi Amo; sé que no bromea en lo que dice y que, bajo su aspecto amable y cortés, no le va a temblar el pulso a la hora de castigar y someter a la pobre gracejo, si se ha equivocado a la hora de interrumpirles. Tiemblo interiormente por ella.
- Querida meriem, deseo agradecerte de corazón que hayas entendido mi posición y la hayas aceptado; que hayas comprendido que si te he castigado ha sido por expreso deseo de los Señores; y que, en consecuencia, hayas decidido no tomar ninguna medida contra ninguno de nosotros cuatro aunque se te de la oportunidad de hacerlo.
- Jajaja, Demondar – las risotadas de los otros tres Señores se entremezclan las de unos con las de los otros.
- He de reconocer que las tienes bien educadas – se escucha la voz de mi Amo
- Sí ha sido una bonita intervención, creo que se han merecido pasar los cinco a la posición de espera – asevera Demondar.
- Sí que lo hagan – confirma Credilón.
Casi instantáneamente pasamos los cinco a estar de rodillas, sentados sobre nuestros talones y con las manos con las palmas hacia arriba apuntando al techo. Nos miramos sin disimulo y se ve la sonrisa que ilumina nuestras caras. Estamos entre hermanos.

domingo, 24 de mayo de 2009

“La entrega” por altivia

… Nos conoceremos como ya te he dicho. Será divertido ver cómo me buscas entre la gente, aunque claro, ¡siempre puedes agudizar tu olfato para saber quién soy! – dijo en tono jocoso mientras le colgaba el teléfono.

Se miró al espejo antes de salir de casa. Su espalda quedaba al aire, delimitada por ese vestido de tirantes negros que había elegido para la primera cita. Medias negras y zapatos de tacón. Una apuesta segura. Su larga melena estaba recogida por un lazo rosa. Odiaba ese color y durante unos segundos pensó en tirar de uno de los extremos del lazo y quitárselo, pero formaba parte de un castigo que él la había impuesto por su cabezonería. Sabía que eso la humillaría.

Cuanto más se acercaba al lugar de la cita, más excitada y nerviosa se encontraba. La elección, había sido un restaurante, ya que cenarían juntos esa noche.
Llegó a la puerta del mismo y se quedó paralizada durante unos segundos. Pensó en el ridículo que haría si se equivocaba de persona. Tal vez la tachasen por loca. Sintió como sus piernas temblaban pero era demasiado orgullosa, para dejar que eso se notase. Sabía que Él la estaría observando. Con paso ligero, dirigió su caminar hacia la barra del bar y desde allí comenzó a fijarse en cada una de las personas. La única imagen que tenía de Él, era la pequeña foto en la ventana de su Messenger. Un juego que Él había llevado a cabo, a pesar de que la había visto en foto o por cámara, cientos de veces.
Sintió como el nerviosismo se iba convirtiendo en una mayor excitación.
Observó a cada una de las personas del bar y por un segundo dudó entre alguien que la miraba. No, no era Él.
Al fondo pudo ver la figura de un hombre de espaldas. Él le aseguró que estaría en el bar esperándola, aunque sabía, que no se lo pondría fácil. Se acercó a aquel hombre de espaldas. Tal vez meses de conversaciones hacían que su olfato de perra pudiese distinguirle. Se acercó a su oído y le susurró un: guau, guau.
La figura permaneció inmóvil. Pensó en su equivocación y lo que pensaría aquel extraño, incluso que tal vez, desde otro extremo del bar, Él, se estaría riendo de ella. Dudó por un segundo y le pareció un juego cruel.
- Buenas noches, señorita - dijo Él girándose.
La respiración contenida salió de la boca de ella en un gesto de alivio al saber que no se había equivocado.
- Ya pensé que te decidirías por el caballero de la barra, aunque no sé cómo le hubiese sentado que le ladrasen al oído
- Seguramente, hubiese probado a tirarme de los frutos secos que hay en la barra, a ver si los cogía con la boca- dijo ella sonriéndole.
- Hubiese sido interesante ver como te ponías a cuatro patas e intentabas cogerlos … muy interesante-
Se dirigieron hacia el restaurante y se sentaron en una de las mesas.
- Estás preciosa, sobre todo con tu lacito rosa que tanto te gusta. Aunque creo que te falta un complemento que irá a juego con tu atuendo.
Sacó algo del bolsillo y lo depositó encima de la mesa. Ella lo cogió rápidamente intentando ocultarlo en su mano. No quería que nadie pudiese verlas: unas bolas chinas de color rosa.
- Imagino, que ya sabes lo que debes hacer con ellas.
- Sí, mi Señor- dijo de forma enérgica.
Se levantó de la mesa y Él la agarró de la mano...
- ¿Dónde vas? ¿Acaso te he dado permiso para levantarte?
Durante un segundo titubeó...
- Al baño. Pensé que debía ponerme las bolas.
- Claro y así es. Hazlo aquí.
Se sentó de nuevo e intentó taparse con el pequeño mantel que cubría la mesa mientras Él observaba cada una de sus reacciones. Sentía como un halo de vergüenza recorría su cuerpo. Miró a ambos lados del restaurante. Su mesa estaba ubicada hacia una de las esquinas del salón, ligeramente separada del resto. Eso la confería un aire de mayor intimidad. Seguramente, no había sido fruto del azar. Observó a las personas que se encontraban a su alrededor, distraídas y a sus cosas.
Abrió las piernas, separó su tanga hacia un lado... estaba muy mojada. Podía notar la humedad resbalando por sus piernas. Había tenido esa sensación de excitación durante todo el día. Desde el mismo momento que sus pensamientos se iban a Él. Sólo bastaba una orden, un deseo, o incluso un castigo, para que la perra desatase sus instintos y se excitase. Y ahora por fin, estaba delante de Él, sin tener aquella pantalla de ordenador por medio que tantas veces le servía de escudo.
Agarró las bolas chinas, las puso sobre su sexo y presionó ligeramente. Estaba tan mojada que resbalaron y la penetraron sin ningún problema.
El camarero llegó en ese momento y por un instante ella pensó que la habría podido ver. Lejos de molestarla, la resultó hasta divertido.
Pidieron algo de cenar y siguieron conversando. Si algo les caracterizaba, eran sus largas conversaciones en las que Él siempre la llevaba hasta el límite, descubriendo hasta dónde podía llegar.
Ella sintió como la tensión inicial del encuentro, iba desapareciendo y se iba relajando, disfrutando del momento. Incluso la lucha que tantas veces sentía en su interior parecía haber tomado una tregua. En muchas ocasiones, Él le había dado una orden y ella, se rebelaba. Nunca por calibrarle o ponerle a prueba, sino porque sentía cómo algo en su interior luchaba en contra de ser sometida. A pesar de que una parte de ella tuviese ese deseo y anhelo. Muchas personas, hubiesen cuestionado su sumisión. Pero Él, lejos de hacerlo, lo comprendía y disfrutaba.
- Tengo un regalo para ti - dijo Él en los postres.
Le entregó algo envuelto en papel de regalo. Ella le miró, buscando un gesto de aprobación para abrirlo.
- Disfrútalo...
Ella lo abrió quedando al descubierto un collar de perra. Quitó el envoltorio que lo cubría, sin importarle demasiado que alguien pudiese verlo. Tenía una pequeña placa con una inscripción: su nombre. Ella sonrió, había deseado tantas veces sentir el tacto del cuero en su cuello…
- Deseo que lo luzcas en tu cuello. Póntelo para mí - le dijo susurrándola al oído.
Cogió con sus manos el collar y lo llevó hacia su cuello.
Él acercó su mano retirándola el pelo hacia un lado para poder observar como lo hacía. Quizás sus nervios, o el cuero poco dado aún, hacía costoso introducir la hebilla dentro del cuero y él separó sus manos poniéndoselo él mismo. Una vez con él puesto, tiró de una de las anillas del collar y la trajo hacia si.
- Mi preciosa pequeña de ojos negros- dijo sonriendo.
Con un gesto de su mano, llamó al camarero y éste se acercó a la mesa. Él le preguntó por los postres. Mientras el camarero le comentaba sobre los postres que aparecían en la carta, ella sintió como una de las manos de Él abría sus piernas por debajo de la mesa. Fue directa hacia su sexo. Sintió como sus dedos hurgaban en él y eso la excitó aún más. Estaba muy mojada, podía sentir la humedad recorriendo sus piernas, pero tuvo que mantener la compostura para que el camarero no lo notase. Aún así, sentía su mirada y de pronto se dio cuenta del collar. Su collar de perra recién estrenado sobre su cuello desnudo, era demasiado obvio con su vestido de tirantes. Ella lejos de sentirse avergonzada separó su pelo, para que aún se hiciese más visible.
- Tomaré un tiramisú y la señorita, tal vez luego tenga su postre- le dijo al camarero.
Sus dedos seguían acariciando el sexo de ella con mayor intensidad y cuando vio que el camarero se iba, se sintió aliviada. No sabría por cuanto tiempo hubiese podido mantener la compostura sin que en su cara se notase su excitación...
Sentía como Sus dedos acariciaban su clítoris. En algún momento, llegó a sentir como alguno de ellos se introducía en su interior. Se abandonó al regalo que en ese momento su Amo le hacía.
- Mi Señor, ¿me da su permiso para correrme?- le susurró ella.
- Aún no - dijo Él aumentando la intensidad en sus caricias.
Su nivel de excitación era tan alto, que no sabría cuánto tiempo podría mantener el orgasmo. Pero sabía que bajo ningún concepto podría llegar a correrse sin el permiso de su Amo. Su cuerpo comenzó a temblar, sentía cómo los deseos de su Amo, se anteponían a sus ganas de correrse. Le miró, implorándole con su mirada que le diese permiso para hacerlo.
- Córrete ahora perrita. Córrete para mí- le dijo Él.
Sus palabras hicieron como en su cabeza se liberasen todas las tensiones y se entregó al disfrute de aquel orgasmo que sentía ya, como recorría todo su cuerpo. A pesar de que ella siempre bromeaba con ser silenciosa, en ese instante, le costó ahogar en su garganta los gemidos que salían de ella. No la importó estar en aquel restaurante, rodeada de gente, de hecho, hacía tiempo que habían desaparecido de su mente aquellas personas. Estaba con su Señor, entregando no solo su cuerpo, sino su alma.
Sudorosa y entre jadeos, sintió como la mano de su Amo salía de su sexo y se acercaba a su boca. Sacó su lengua y la lamió, como la perra que desea sentir el tacto de su Amo en su piel. Él separó su mano de la boca y la sujetó por la barbilla, levantando su cabeza hacia él.
- Muy bien Mi pequeña, me gustas. Tengo ganas de ti -
Ella sonrió orgullosa de oír las palabras que su Amo le susurraba. Una sonrisa iluminaba su cara, feliz de liberarse de la prisión que durante tanto tiempo había vivido...

miércoles, 20 de mayo de 2009

El Castigo Capítulo 3 (Me reencuentro conmigo misma)

Vuelvo a cerrar fuertemente mis ojos mientras me conducen tirando de la cadena que pende del collar que ciñe mi cuello. Por detrás de mí y a mis costados resuenan los pasos de los tacones de las tres esclavas que siguen ejecutando mi sentencia; y delante, más suaves, los oigo los pies descalzos del esclavo que contribuye a ella.
Andaremos en esa comitiva como cerca de un minuto; es evidente que el paso, cadencioso y solemne, contribuye a la lentitud de la marcha, pero también que nos desplazamos de una parte del salón hasta la otra. Yo procuro caminar llevando erguida mi cabeza y moviendo mis caderas para imitar aún mejor el paso de los canes.
La falta de tensión de la cadena me indica que irónico se ha parado; le imito supongo que hemos alcanzado ya el punto dispuesto para seguir con mi expiación. Suena detrás de mí la voz de lucy que me dice:
- Levanta de tu posición natural, perra; cuando lo hagas puedes abrir tus ojos.
Me levanto despacio, poniéndome primero sobre mis rodillas y levantándome después sobre la altura de mis zapatos de tacón. La verdad es que me siento cansada. Abro los ojos y me encuentro frente a una cruz de San Andrés.
A mí alrededor se desarrolla una actividad intensa pero silenciosa; simpatic se encuentra encendiendo velas, mientras que lucy agita unos látigos trenzados al aire y gracejo ordena una serie de diversos tipos de pinzas. Con firmeza pero sin brusquedad, irónico me lleva delante de la cruz.
Allí Me hace ponerme de cara a ella y aprisiona mis muñecas y mis tobillos contra ella; tanto las muñequeras como las tobilleras son de grueso cuero y no me permiten despegarme apenas de la posición en la que me han colocado. La cadena es desprendida del collar y es sujetado a una argolla en la pared que hace que tenga que mantener la cabeza erguida.
La tralla de los látigos resuena a mis espaldas y pienso “¿más azotes?” ... pero mi boca no expresa, para nada, ninguna protesta. Sin embargo, es una mano la que recoge mi pelo y lo elimina atándolo en una coleta alta. Simultáneamente se coloca sobre mi cabeza un aparato masajeador del cuero cabelludo y oigo a simpatic decir:
- A ver si mantiene esa impavidez esta niña con una buena ración de cera y azotes mientras desde su cabeza descienden las oleadas de placer.
Su voz me parece malévola; casi, casi ... antinatural. Me doy cuenta, rápidamente, que no es así sino que es la única que mantiene todo su papel como una buena esclava siendo en este momento nada más y nada menos que la extensión de la voluntad de su Amo.
La derrota moral de mis otros tres torturadores me eleva el ánimo; sin embargo, dura poco mi euforia pues parece que las palabras de simpatic les han hecho reaccionar y oigo que irónico contesta:
- Sí ya va siendo hora de que demuestre que no es más que nadie esta niña. Se debe creer muy buena y muy exclusiva.
- Lo que debemos conseguir es doblegar su orgullo – oigo decir a gracejo.
- No te preocupes – comenta lucy– con media docena de latigazos bien dados en su espalda aprenderá esta zorrita.
- Espera un poco y déjame a mí que va a notar como la cera se derrama por su espalda y nalgas que sienta como el calor la recorre y que no puede huir de él.
- Así mejor. Veremos cuanta cera consigo que salte desde su piel con mis latigazos.
Es evidente que se han rehecho y quizá con un poco más de rabia por haber salido derrotados en el primer envite. Espero, procurando no estar tensa, cuando un reguero de cera caliente se derrama por mi glúteo derecho; no está abrasando pero sí lo suficientemente caliente como para notarlo de forma clara como recorre mi cuerpo.
A continuación, otro río de cera desciende por mi espalda; baja de mi omóplato izquierdo hasta mis caderas; muerdo mis labios para que no salga de ellos ni un gemido. Ha sido derramado a conciencia, buscando hacer que suplique o, por lo menos, que gima de dolor. En este caso, la cera sí estaba realmente caliente haciendo que mi espalda se haya estremecido. Interiormente doy las gracias al poco espacio que tengo respecto de la cruz el que permite que mi movimiento haya sido el mínimo.
Sin embargo, eso es lo que ha debido parecerme a mí, o bien mis torturadores están muy atentos a mis gestos, porque a mi espalda resuenan claramente las voces y las risitas. Las voces dicen:
- Mirad, se retuerce. No es capaz de aguantar ni siquiera un mínimo de movimiento, jajajaja.
- Es que la gustará la playa pero no aguanta el calorcito, jajajaja
- Bueno luego ya pensaremos como refrescarla, jajajajaja
- ¿Creéis que lograría hacerla bailar al ritmo de la danza del vientre?
- Yo estoy seguro de ello, jajajaja.
Mientras ellos hablan yo espero; espero a que continúen con lo que están llevando a cabo. Mi dolor y mi pena son fuertes, mucho; pues me consideraba más capaz de soportarlo y a las primeras de cambio me han puesto en evidencia. Además, la espera mientras hablan se me hace eterna.
Mi instinto me hace intentar volver la cabeza para mirarlos y, por lo menos, consolarme o ver en sus rostros lo que realmente sienten. Sin embargo, casi según inicio el movimiento, oigo la voz de gracejo que me dice de forma brusca y cortante:
- Ni se te ocurra volverte, putita. No te hemos concedido el derecho de mirar a nuestras caras pues no te lo has ganado.
La voz sí que ha sonado con rabia y despecho; recuerdo que ella actúa en nombre de mi Amo y, por lo tanto, será la que se siente más mortificada por la situación que se creó al descender del potro.
Inesperadamente, un nuevo torrente de cera recorre la nalga impoluta y el resto de mi espalda. Aunque intento contenerme no puedo y un quejido casi inaudible, a mi entender, se escapa de entre mis labios. No lo esperaba y ha sido fuerte, rápido y caliente, muy caliente.
Casi sin darme tiempo a respirar el látigo restalla y ciñe mis caderas. Siento como la cera se desprende de mi piel y como, en las zonas en las que cayó la misma, el látigo produce un escozor casi incomprensible para mí, que lacera mi cuerpo y mi alma haciendo que me retuerza como sometida al tormento de las 1.000 agujas.
Uno, dos, tres... y así hasta una docena de latigazos recorren mi espalda y nalgas. La cera salta a su ritmo y el escozor recorre de forma perpendicular a ellos Mi cuerpo al saltar la cera que lo protege.
Siento dolor, mucho y muy fuerte y las lágrimas se agolpan en mis ojos mientras me muerdo los labios para que ni un quejido más salga de ellos. En ese momento una mano recorre mi espalda y nalgas desprendiendo los restos de cera de forma suave pero concienzuda y eficaz.
Representa un alivio para mí sentirla así. Sin embargo, inmediatamente vuelve la mortificación. Se oye a mis torturadores que dicen como si lo admiraran lo bonita que ha quedado mi espalda y nalgas con esos verdugones mezclados con el rojo de la quemadura leve que la cera ha depositado en mi piel.
Sin darme tiempo para respirar noto como una crema fría se derrama en mi ojete y en el interior de mi ano. Sí van a volverme a violar mi agujero trasero y lo están haciendo a conciencia.
Noto que algo duro busca el interior de mi cuerpo y me penetra; en esta penetración me parte en dos mitades. Un cuerpo de mujer golpea con mi espalda haciéndome daño y llevando a mi conciencia que me está violando el culo, probablemente con un arnés.
No me atrevo a volver la mirada, no quiero recaer en la sensación que he tenido cuando me he llevado la reprimenda de gracejo; siento un dolor intenso nada agradable que recorre mi esfínter y sube por mis intestinos mientras me violan sin compasión. No sé quien lo hace; solo sé que la mujer que está torturando mi cuerpo por su espalda empieza a gozar por sus pequeños suspiros de placer; por la forma como se menea contra mi cuerpo torturado, incrementando mi dolor al recorrer mis verdugones con sus uñas.
Pasan ya unos cuantos minutos (demasiados a mi entender) cuando, de repente, se pone tensa y clava sus uñas en mis hombros. La oigo gemir de placer y de sus labios sale un profundo suspiro que corresponde al momento de la corrida de la que está disfrutando. Yo no he disfrutado en absoluto; estoy recibiendo un castigo y así lo siento. Es más sus uñas se han clavado fuertemente en mis hombros haciéndome unas leves heridas.
- Bien, putita – escucho la voz de lucy detrás de mí – te vamos a soltar y luego refrescaremos un poquillo tu cuerpo no vaya a ser que te nos caigas desmayada aquí mismo.
- Sí será lo mejor – asiente irónico – si no, no vamos a poder seguir con el castigo, y tendremos que ocuparnos de ella hasta el día del Juicio Final.
- Mejor sería que primero se ocupe de simpatic, ¿no lo creéis?. ¿No debería atenderla por el placer que la ha dado? – pregunta gracejo, confirmando quien es la que me ha partido en dos - Al fin y al cabo una zorrita como ésta seguro que está acostumbrada a que la partan el culo.
- No, no lo creo gracejo. Es más te diré que creo que hemos conseguido que ni siquiera goce de ello – la responde lucy.
Me humillan, lo hacen profundamente y a conciencia; saben lo que se hacen y como castigar mi mente y mi alma además de mi cuerpo. Por otro lado, tienen razón si mi cuerpo no se refresca no seré capaz de lavar o ayudar a nadie; mucho menos de resistir ni un minuto más la tortura a la que me están sometiendo.
- Tienes razón, mejor la lavamos mientras nuestra amiga simpatic se repone – asevera irónico.- luego..... luego ya nos ocuparemos de que siga siendo incapaz de gozar por más tiempo; jajajajaja
Estoy segura de que la parte delantera de mi cuerpo sufrirá tanto o más que la trasera, cuando ellos lo decidan, y no me considero capaz de afrontarlo en estos momentos. Si ahora me dieran la vuelta en la cruz lo único que tendrían en las manos sería un vegetal que no se da cuenta de lo que puede sufrir y padecer.
Me desatan de la cruz y, con un esfuerzo importante, consigo mantenerme en pie. Creo que me van a volver a ordenar ponerme a 4 patas pero no. Los tres que se encuentran en condiciones se colocan a mi espalda y me ordenan caminar hacia un lienzo de pared alicatado en mármol en el que se encuentran unas argollas y unos grilletes para sujetar a los esclavos a la pared.
Al colocarme en la posición indicada, observo que simpatic está sentada en un sillón cómodo picoteando unas frutas y un yogurt, aparentemente descansando pues parece exhausta.
- Anda a paso lento de exhibición – me ordena gracejo con su voz profunda- marca tus pasos y muéstrate sugerente, perrita. lucy tiene aún su látigo en la mano y puede enseñarte rápido lo que no se considera sugerente.
- ¿Vosotras creéis que sabrá lo que es paso de exhibición? – la voz de irónico suena burlona, acechando mi debilidad para ver si puede conseguir que me rompa.
- No lo sé pero, si no lo sabe, yo la voy a enseñar ahora mismo a latigazos.
“Claro que sé lo que es el paso de exhibición” estoy por contestar abruptamente. En mi interior bulle el impulso de pagarles sus palabras con una mala contestación y que se enteren de que yo también he vivido (y vivo) la vida de sumisa y esclava y he sido exhibida en reuniones públicas delante de muchas personas. Con un gran esfuerzo me contengo al darme cuenta de que es lo que desean; que les dé un motivo para castigarme fuerte y dolorosamente con el fin de quebrarme ahí y que tenga que reconocer que no soy digna de mi Dueño.
No sé si lo seré; pero lo que sí sé que no me voy a entregar a la primera, ni voy a caer en las burdas trampas que ellos me tienden. Yergo mi cabeza y miro al frente entrecerrando mis ojos; mi mirada se posa en el punto que es mi objetivo al que he de llegar lenta y majestuosamente; dando la impresión de que me deslizo sobre el suelo y sin hacer apenas ruido, a pesar de mis tacones de aguja.
Inicio el avance y, a pesar de mis piernas temblorosas, consigo que mis tacones no repiqueteen contra el suelo de gres. En cada paso, la pierna que avanza sobrepasa a la que se queda atrás y se cruza con ella; haciendo que los pasos que dé sean cortos y lentos, a la par que majestuosos.
Desde el exterior debemos formar una extraña comitiva los cuatro. Yo desnuda con la cabeza erguida, el collar de perra y las sandalias de tacón alto; gracejo a mi izquierda, calzada con botas de alto tacón y adornado su cuerpo con un corsé y un tanga de cuero, a la par que su cuello se haya ceñido con un collar similar al mío; por el otro lado, avanza irónico descalzo con su arnés de cuero en el pecho, su boxer del mismo material ciñéndole los cojones y su collar ancho de casi 3 cm rodeándole el cuello con la argolla erguida y desafiante hacia el frente; por último, detrás de mí avanza lucy, por lo que he vislumbrado con un corsé tipo el de las bailarinas de can-can, tanga negro de encaje, medias de rejilla sujetas con un liguero y zapatos a juego; empuñando el látigo largo mientras cuelga en su cuello un collar triangular grabado con el símbolo de su Dueño que hace que se la vea espléndida.
Según llegamos frente al lienzo de mármol voy advirtiendo las singularidades del lugar al que nos dirigimos. Está preparado como un lugar para el aseo de los esclavos ahí delante de todos, acentuándola situación de humillación y entrega de los mismos. Los datos distintivos son la manguera acabada en una boca de riego que cuelga al lado del mármol y un desagüe en el suelo, en el centro de los grilletes.
- Desnúdate completamente, perrita – Ante la orden dada por la grave voz de gracejo, me agacho rápidamente y desato las sandalias de mis pies; a continuación me desprendo del collar que ciñe mi cuello.
Es evidente que desnudarse completamente significa exactamente eso; es decir, deshacerse de todo lo que se lleva encima del cuerpo. Es fácil quitar los anillos y los pendientes que llevo puestos; lo que me niego es a desprenderme de mi pulsera de plata, mi collar permanente grabado con mi nombre y el símbolo y nombre de mi Dueño y Señor.
Al llegar a este punto, cuando no hay nada más sobre mi cuerpo, levanto mi mirada suplicante hacia mis tres torturadores. Este no es un punto de mantener la dignidad, esta pulsera representa lo que realmente soy, mi vida y mis anhelos.
Lentamente me dejo deslizar hasta el suelo quedando de rodillas y levanto mis manos con el collar mientras mi voz, suplicante, susurra:
- Por favor,….
No obtengo respuesta con lo que con los ojos anegados de lágrimas empiezo a buscar el cierre de la pulsera mientras un sollozo sale de lo más profundo de mi pecho.
- Dejádsela puesta – ordena la voz autoritaria de mi Bien. Mi Dueño y Señor ha hablado en el momento justo; mi corazón se eleva, solo ha sido una prueba más. Sigo siendo Suya, le sigo perteneciendo a Él, no me encuentro desamparada totalmente en esta prueba.
- Déjala en su sitio, esclava – reitera la voz de gracejo, mientras me parece que una sonrisa de complicidad aflora en sus labios aunque rápidamente es sustituida por el gesto adusto que la coronaba antes. – Ponte en pie o ¿es que no tienes nada de dignidad?
En mis labios vuelve a pugnar por salir la respuesta cortante y abrupta. La cortan dos cosas; la provocación que lleva implícita y la sonrisa que he llegado a vislumbrar. Entiendo que a pesar de permanecer en su papel me comprende y me apoya más de lo que dejan entrever sus acciones.
Además, estoy feliz; el hecho de que mi Amo me siga considerando Suya me aporta las fuerzas necesarias y apuntala mi resolución de llegar hasta el fin del castigo con la mayor dignidad posible; entregada pero no rota.
lucy me empuja por mi hombro haciendo que me vuelva de espaldas a ella. A empellones, entre los tres, me hacen recorrer el espacio que me distancia de la pared. Allí atan mis manos y mis pies a la misma dejándome colgada de los mismos.
Inmediatamente noto como un chorro de agua fresca pero dispersa empieza a recorrer los músculos de mis piernas, espalda y brazos, refrescándome con intensidad. Pero, casi al instante, empieza también a recorrer las heridas que ha producido el látigo lavándolas al mismo tiempo que me tortura.
El dolor es casi insoportable y más cuando, en el instante de dejar de derramar agua sobre mi cuerpo, noto como una esponja untada en algún compuesto cicatrizante las recorre produciendo una sensación conjunta de alivio y escozor que resulta dolorosamente presente en mi cuerpo y en mi mente.
En el momento que pasan de mi culo a mi espalda con la esponja, una uña de mujer afilada empieza a recorrer las heridas, morados y verdugones del primero. El dolor resulta intenso y punzante, tanto por lo inesperado como por su profundidad.
Sin poderlo evitar de mis labios surge una queja grave y dolorosa ante esta tortura y las lágrimas de dolor se agolpan en mis ojos, representa una muestra de mi debilidad que no desaprovechan. Inciden en el daño que me están causando clavando sus dedos con mayor ansia; las oleadas de dolor que recorren mi cuerpo me hacen retorcerme en los grilletes intentando desasirme de ellos y revolcarme por el suelo en mi dolor y sufrimiento.
Aparentemente estoy vencida pero mi mente llama en auxilio de mi cuerpo a las sensaciones recogidas con el mantenimiento de mi collar en mi muñeca. Inesperadamente, me rehago en el momento y, rechinando mis dientes, me mantengo firme. Mi culo me arde y mi espalda lleva el mismo camino pero yo respondo a ello sintiendo el castigo mientras empiezo a notar el alivio de la cicatrización y del refrescado de mi cuerpo.
Estoy entera, casi consiguen romperme pero en este momento soy yo la que mantiene la posición y acepta la tortura que me he ganado.
Creo que mi posición les ha hecho retroceder cuando noto que una cánula penetra mi ano llegando a mi esfínter y, repentinamente, empieza a llenar mis intestinos de agua. Están inyectando agua a presión en ellos y me van a hacer derramarla, seguro, delante de todos para acentuar mi humillación y el hecho de que, frente a los reunidos, no soy nada; nada más que una esclava.
El agua para de entrar en mi vientre y la cánula empieza a salir de mi cuerpo cuando oigo la voz de irónico que me dice secamente:
- Que no se derrame ni una gota hasta que te lo permitamos, ¿me has entendido, esclava?
- Sí, señor – respondo inclinando mi voluntad a la suya.
El vientre me duele terriblemente y las ganas de cagar, de vomitar la carga que han introducido en mi cuerpo, se desbordan en mi interior. Sin embargo, y sacando fuerzas no se sabe de donde, resisto esas ganas. Mis manos y mis pies son desatados de la pared y soy conducida hasta encima del desagüe que se sitúa frente a la pared.
- Abre esas piernas de cerdita todo lo que puedas, perra. – me indican con contundencia.
Lo hago y, al hacerlo, las ganas de derramar mi carga se incrementan exponencialmente. Casi sin pensarlo comprimo los músculos del anillo anal para evitarlo pero me siento incapaz de contenerme más tiempo. Levanto mi cabeza con una mirada suplicante dirigida a mis torturadores y, sin palabras, me entiendo con ellos especialmente con gracejo la cual me indica:
- Derrama tu carga, guarra y ten cuidado de cómo lo haces pues lo que salga fuera del sitio lo tendrás que limpiar de forma aplicada.
Otra humillación añadida pero la necesidad de soltar mi vientre es mayor que la de mantener mi forma; allí mismo suelto los músculos anales y toda la carga (con las heces que quedan a pesar del enema inicial) va a parar al suelo en el entorno del desagüe.
Siento que me invade una laxitud impresionante y, antes casi de darme cuenta, los músculos de la vejiga también se relajaron y, después de vaciar mis intestinos, me doy cuenta que, para mi vergüenza intensa, estoy meándome ahí mismo; sin ningún tipo de apoyo o de carácter reservado; humillada y vencida.
Me siento humillada; y más al oír las risas de mis torturadores. Se ríen de mí, de mi incapacidad para mantenerme firme y ello me hace sentirme sucia. Más al oír lo que hablan:
- Creo que se ha meado encima la perrita esta.
- Sí así parece; yo creo que habría que limpiarla
- Desde luego que sí
Y sin darme tiempo a pensarlo un chorro de agua helada y a presión cae sobre mi pobre coño haciendo que sienta un dolor intenso por ello. Sin dejarme dominar por el mismo, yergo la cabeza y me mantengo con los pies bien pegados al suelo.
El chorro recorre la parte delantera de mi cuerpo incidiendo especialmente en mis tetas y en los muslos pero evitando de forma cuidadosa la zona del vientre y del estómago.
Se corta inesperadamente y me tiran una toalla grande para que me seque. Mis dientes castañean mientras me froto para intentar secarme y entrar en calor.
- No tardes en secarte, que tenemos que seguir contigo.
- Lo primero deberás refrescar bien refrescada a simpatic que ha hecho mucho porque “disfrutes”.
- Venga finaliza ya que no eres una señorona que tiene todo el día para hacerlo.
Dejo caer la toalla con la que me he secado y me tiran el collar y las sandalias para que me las ponga. Lo hago con prontitud; lucy me acerca una jofaina y un paño húmedo y me indica con la cabeza a simpatic.
Voy a levantarme cuando la risa profunda e irónica de irónico me detiene.
- Jajaja se debe creer que es una señorita para ir como ellas y es menos que la menor de las sirvientas.
Le entiendo inmediatamente y me mantengo de rodillas mientras me voy acercando en esta postura hasta mi destino.

viernes, 15 de mayo de 2009

Su control sobre mi por amelie^

Era un día como otro cualquiera, un viernes como cualquier otro. Voy en el metro de vuelta a casa después de una dura jornada de trabajo llevo un batiburrillo de cosas en la cabeza sucedidas durante el día, todos los papeles ordenados, el café derramado sobre los informes que el lunes tendré que volver a escribir, la avería de la centralita, y mi jefe dándome la brasa que era lo que me faltaba justo hoy.
Supiro profundamente y pongo toda mi atención en la canción que suena en mi mp3: y encendiendo un cigarrillo se comienza a torturar, y habrá cerca alguien gritándole "hágase tu voluntad" y el "la culpa sólo en parte es mía y en parte lo es de los demás"... salgo del metro mientras la canturreo y me saca de mi ensoñación el sonido de mi móvil.
'' Esperame como tu sabes perrita''.
En cuanto leí aquello miré mis muñecas las cuales tenían rozaduras de hace un par de días atrás cuando mi Amo me ató en el patio de mi apartamento a una tubería con unas esposas.
Aceleré mi paso hasta mi hogar, puesto que sabía que en escasa media hora Él abriría la puerta de la casa con el juego de llaves que me ordenó que le hiciera para cuando se le antojase venir a jugar con su perrita.
Nos conocimos hace un par de años en una fiesta de ambiente BDSM, y fue la típica historia de cortejo que se puede dar un sábado cualquiera en cualquier pub, solo que los dos sabíamos que los lazos que nos unirían serian más fuertes que los que unen a dos personas en una relación vainilla. Nos dimos los teléfonos y a la semana recibí un sms suyo diciéndome ''¿No esperaras que sea Yo quien te llame no?'' así que llamé yo; y desde entonces nos veíamos para saciarnos el uno con el otro.
Abro la puerta de mi apartamento, me quito corriendo los tacones y me dirijo a mi habitación para buscar el atuendo con el que le gusta a mi Amo que le reciba, medias de costura blancas y corpiño del mismo color, junto con unos zapatos de tacón de aguja.
Me peino el pelo en coleta y me maquillo de forma sutil.
Me sobran aún cinco minutos pienso, me pongo su colonia favorita y con prisas voy a la puerta que va a dar al descansillo para arrodillarme en espera de que mi Señor cruce el umbral de la casa.
No pasaron ni dos minutos desde que me coloqué y escuche el ruido de la cerradura el cual hizo que mi cuerpo vibrara de alegría por dentro.
Diviso sus zapatos negros y me dirijo a ellos para darle la bienvenida:
- Bienvenido mi Señor, esta perra le saluda con el respeto que se merece.
Limpio sus zapatos con la lengua con mucho esmero e intentando que Él no vea que eso me desagrada y que lo odio pero que tengo que hacerlo porque en su día le entregué mi voluntad.
Sus fuertes manos tiran de mi coleta haciendo una señal para que me levante y eso hago, me besa con dulzura y me susurra
- Hola Mi zorrita.
Sonriente le quito la chaqueta y la cuelgo y cuando emprende el paso le sigo detrás como su perra fiel que soy. Se sienta y me pide que le traiga el Gin-Tonic como a Él le gusta tres dedos de ginebra y dos hielos junto con la tónica bien fría.
Se la entrego y me pongo a sus pies para que pueda apoyarlos en mi lomo y que se sienta cómodo, mientras toma su copa me cuenta como le ha ido el día mientras le escucho con atención y devoción, puesto que Él sabe que su voz es para mi una droga.
- Tócate para Mí, animalito - Me dijo.
Obedecí al instante, puse sus pies con cuidado en el suelo y los besé agradeciéndole que los hubiera apoyado en mí minutos antes. Me tumbé en el suelo levanté las piernas y empecé a masturbarme para mi Señor.
Cuando El considero que estaba lo suficientemente excitada se abalanzó sobre mi y delante mía sacó de su bolsillo un huevo vibrador el cual introdujo dentro de mi mientras me decía:
- Ahora disfrutaras cuando Yo quiera
- Sí, mi Señor mi placer le pertenece - le contesté mientras mi excitación iba en aumento.
Sus dedos manejaban el mando del juguete y cada vez que notaba que llegaba a mi el orgasmo le avisaba como me había ordenado para evitar la llegada del mismo, le encantaba controlar ese aspecto en mi y yo era feliz sabiéndole feliz a El también.
Me ordena que me levante y permanezca apoyada a la pared ofreciéndole mi culo como a Él le gusta que haga, y sin mediar palabra se acerca a mí y empieza a recorrer con dulzura mi espalda con su dedo mientras que con la otra mano sigue manejando mi placer a su antojo.
Al llegar a mi culo su mano toma impulso y empieza a azotarme para así seguir excitándome más para que yo llegue al límite, al precipicio del placer, para que antes de caer en el vacío del deseo Él tire de mi pelo y me diga;
- Aún no, putita
Un suspiro hondo hace notar a mi Señor mi impaciencia por poder tener un orgasmo pero su mirada me dice que lo llevo claro, así que bajo mi mirada y me resigno a que Él elija cuando y como.
Desaparece de la sala y yo permanezco quieta mientras le oigo trajinar en la cocina, y no puedo evitar pensar en qué estará haciendo.
- Mi muñeca acércame la bolsa que traje conmigo.
- Sí, mi Amo.
Lo hago y de camino curioseo que contiene esa bolsa pero antes de que pueda llegar a ver que contiene siento como la mano de mi Educador me da un sonoro y doloroso bofetón:
- ¿Acaso te di permiso para que mirases el contenido, pequeña zorra cotilla?; discúlpate por ello ahora mismo.
- Perdone a esta zorra husmeadora Señor por mirar algo sin su permiso mi Amo- le digo mientras me postro a sus pies.
De la bolsa saca un collar y una correa nuevas para mí, negro el collar con su nombre en plata y una cadena metálica que va enganchada al collar, mi alegría es evidente y apoyo mis dos patitas sobre mi dueño y empiezo a ladrar de la emoción. Él con todo su cariño me lo pone para darme el paseo que suele darme cada vez que viene a visitarme. Una vez encadenada a su mano me ordena abrir la boca y me pone una mordaza que hace que babee abundantemente y ahí empieza un paseo por todo el apartamento del cual lleno de babas cada rincón por donde paso.
El paseo dura una media hora más o menos, pero antes de que finalice me saca al patio.
- Es hora de que hagas pipi vamos mi Muñeca-.
Llevaba deseando ese momento desde el comienzo del paseo porque tenia una gran necesidad de ir al ''baño'' pero logré aguantar hasta que El me diera su consentimiento.
Me quita la correa y me pide que le muestre las rodillas las cuales están rojas por el roce del suelo, me coje en brazos y me lleva a la cama, me ata con unos pañuelos de seda de pies y manos y con la crema que suele usar El me hidrata las rodillas mientras me dice lo bien que me he portado hoy.
En ese momento suena el móvil, está diez minutos hablando y cuando cuelga me dice que ha de irse pero que volverá como en un par de horas. Como premio a mi obediencia deja activado el juguete y se marcha dejándome atada en la cama para que cuando Él vuelva su perrita siga quieta esperándole y ansiando servirle.

martes, 12 de mayo de 2009

El Castigo Capítulo 2 (Las esclavas inician mi reeducación) por Txiria

Un tirón de la cadena hace que suba la cabeza. Oigo una voz de mujer (supongo que lucy, pues no la había oído hasta ahora) que me ordena:
- Sube al potro, esclavita; para ello puedes empezar a abrir los ojos. Pero date prisa, qué con tu exhibición de antes con las medias me tienes casi dormida.
Abro los ojos y veo que me han llevado delante del potro de castigo que había vislumbrado antes. Es de estos en los que te colocas de rodillas con la cabeza colgando por delante y puedes ser atada por medio de correas en toda su extensión. Subo al mismo a toda velocidad y me coloco en posición haciendo que mis tetas se aplasten contra el acolchado del mismo.
La correa que llevo al cuello es anudada a una argolla en la parte delantera mientras que noto como una correa rodea mi cintura y la sujeta y mis pies son atados juntos mediante una fina tira de cuero. Dos esposas rodean mis muñecas y las sujetan a la parte más baja del potro haciendo que mi postura sea aún más forzada contra él; simultáneamente, noto que no puedo levantar los pies de donde me los han colocado, han debido ser atados a alguna argolla en la trasera del potro.
Cuando creo que se han olvidado de mis piernas y que, quizá podré arquearlas para disminuir la dureza de los golpes que me van a propinar en la azotaina que me espera noto como dos tiras de cinturón aprietan mis piernas a la altura de las bolas de mis pobres piernas. Estoy inmovilizada; en este momento tanto mi culo, como mi coño y mi boca están a su disposición para que los usen. Además, en esta postura tanto mi espalda como mis nalgas y mis muslos pueden ser perfectamente azotados sin impedimentos.
Pareciera que me dan un respiro cuando noto que mis cuatro martirizadores se alejan un poco. Como apenas puedo mover ligeramente la cabeza a un lado y a otro, solo veo en mi ángulo de visión a un hombre (supongo que será irónico) y a gracejo a la que veo de espaldas a mí hurgando en un arcón. ¿Qué estará buscando?
Cuando se vuelve casi me atraganto del susto. En sus manos porta un dildo de un tamaño bastante grande que, sospecho inmediatamente, va a acabar introducido en mi culo; y sin vaselina pues, aparentemente, ella no la lleva en las manos.
Su cabeza está dirigida a donde creo se encuentran los Señores como esperando una confirmación. Debe llegarla pues veo que se golpea en la mano con el dildo y al mismo tiempo chascan detrás de mi dos sonidos de dos instrumentos de spanking. Uno es claramente una vara por su silbido; el otro, por su chasquido grave, debería ser una paleta de cuero o similar.
- Esta putita tiene que aprender mucho – oigo detrás de mí a simpatic – para ello nada mejor que empezar por una prueba suave ¿no os parece?
- Sí estoy de acuerdo – confirma lucy – creo que deberemos azotar su culo, sus muslos y su espalda como escarmiento, ¿no creeís?
- Bueno, – opina gracejo – sin embargo, eso parece un castigo hasta cómodo; considero que debe llevar este dildo bien hundido en ese culo de putita que seguro que ha tragado elementos mucho mayores que este.
- Pero, ¿cómo controlaremos el tiempo del castigo? – pregunta simpatic
- Se me ocurre una idea – dice gracejo – he oído que tu, irónico, tienes gran capacidad para controlar tus corridas, ¿es cierto?
- ¿En qué estás pensando? – contesta irónico, mientras asiente con la cabeza.
- Pues ............... ¿qué os parece si vosotras dos, que sois especialistas, las vais azotando mientras tu irónico te follas su boca de puerca y no paráis hasta que no consiga que te corras en su boca? – presenta su idea gracejo, como si fuera propia; sé que es de mi Amo, pues es uno de sus sistemas de castigo habituales dada su resistencia en correrse. Esto me reconforta.
- Buena idea
- Estupenda medida
- Estoy de acuerdo
Las tres voces suenan entremezcladas, aunque me percato que irónico ha levantado la cabeza como buscando aprobación. Así que este va a ser el inicio de mi castigo, reflexiono. ¿Será mayor? Al contrario de lo que acostumbra mi Amo no me ha dicho ni el tipo de castigo ni cuanto va a durar.
Casi sin darme tiempo a reflexionar más se me acerca irónico mientras desata sus calzas de cuero. Deja al descubierto un falo de buen tamaño a pesar de que se nota que aún no se ha desarrollado a su máximo esplendor. Estoy tan absorta en su acercamiento que no me percato que gracejo ha desaparecido de mi ángulo de visión.
Antes de que irónico llegue donde mi, noto como abren mis nalgas con brusquedad mientras un aparato rígido y desagradable empieza a forzar mi culo sin contemplaciones. Doy un respingo y, si darme tiempo a dar el segundo, noto un buen varazo en mi espalda que me indica que más vale que mantenga mi boca cerradita.
El dildo sigue introduciéndose en mi culo, como era de esperar, no me lo han lubricado no me fuera a creer que esto tenía algo que ver con el disfrute. En cuanto noto que ha llegado al máximo, en su penetración la polla de irónico choca contra mi boca y me apresuro a abrirla y a abrazar con mis labios y dientes de forma suave el pedazo de carne con el que me alimentan. Intento concentrarme en hacerle correrse cuando un primer golpe dado con una paleta de cuero ancha cae sobre mi nalga izquierda, sobresaltándome.
Simultáneamente, el falo se retira algo de mi boca pero es exclusivamente para coger impulso y seguir penetrándola; cuando lo hace cae la vara sobre mis muslos, otra vez la paleta, ahora en mi espalda. Casi sin querer me doy cuenta de que lo que necesito es concentrarme en el elemento que se encuentra violando mi boca; tengo que darle placer, mucho placer, y conseguir que finalice rápido. Si no lo logro la azotaina puede ser de las mayores que he recibido nunca y no sé si seré capaz de aguantarla a ese ritmo.
Con la decisión tomada, y a pesar del dolor que percibo en mis muslos, glúteos y espalda, me esfuerzo en hacer que el falo de irónico crezca y que él disfrute para que se corra en mi boca. Lo tiene grande, realmente grande; quizá unos 22 cm pero lo trago y contengo mis arcadas cuando llega hasta mi garganta mientras mi boca y mis dientes sirven para darle el mayor placer que soy capaz de producir.
No sé el tiempo que ha transcurrido pues he perdido la noción de él gracias a la tremenda azotaina que estoy recibiendo. Mi única obsesión, mientras mis muslos, glúteos y espalda se resienten, es qué él se corra ya; que acabe de una vez. Realmente demuestra una gran resistencia pues hace ya un rato que no crece más pero él no se corre sino que sigue follando y violando mi boca.
Mi espalda arde pero mi culo y muslos aún más. El castigo es inmisericorde pero yo solo pienso en complacer a mi Amo y en hacer que ese sumiso, que es en este momento Su instrumento, se corra antes de lo que lo haría Él.
Sé que si lo consigo quedará complacido.
De repente noto que las venas de su tronco se inflaman un poco más y que irónico pretende disminuir el ritmo de su follada. Intentando no dejarle hacerlo, adelanto todo lo que puedo mi cuello y mi boca en un vaivén frenético pasando de ser violada a ser la que marca el ritmo de la mamada, a hacer que sea mi boca la que lo folle.
A pesar de notar mis intenciones él no se retira de la posición y me deja hacer; en pocos segundos noto como su pene empieza a inflamarse y, en una especie de fuente de chorro discontinuo, a inundar mi boca con su leche.
- Lo ha conseguido – exclama irónico, mientras se le escapa un pequeño quejido de placer. Al fondo resuena una voz que recrimina
- ¿ A ti quien te ha dado permiso para correrte? ¿Acaso no tienes prohibido hacerlo si no es con Mi consentimiento expreso? – es la voz de la Señora Symphonie, la que dice esas cosas – ya arreglaremos esto cuando estemos a solas, perro desobediente.
Yo, mientras guardo la corrida de en mi irónico boca pues no me han indicado que debo hacer con ella, no puedo dejar de sentir lástima por él. Probablemente su Ama lo castigará por ello.
En este mismo instante me doy cuenta que según se ha oído la voz de irónico marcando el momento no he vuelto a recibir una sola corrección en mi cuerpo; ni palmeta de cuero ni vara han vuelto a caer sobre él. Realmente me admira la disciplina de mis hermanas (siento en mi interior que la podría llamar así pero deberé pedir permiso a mi Amo para hacerlo); son capaces de dar la sensación de que todo está perfectamente establecido de forma previa tanto en tiempos como en formas.
Vuelvo a escuchar a irónico disculpándose ante su Ama. De forma casi inconsciente escucho a la Señora Symphonie que le dice que ya arreglarán ese asunto cuando lleguen a casa. Esto me indica que la cosa no ha acabado aún.
Siento que me aplican una crema en mi espalda, glúteos y muslos; me alivia aunque escuece pero este escozor se aguanta mucho mejor que el dolor previo.
Pero, ¡ay de mi!, se me ha olvidado el dildo que violaba mi agujero trasero. Me doy cuenta de que lo tengo cuando, al retirarse irónico de la posición que ocupa delante de mi cara puedo ver como se me acerca taconeando y con rapidez gracejo.
Lo mismo que entró sin contemplaciones sale de la misma manera. El dolor, agudo y penetrante, cambia de lado pero continúa martirizando mi cuerpo ofrecido. Mi culo arde y me duele sobremanera, pienso si gracejo disfrutará en el papel que está llevando a cabo.
En ese momento, oigo la voz de simpatic dirigiéndose a mí que me dice:
- ¿Y qué ha hecho con el regalo que te ha otorgado irónico, pequeña perra? ¿Acaso te lo has tragado sin permiso?
Lentamente y con mucho cuidado de que no se caiga ni una gota niego con la cabeza.
- Muy bien pequeña perra – oigo decir a lucy – por cierto, ¿tienes sed?
Parece que me va a tocar tragármelo así que asiento suavemente con la cabeza esperando que la cosa sea lo más rápida y delicada posible. Sin embargo, el siguiente comentario hace que dude de todo. Es evidente que tienen instrucciones claras y concisas y que conocen mis puntos más flacos.
- Pero, ¿cómo os podéis creer, sin comprobarlo, lo que dice una perrita mentirosa como esta? – suena la voz de gracejo como un látigo a mis oídos.
Yo no soy mentirosa, nunca lo he sido y es una de las cosas que nunca he permitido que me llamaran; pero entre que tengo la boca ocupada y entre que entiendo que esta degradación forma parte del castigo que están aplicándome, no contesto.
- Por otro lado ha dejado este precioso dildo mío hecho unos zorros de sucio y debería limpiarlo, ¿no creéis?
- Creo que tienes razón, gracejo. Debemos comprobar sus declaraciones pero la pobre perrita tiene sed y deberíamos darla de beber antes de proseguir nuestra tarea, ¿no crees?
Asiente gracejo con la cabeza y una orden escueta y seca me ordena abrir mi boca de la misma.
- Abre tu boca y que veamos bien lo que guarda en su interior – me llega la orden de irónico.
- Pues la tiene bien llena
- Sí, así es; deberíamos permitirla beberlo todo, ¿no creéis?
- Pero las perras no beben así, ¿no? ¿No lo lamen del suelo a cuatro patas?
- Sí así es y como ésta es una buena perra va a hacer lo mismo. Derrama mis jugos en el suelo y con cuidado de no manchar el potro que vale más de lo que vales tú.
Estiro mi cuello todo lo que puedo, inclino lateralmente mi cabeza y dejo caer poco a poco el flujo que inundaba mi boca. Cae un hilo de mi boca hasta el suelo formando un charco en él. Lo cierto es que la escena revuelve mis entrañas pero no les voy a dejarlo saber ni a ellas ni a sus Dueños. Sé que el mío ya sabe como me siento y que si lo permite es porque desea humillarme en lo más profundo de mi ser.
Mientras unas manos desatan las correas, esposas y cinturones que me fijan al potro, otras vuelven a extender por todas las partes doloridas del mismo, incluido el ano, la crema que tan bien me ha venido en mi cuerpo dolorido. Es contradictoria la sensación del dolor y el alivio que me proporcionan las mismas manos pero me hace sentirme plena, llena en mi esclavitud.
Otra vez en el suelo y a cuatro patas me encaminan hasta la parte delantera del potro; allí, más extendido de cómo yo lo había dejado, está el fatídico charco de semen y saliva. Sin decir ni palabra, inclino mi cabeza y empiezo a lamer el suelo.
Con cuidado lo recorro alrededor del charco para que no se extienda más y luego voy lamiendo suavemente todo el líquido viscoso que está llenando ese trozo de suelo. Estando en éstas, noto como dos dedos buscan mi coñito; está totalmente seco, es evidente que no estoy disfrutando del castigo para nada aunque lo acepto en lo que es, la entrega a mi Dueño al que debo demostrarle que estoy dispuesta a remediar mis fallos.
- ¡¡Vaya!! Si la zorrita esta está absolutamente seca – dice la voz de simpatic.
- Pues Yo sinceramente, Me alegro de que así sea – mi corazón de un vuelco en mi pecho, la voz esa pertenece al Dueño de mi vida y de mi alma.
Estoy cumpliendo como Él espera de mí. El ritmo de mis lamidas se incrementa y mi ánimo se levanta. El simple hecho de no haberlo oído antes hacía que el castigo fuera mayor pero el confirmar que sigue presente me permite afrontar las pruebas que puedan venir con mucho mejor ánimo.
Acabo con la limpieza del suelo y me quedo esperando. Para mi desgracia me había olvidado de algo que habían dicho las encargadas de mi cruel castigo; he de limpiar el dildo. La voz de simpatic viene a recordármelo con su manera brusca, exigente pero llena de comprensión de decir las cosas.
- Bien perrita has lamido muy bien el suelo, pero ahora debes limpiar lo demás que ha manchado. Aquí tienes este elemento que has dejado lleno de mierda, ¡límpialo!
Me ponen el dildo en las manos huele fuerte mucho; pienso que menos mal que antes de que mi Amo me dijera nada esta mañana me había puesto un enema que si no.... ¡cómo estaría! Creo que esperan que lo limpie con la boca por lo que haciendo de tripas corazón me pongo de rodillas y lo acerco a ella. Me interrumpe la risa brusca y burlona de lucy que me dice:
- No, niña no; tan fácil no va a ser; deja el elemento ese en el suelo.
Lo deposito en el suelo delante de mí; cogen mis muñecas y la esposan por delante con unas esposas de pulgares que dejan poco espacio a la movilidad de mis manos y me depositan en ella un paño humedecido con algún tipo de jabón aromatizado.
- Déjalo en perfectas condiciones de uso que seguro que si te lo metes en la boca eres capaz de hacerle una buena mamada y dejarlo perdido de babas – me espetan mientras se echan a reír los cuatro – ten en cuenta que es el favorito de gracejo y que tu no tienes permiso para disfrutar.
Las palabras se agolpan en mi boca dispuestas a salir; yo había estado dispuesta a humillarme lamiendo y limpiando ese juguete y resulta que me humillan más profundamente intentando hacerme sentir un ser abyecto que solo piensa en su disfrute.
Abro la boca para soltar el torrente que pugna por escapar de mi interior pero ni un solo sonido sale de ella. De repente comprendo que lo que desean es eso mismo hacerme caer y que proteste por algo.
Olvidada rápidamente mi humillación me presto a hacer lo ordenado.
Lo hago a la perfección; tan perfecto que parece que le haga una auténtica paja lenta y cuidadosa al aparato en cuestión. En cuestión de pocos minutos queda limpio y reluciente. Poniendo mis manos en forma de bandeja, a pesar de mis pulgares enlazados, lo levanto sin palabras mientras lo ofrezco con la cabeza gacha.
Sus risas se apagan bruscamente al ver mi postura y siento que me he ganado un poco de su respeto. Mi figura, de rodillas con la cabeza gacha y la espalda lo más recta que puedo es perfecta en mi entrega; y yo soy consciente de ello.
Siento que este asalto lo he ganado mientras retiran el dildo de mis manos, las sueltan y me vuelven a enlazar la correa al collar que llevo puesto ordenándome volver a cerrar los ojos y seguirlos en procesión, pero siendo respetuosos y olvidándose de las pullas.

jueves, 7 de mayo de 2009

Viaje a la libertad ( II parte ) por alma cautiva{J}

Una vez que mi Amo hubo colocado todo a Su gusto en el coche, incluyéndome a mí, se sentó al volante y puso el coche en marcha.
El camino era largo, pero como siempre que está a mi lado, las horas se me antojan minutos.
Desnuda y atada como me había dejado a la barra del coche con la cadenita de mi collar, me tumbé en el asiento de atrás, con mis patitas traseras flexionadas, como las auténticas perritas. Él me miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor y eso me hacía sentir realmente importante.
La temperatura que iba subiendo a medida que avanzaba la mañana me obligaba a sacar mi lengüita fuera y jadear.
- " ¿ Tiene calor la perrita ? " - preguntó mi Dueño sonriendo.
Bajo mi condición de perra para mi Amo no podía hablar, por lo que Le respondí gimoteando mientras pegaba mi nariz a los agujeritos de la red para el transporte de mascotas.
Con un " click " mi Señor bajó media ventanilla de mi lado y agradecida, me incorporé, me senté sobre mis patitas traseras y saqué mi cabeza por encima del cristal semibajado. La sensación del aire que jugaba con mi cabello era agradable y comencé a ladrar divertida.
- " Guau ! Guau ! Guau ! "
- " Alma !!! Quita de ahí ahora mismo y túmbate !!!" - ordenó mi Amo subiendo casi del todo el cristal.
Obedecí de inmediato y no me moví en todo el trayecto, excepto para lamer el dedo de mi Dueño, que de vez en cuando introducía por la red que N/nos separaba.
Mi Amo tomó un desvío y paró en un lugar solitario y apartado para poder estirar las piernas y descansar un ratito. Abrió la puerta, bajó e inspeccionó el lugar. Volvió al coche, se apoyó sobre él y encendió un cigarrillo echando el humo muy poco a poco, como cuando se respira aliviado. Me miró y sonrío. De nuevo miró al frente, cerrando los ojos para tomar el sol que Le daba en la cara.
No parecía oir mis gemidos de perrita deseosa de salir de aquel horno de metal y moqueta. No parecía haberSe dado cuanta de mis jadeos y ni de mi lengua seca fuera de mi boca.
Me senté de nuevo sobre mis patitas traseras y comencé a arañar el cristal de la ventanilla:
- " Guau ! Guau ! Guau ! " - dije con ladridos lastimeros.
Mi Amo me miró. Regaló a mis ojos esa sonrisa con la que viste, a diario, de ternura mi alma y abrió la puerta. Mi instinto animal fue el de bajar del coche para colocarme a Su lado, pero la cadenita de mi collar me recordó que estaba atada. Gimoteé y lloriqueé, pero mi Dueño hizo caso omiso a las peticiones de Su perrilla.
Sólo cuando hubo terminado el cigarrillo Se dignó a entrar al asiento trasero para liberarme de mi cadena. Bajé del coche y comencé a olisquearlo todo. Mi Amo cogió un palito que había en el suelo:
- " Alma ! Cógelo !!! " - dijo mientras lo lanzaba lejos.
Corrí a por el palito tan rápido como podía caminar a cuatro patitas. Cuando llegué a él, lo cogí con mi boca.
- " Ven, alma ! Dámelo !!! "
Orgullosa de complacerLe, llegué a Sus pies, bajó Sus manos a la altura de mi hocico y relajé mis mandíbulas para devolver el palito a mi Amo, Que lo lanzó de nuevo:
- " A por él, alma, mi chica, vamos !!! " - me incitaba a obedecer habiéndolo lanzado más lejos.
Las piedritas y pequeñas ramas que había sobre la hierba se hacían cada vez más notorias en mis rodillas desnudas y ya algo magulladas en el descanso anterior, lo que me obligaba a llevar un ritmo más lento del que yo misma hubiera deseado.
Por fin llegué a mi Dueño, Que me esperaba pacientemente, sin dejar de animarme:
- " Estupendo, pequeña "
Iba a lanzar el palito de nuevo cuando sonó Su teléfono móvil. Desconocía quién Le llamaba...y es que en realidad lo único que me importaba es que estaba con Él; con mi Amo, con mi Dueño, con mi Señor, con mi Rey...en definitiva, con la Persona ante la Cual me sentía tan diminuta, aunque Él no Se cansara de repetirme lo importante que era en Su vida.
Mientras Él hablaba yo iba inspeccionando el terreno con curiosidad de cachorro, pero a mi Amo no Le gusta que Su propiedad se aleje demasiado:
- " Alma ! A tu sitio !!! " - dijo con voz firme y autoritaria.
Obedecí al momento, acercándome a mi Dueño a cuatro patitas. Él no dejó en ningún momento de atender el teléfono:
- " Ya estoy, perdona. Es que estoy con alma, mi perra, muchas horas de viaje la ponen nerviosa "
Tal y como mi Amo me había ordenado, me senté en mi sitio, es decir, debajo de Sus huevos, por si requería mis servicios de perrita lamedora. Noté que a mi cuello le faltaba espacio cuando mi Dueño me sujetó fuertemenete de mi collar, impidiendo de esta manera que apenas pudiera moverme si quería seguir respirando.
- " Claro, claro, es lo que pasa. El animal no está acostumbrado " - explicaba refiriéndoSe a mí.
Por la excitación que produjeron en mí Sus palabras por una parte, y la incomodidad que sentía en mi cuello por otra, me resultaba imposible estar quieta y comencé a moverme en busca de una posición más adecuada. Mi Amo, sin interrumpir la conversación, respondió sujetándome aún más firmemente de mi collar, obligándome a posar mis patitas sobre Sus muslos y empujar a modo de acto reflejo.
- " Dame un segundo. A ver si dándole un juguete para quieta la perra ".
Mi Amo dejó el móvil sobre el techo del coche sin soltar mi collar. Con la mano que Le quedaba libre bajó la cremallera de Sus vaqueros, sacó Su enorme verga, posó Su mano abierta sobre mi nuca y empujándo, con Su miembro por delante y Su mano por detrás, llenó mi boca de Su polla, hasta la garganta.
- " Hola ? "
- " Sí, ya estoy. No, no te preocupes. Ya la tengo entretenida " - explicaba mi Amo con la especial habilidad que tiene para follarme la boca.
En cada embestida mi Dueño iba clavando Su polla más en mí. Estaba tan excitada que no sabría decir en qué momento apagó el teléfono...Sólo sentía que empujaba y me llenaba la boca de Su verga. Embestía y tiraba más de mi collar. Penetraba mi boca y me ahogaba. Tras escuchar un gruñido de macho en celo, mi boca se llenó de un líquido espeso y caliente...
- " Echa aquí la leche de mi rabo, perrita glotona " - ordenó ofreciéndome un cachito de papel de plata que sacó de Su bolsillo.
Obedecí inmediatamente y mientras limpiaba de la polla de mi Amo todo resto de la leche de Su rabo, Él guardó el papelito de plata bien doblado en el bolsillo de Su camisa.
Mi Amo abrió el maletero, sacó mi ropa y la tiró al suelo:
- " Levántate y vístete, niña mía "
Abandoné mi posición arrodillada y me fui poniendo la ropa que mi Dueño había dejado sobre la hierba...toda menos mi sujetador y mis braguitas:
- " Ven, princesa " - dijo mientras me quitaba mi collar de perra y lo sustituía por la cadenita que solía ponerme al cuello cuando nos adentrábamos en el aborigen vainilla.
Esta vez me permitió sentarme en el asiento delantero, junto a Él.
- " ¿ Tienes hambre, alma ? "
- " Sí, mi Amo "
- " Te he dicho alguna vez lo mucho que me gusta tu boca, niña mía ? "
- " Gracias, mi Señor "
- " Me encanta cuando eres así de zorrita con tu Amo, preciosa "
Por fin, ante N/nuestros ojos un restaurante de carretera. Detuvo el coche y ordenó que bajara.
Fue Él Quien amablemente abrió la puerta y me cedió el paso. Seguramente, casi nadie de cuantos estaban allí entenderían que fuera yo quien abriera la puerta para dejar que pasara mi Rey....ni nada de cuanto a A/ambos N/nos hubiera encantado haber hecho.
Una vez dentro comencé a frotar mis vaqueros simulando que trataba de quitar una mancha con el fin de que mi Amo pudiera pasar por delante de mí, y así, seguirLe hasta la mesa que Él elegiría para los D/dos, como Le seguí unas horas antes por el monte, de la misma manera que Le seguiría hasta el fin del mundo...
No tomé asiento hasta que Él no se hubo sentado. Prendió de nuevo fuego en mi alma con esa sonrisa que normalmente adorna Su cara, mientras me ofrecía uno de los menús que la camarera había dejado encima de la mesa. Lo abrimos y Él tomó mi mano:
- " almita, cariño. No es necesario que elijas. Tu Amo sabe decidir lo mejor para ti, eh ? "
Cuando nos sirvieron la comida en la mesa, fue mi Señor Quien repartió las raciones en los platos y me ordenó que cogiera un trocito de pan para mí y dejara la cestita a Su lado.
- " Con eso tienes más que suficiente, pequeña. Hay que seguir viaje y luego te mareas "
- " Sí, mi Señor "
- " Beberemos agua. Innegociable, que yo tengo que conducir "
Durante toda la comida estuve pendiente de que no Le faltara nada a mi Amo, pan, agua, sal...Pedí permiso para llenar mi vaso cada vez que necesitaba beber más agua, bebiendo sólo cuando Él me autorizaba.
- " Me apetece fumar un cigarro, alma "
Cogí Su paquete de tabaco. Saqué un cigarrillo y el mechero. Coloqué el pitillo sobre mis labios y acerqué el mechero encendido. Mientras yo hacía todo esto, mi Amo simuló que se Le había caído la servilleta al suelo para agacharSe y comprobar que mis piernas estaban separadas, tal y como Él desde un principio me había enseñado. Aspiré hasta ver el papel de un tono naranja y sacando el tabaco de mi boca eché el humo que no había tragado, mirando con deseo mi vasito de agua:
- " Ibas a rogarMe que te permitiera beber, verdad, mi perrita ? Me ibas a suplicar como la sierva que eres, eh ? "
- " Sí, mi Amo, es que, a mí el tabaco... "
- " Shhh !!! Silencio !!! Si has de suplicar y rogarMe...hazlo bien, si no..cállate "
- " Mi Señor, por favor, Le ruego que..."
- " No, alma. Así no. Te levantas, te arrodillas ante Mí, y besando mis zapatos, Me pides que te permita beber agua. ¿Ves qué fácil, mi esclava ? "
- " Mi Señor, con toda esta gente aquí..."
- " Muy bien, preciosa, no pasa nada. Esperaremos a que todos se vayan para que puedas beber agua " - dijo acompañando este comentario con una patada tan notable como ligera en mis piernas:
- " Abre bien las piernas, zorrita "
La conversación se interrumpió cuando vino la camarera:
- " ¿Van a tomar postre ? " - preguntó.
- " Sí, un cortado para mí y uno solo para la señorita " - pidió mi Señor iluminando Su carita con una sonrisa.
Mientras nos traían el café, mi Amo tomó mi mano derecha y la colocó encima de la mesa con la palma hacia arriba, junto al cenicero.
- " No quiero que la quites de ahí, esclava, queda claro ? "
¡- " Sí, mi Señor "
Desde ese momento, mi mano se convirtió en el cenicero de mi Dueño:
- " ¿Quema, juguetillo ? "
- " A veces, mi Amo "
- " Bueno, almita, cariño, todo es cuestión de acostumbrarse "
- " Supongo que sí, mi Señor "
- " No voy a ser malo con mi cachorrilla. Si quema demasiado, siempre puedes levantarte, arrodillarte, y suplicarMe que pare "
- " Pero, mi Dueño..."
- " Ok, ok, también podemos esperar a que se vaya todo el mundo para que puedas rogarMe que use el cenicero de cristal"- dijo mi Señor en tono humillante.
- " Anda, perrilla, cierra la mano que viene la camarera " - dijo mi Señor después de sacudir sobre mi palma la ceniza incandescente de Su cigarro.
Obedecí y sentí un quemazón que se extendia por toda la palma de mi mano, un ardor similar al que abrasan mis ovarios cuando mi Amo me obliga a ser casta durante días, sabiendo que desde que soy Suya soy un alma en llamas.
Mientras la camarera N/nos servía los cafés, miré a mi Dueño hasta una altura prudencial para no cruzarme con Sus ojos, oscuros como la noche y limpios como la luz del alba. " Soy Suya " grité con la mirada. " Por siempre Mía " recalcó aliviando con Sus dedos mi mano cerrada.
- " A Mi perra no le gusta demasiado el café solo, verdad, princesa ? "
- " No, mi Señor "
- " Bueno, y si le echamos algo más que azúcar ? "
- " Lo que Usted ordene, por supuesto, mi Amo "
Dejó de acariciar mi mano que minutos antes Le había estado sirviendo de cenicero ordenando que, sin abrirla, volviera a ponerla sobre la mesa, pero esta vez junto a mi taza de café. Esperaba Sus órdenes para echar la ceniza en mi café, cuando sacó del bolsillo de Su camisa el papel de plata en el que me había ordenado echar la leche de Su polla, las horas previas a venir al restaurante. Sonriendo abrió el papel lentamente, lo vació sin prisa sobre mi taza y me ordenó que diera vueltas a mi café con leche.
- " Bébelo despacio. Saborea cada gota y disfrútalo. Junto con el collar y Mis cuidados, éste es el mejor regalo que pueda hacerte tu Amo "
¡Orgullosa de pertenecerLe terminé mi café con leche disfrutando de cada gota.
- " Ve a lavarte las manos y a hacer pis. No me hagas parar luego "
Me levanté de la silla y caminé con gracia, moviendo mi trasero, como Le gusta a mi Amo.
Al salir del baño Él me esperaba en pie, dispuesto a salir del restaurante e iniciar de nuevo el camino. Abrió la puerta y me cedió el paso para que saliera yo primero. Para mi sorpresa, no se había cerrado todavía la puerta, cuando pasó Su brazo derecho por mis hombros. Nadie podría darse cuenta de que Su mano izquierda sujetaba fuertemente mi brazo, por encima del codo.
- " Ah ! Mi Amo, me hace daño "
- " ¿Que te hago daño ? ¡¡¡Claro que te hago daño !!! ¿Esas son maneras de provocarMe ? ¿Tú sabes cómo Me has puesto meneando tu culito de putilla al caminar ? ¡¡¡Anda, vamos !!!
Mi Amo me llevo así hasta el coche, donde me colocó a cuatro patitas sobre el asiento de atrás, me bajó los vaqueros y azotando mis nalgas con Sus manos decía:
- " Voy a ponerte bien rojito este culito de putilla caliente que tienes, zorra "
- " ¿Querías provocarme, eh ? Mira lo que les pasa a las guarras como tú "
Mis nalgas ardían y mi Señor cambió Sus manos por Su polla.
- " ¿Notas los azotes de Mi verga, zorra ? "
- " Sí, mi Amo "
No había acabado de pronunciar estas tres palabras, cuando sentí Sus manos apretando mis pechos, haciéndolos prisioneros y esclavos a Sus caprichos. Una punzada en mi ano...la polla de mi Señor entraba y salía sin miramientos por mi culito. En cada embestida me recordaba Quién era Él, quién era yo, que Él mandaba y yo acataba... que era Su perra, Su esclava, Su objeto, Su posesión, Su juguete...Su todo....
En lo más profundo de mi ano un húmedo calor que me llenaba, el gemido de placer de mi Amo y Su aliento, de terciopelo, acariciando mi nuca.
- " Desnúdate de nuevo, princesa. Se N/nos hace tarde "
Obedecí sin decir nada. Él cogió mi ropa y volvió a guardarla en el maletero, de donde cogió mi collar de perra para sustituir la cadenita que me había puesto previamente para ir a comer. Ató mi correa a la barra del coche y el extremo del mosquetón a mi collar. Estiró con Sus manos la toalla que había colocado sobre el asiento y ordenó:
- " Túmbate aquí, alma "
Mientras besaba las manos de mi Amo, Él acariciaba mi cabeza, mi rostro y todo mi cuerpo...En cada caricia Él me entregaba Su fuerza, en cada beso yo Le entregaba el corazón...
Puso de nuevo en marcha el coche después de mirarme desde el otro lado de la red que nos separaba:
- " Eres preciosa, mi esclava. Preciosa "

lunes, 4 de mayo de 2009

El Castigo Capítulo 1 (La humillante sorpresa) por Txiria

Es una mañana de viernes de invierno, ya ha amanecido y tengo miedo. No ese miedo cerval que te inmoviliza sino el miedo de perder todo lo que había logrado hasta ese momento. He cometido una grave falta; Mi Amo, el pasado sábado, me pidió que tuviera preparada la merienda para Él y para Sus amigos y la sirviera; pero, durante la tarde, me entretuve en otras cosas y, al llegar Ellos, no les recibí de forma adecuada y la merienda estaba a medio preparar; más aún, me puse nerviosa e hice el servicio de forma descuidada y de malas maneras, no como sé hacerlo.
Lo peor de todo ...... los Amigos de mi Amo se dieron cuenta de mi descuido y lo comentaron entre Ellos y con Él.
Esto ha hecho quedar mal a mi Dueño y, lógicamente, me he castigado. La primera parte del castigo fue que Él no iba a tocar mi cuerpo en una semana; lo he entiendo y aceptado resignada; es lógico que se haya enfadado tanto. Lo que no veía es como iba a hacer para imponerme la segunda parte del castigo que es un castigo físico; y si no me tocaba ................
Por eso me ha extrañado tanto cuando esta madrugada me ha ordenado que hoy me duchara y maquillara correctamente, me pusiera un enema para limpiar mis intestinos y me adornara con mi collar de sumisa y un corsé que me queda especialmente bien, mientras me indicaba que luego finalizaría con los detalles de mi vestimenta para la calle; no sabía nada de que fuéramos a salir. Todo ello sin contestar a mis preguntas ni a mis miradas, más que con unos ojos duros y distantes.
Una vez preparada de esta forma, me ha ordenado ponerme unas medias de rejilla con liguero, un tanga ajustado y un par de zapatos de tacón alto; y, para ir a la calle, un abrigo que colocado encima no deja translucir si llevo o no vestido por dentro.
Más extraño aún, al salir a la calle, sobre las 10 de la mañana, en vez de conducir Él me ha ordenado que lo haga yo; sé que no le gusta como conduzco pero no están las cosas como para cuestionar a Sus órdenes. Me siento al volante y me dice que Él me irá indicando el camino.
Conduzco despacio por la ciudad; pronto descubro que nos dirigimos a un barrio de chalets algo alejado del centro de la ciudad; era fácil de descubrir, esta carretera solo lleva allí......
En este momento, Me ha dicho que va a encomendar a unas personas que Él conoce (pero no yo) el que martiricen mi cuerpo físicamente; no me considera merecedora de que Él se ocupe de eso en persona.
Del susto casi pierdo el control del volante, menos mal que iba despacio y he evitado salirme de la carretera. He abierto la boca con ánimo de oponerme a Su decisión pero al ver Su mirada me he callado, cerrando la boca de golpe.
Me indica que entremos en un chalet rodeado de una alta valla de arbustos y con una puerta metálica; da a una vereda estrecha con una curva pronunciada que no deja ver a donde conduce. Al dar la curva veo al fondo el portalón levantado de un garaje que parece estar esperando a que yo meta el coche allí dentro. Sin embargo, mi Amo me dice que no; que vaya directamente a la puerta principal de la casa situada unos 35 m más adelante.
Al encaminar el coche hacia la entrada veo una balaustrada y un porche; y en él a tres personas (dos mujeres y un hombre) vestidas de cuero. Ellas llevan un collar de perra cada una; corpiños que levantan sus tetas (tetas y no pechos pues los llevan al aire indicando su condición); largos guantes hasta el codo pero con los dedos al aire; tangas de cuero y botas altas (hasta las rodillas) de unos 12 cm de tacón. Sus brazos están cruzados a la espalda y sus cabezas gachas.
El hombre lleva una máscara de cuero con aberturas en los ojos y agujeros para que respire por la nariz; un correaje cruzado de cuero negro con una gran anilla en el centro; una braga – tanga de cuero que deja sus glúteos al aire y unas polainas de cuero tipo las de los streapers. Lo que más llama Mi atención es que va descalzo.
Mi Amo me despierta de mi ensoñación (sorprende la cantidad de cosas y la claridad con la que pueden verse en un vistazo) ordenándome que pare justo delante del porche, en las escaleras de subida que llevan a él y me ordena que cierre totalmente mi abrigo al parar y baje del coche dejándolo con las llaves puestas.
Evidentemente lo hago; al salir del coche me asusto pues el sumiso está esperando justo al lado de la puerta para subirse en él. Mi Amo está ya en el porche de espaldas a mí; las dos sumisas también me dan en este momento la espalda pues lo flanquean tres pasos por detrás de Él. Es evidente que están esperando a que yo suba y me sitúe detrás de mi Dueño y Señor.
Lo hago y mi Amo avanza hacia la puerta que instantáneamente se abre como si tuviera un sistema automático; yo avanzo detrás de Él, mi curiosidad me impulsa a mirar a los costados pero algo en mi interior me dice que no debo despegar la vista de la espalda de mi Dueño que me precede dos pasos por delante y me contengo. Detrás de mí oigo el repiquetear de los tacones de las botas de las sumisas que nos acompañan haciendo eco al sonido de mis zapatos mientras no se escucha ni un sonido más en los alrededores.
Entramos en una sala de estar amplia, más bien un salón de baile que sala de estar. De un vistazo vislumbro una inquietante cruz de San Andrés, un potro y un elemento de colgadura. Así mismo, veo a tres Señores sentados en tres de los cuatro sillones tipo Luis XVI hacia los que nos dirigimos.
Estos Señores son servidos por 4 personas (una arrodillada al lado de cada uno sosteniendo una bandeja con un vaso y una cubitera y una cuarta en la barra de un pequeño bar); los Señores mantienen una conversación distendida en voz baja; y ese sonido y el de los pasos sigilosos de la cuarta sumisa son los únicos que se escuchan en el salón.
Las dos sumisas que nos acompañan me adelantan y adelantan a mi Amo; Él se para y yo tengo que frenarme rápido para no chocar con Él, pues estoy asimilando la información que ha entrado por mis ojos. Una de las dos sumisas ha ido a arrodillarse al lado de un cuarto sillón que se hallaba vacío; una flecha de dolor traspasa mi pecho, veo que hoy no voy a poder, siquiera, servirle. Se ha situado de rodillas, las manos a los costados y la cabeza gacha en posición de espera perfecta; viéndola de esa forma, la envidio profundamente pues su posición es eso, perfecta; y yo no me considero capaz de alcanzar esa perfección, a pesar de que mi Amo me dice siempre que lo lograré (es otro de los motivos de disgusto que tiene, las dudas que presento respecto de lo que puede lograr de mi).
La otra sumisa ha ido a arrodillarse en silencio delante del Señor que domina la escena desde el sillón central del salón. No me atrevo a levantar la cabeza para echarle un vistazo a dicho Señor pues la atmósfera es tan solemne (aunque distendida al tiempo) que casi siento que debería pedir permiso hasta para respirar. El Señor habla y la dice:
- ¿Qué deseas, esclava?
- Mi Señor, permítame presentarle al Señor Txiria que ha venido con Su esclava a visitarnos y a solicitar algo de Uds.
- Bienvenido Txiria, hace mucho tiempo que no nos veíamos –dice volviendo la cabeza hacia mi Amo con una sonrisa
- Así es, Demondar – responde mi Amo – He venido a solicitarte a Ti a y a estos otros Amigos nuestros un favor. Ese favor del que tuve a bien hablar ayer con Tu favorita.
- Refréscanos la memoria, Txiria, por favor – dice el Señor situado a la derecha de Demondar
- Es fácil, Credilón; esta esclava Mía Me desobedeció el otro día y, encima, se comportó de forma descuidada; de resultas de estos dos comportamientos quede muy mal ante 4 de Mis mejores Amigos. Por ello, desde el pasado sábado la he castigado a no sentir Mis manos sobre su cuerpo pero el castigo Me resulta insuficiente pues creo que, su falta, debe conllevar un castigo físico que Yo Me niego a darla al estar condenada a no ser tocada por Mí. Por ello os ruego que se lo apliquéis vosotros en Mi lugar
No me lo puedo creer; mis oídos escuchan las frases pero no las procesan; mi Amo me va a entregar a estos hombres a los que no conozco de nada para que sea castigada. Pero y ¿Él? ¿qué va a hacer Él en el mientras tanto?
- Por supuesto que lo haremos con agrado, Txiria – dice el Dominante de la izquierda, mientras esboza media sonrisa; me sorprendo no me había podido fijar bien en ella pero no hay dudas de su sexo pues su voz tiene los ricos matices de una soprano siendo, claramente, de mujer – sin embargo, ¿crees acaso que si no es merecedora de ser tocada por ti lo es de ser tocada por nosotros? Yo creo que no. De todas formas, toma asiento y marilo te servirá lo que desees tomar en una bandeja que te sujetará ilusión mientras hablamos de lo que se puede hacer.
- Muchas gracias Symphonie – responde mi Amo tomando asiento en el sillón libre dejándome abandonada en medio del salón.
Inmediatamente la sumisa que está en la barra (marilo, supongo) sale apresurada pero con gracia para recibir la comanda de lo que desea mi Amo y la que está arrodillada levanta sus manos para sujetar la bandeja a la altura perfecta para el servicio de mi Amo. Como la envidio; no solo envidio que lo pueda servir también su postura y su capacidad de hacerlas perfectas en su sencillez. Mi Señor pide su bebida favorita y marilo se la sirve con una rapidez inigualable, o eso me parece a mí.
Yo sigo en el centro de la escena; parezco olvidada de los cuatro Dominantes de los cuales, sin embargo, soy el tema central de conversación. No sé que hacer ni que va a ser de mí, pues aunque oigo de lo que hablan mis oídos parecen negarse a escucharlos; y un escalofrío de miedo recorre mi columna mientras pienso que estoy dispuesta a pasar por cualquier cosa cuando un nuevo jarro de agua fría se derrama sobre mi cabeza.
- Lo cierto es que opino que no debe ser tocada por nosotros pues, en Mi opinión, ha perdido el rango que le tenías conferido antes del incidente que has relatado. – comenta la Señora Symphonie - Desde Mi punto de vista debe ser rápida y profundamente reeducada pues ahora no es tanto una esclava como una vulgar y estúpida perra.
- Creo que tienes razón y que sería bueno verlo desde ese punto de vista –responde el Señor Txiria, mientras mi alma se desploma en mi interior - ¿qué sugerencia tenéis que hacerme?
- Opino que debería ser azotada, pinzada y torturada la vez que usada por nuestros esclavos y esclavas favoritos. – las palabras que exhala la boca de Demondar son como nuevos clavos que se introducen en mi ataúd – Ellos nos informarán de su comportamiento y de si se hace merecedora de recuperar ese grado que poseía para ser castigada y usada por nosotros tres.
- Estoy de acuerdo – opina Credilón – sin embargo, Me gustaría realizar una concreción; en realidad estamos 4 Amos aquí y, aunque el Señor Txiria haya degradado a su esclava favorita alguien debería castigarla de forma expresa por delegación de Él, ¿no opináis así?
Nunca había sabido a que estadios puede descender el alma de una persona hasta este momento. Si mi Amo acepta la oferta de Credilón es posible que mande llamar a una de mis hermanitas para que adopte mi papel y, luego ..... ¿cómo podría recuperar mi crédito ante Él y ante ellas? O quizá no lo haga; no lo sé solo sé que voy dando me cabal cuenta del inmenso fallo que cometí y que debo enmendar.
Me conjuro a mi misma para lograrlo. Soportaré todo lo que me espera y repararé mi falta. Además si mi Amo no confiara ya en mi no me estaría sometiendo a esta prueba, ¿o sí?
- Creo que es una buena idea – asiente Symphonie
- Me parece correcto – confirma Demondar
- Y ¿a quién proponéis? – pregunta mi Amo – el resto de Mis sumisas no las considero preparadas para someter a meriem al trato que merece.
Al escuchar esto de los labios de mi Dueño mi pecho se hincha y mi corazón da un vuelco de alegría; lo que pase quedará circunscrito al círculo de los que nos encontramos ahí.
- Puedes utilizar a gracejo – dice Demondar indicando la esclava que nos acompañó y continúa arrodillada delante de Él.
- Me parece una buena idea pero no la conozco.
- Pues pruébala.
- gracejo, acércate – dice mi Amo. La esclava se acerca a cuatro patas hasta delante de mi Amo y Él la toma de los pezones haciéndola levantarse del suelo sobre la punta de sus pies; no exhala ni un grito, ni siquiera un hilo de sonido sale de sus labios aunque yo sé, por experiencia, que está sufriendo, cosa que sí se nota en su cara – de acuerdo, Me la quedo con Tu permiso.
- Te la traspaso por el tiempo que dure esta prueba –confirma Demondar.
- Gracias Amo, por someter a esta indigna sumisa a la prueba y por aceptarme a Su servicio – dice con voz dolorida, gracejo.
- Quedas aceptada – expresa el Señor Txiria mientras suelta los pezones aprisionados por Sus dedos. gracejo cae hacia el suelo apoyando las palmas de sus manos y sus rodillas en el mismo; padece un instante de desvanecimiento pero se recupera del mismo con prontitud.
- Bien entonces quedamos en que será azotada, torturada y utilizada por 4 esclavos y que ellos serán los que nos informen de su evolución ¿no? – confirma Symphonie.
- Así es. Si os parece defino como ejecutora por Mi parte y elemento número 1 en la ejecución a simpatic, Mi esclava favorita – dice Demondar
- Como elemento número dos defino a irónico, Mi esclavo preferido – afirma Symphonie
- Como aportación número tres, presento a lucy, Mi esclava entregada – explicita Credilón
- Por último, usaremos a gracejo como instrumento número 4 de castigo – afirma mi Amo por su parte
- Que se adelanten los 4 – exclama Demondar
Suavemente se levanta una cortina detrás de mí y se escuchan los pasos de tres personas que siento se colocan en semicírculo a mi espalda. gracejo se levanta a su vez de los pies de Mi Amo y se sitúa en su lugar. De repente, escucho justo de detrás de mí una voz imperiosa de mujer que dice:
- Quítate ese abrigo, perra –Mi cabeza permanece gacha cuando me ordenan – cierra los ojos y que no te veamos abrirlos.
Sin pensarlo, deslizo el abrigo de Mis hombros dejando que caiga en el suelo haciéndose un ovillo a Mis pies; intento echarlo para atrás con los pies pero el nerviosismo que me embarga impide que lo logre.
- Un paso al frente y en posición de inspección – cumplo de forma inmediata la orden emitida por otra voz imperiosa de mujer. Doy ese paso al frente y mis manos se entrecruzan detrás de la nuca y mis piernas se abren en un ángulo de 30º aproximadamente. Evidentemente mis ojos permanecen cerrados y apretados
- Es obediente la perra esta – dice suave una voz de hombre detrás de mí que me produce un escalofrío.
- Así es - contesta la tercera voz de mujer – y además quizá hasta aparente estar educada. En este caso podremos forzar un poco su límite para ver si su educación es real o mera apariencia.
Oigo los tacones que repiquetean en el suelo acercándose cuando, de repente, unos dedos bruscos y exigentes de hombre penetran entre mis labios; no lo he oído acercarse. Abro la boca sin pensar para dejarles inspeccionar el hueco de la misma mientras pego la lengua a su parte inferior. Una voz en mi interior me anima diciendo que le voy a demostrar lo buena esclava que soy; lo bien que me ha educado mi Señor y lo merecedora que resulto de volver a servir a mi alma, mi Dueño.
Otra mano libera los corchetes traseros de mi corsé dejando mis tetas y todo el tronco de mi cuerpo al descubierto; simultáneamente dos manos exploran mis agujeros inferiores tocándolos y manipulándolos sin compasión. Me doy cuenta de que intentan excitarme y eso......... debe estar reservado para mi Dueño; resisto la prueba con entereza.
- Descálzate y cierra las piernas, puta – susurra una voz a mi oído.
Lo hago rápida pero cuidadosamente; sospecho lo que seguirá, mi tanga no cubrirá mi intimidad mucho tiempo más. Lo tengo asumido, es mi Amo quien ha decidido que estas personas lleven a cabo el castigo por mi indiscreción y yo, yo ...., solo puedo acatarlo.
Acierto; mientras oigo como mis zapatos son apartados de mí unas manos deslizan el tanga por mis piernas hacia abajo y otras dos sueltan el liguero lo que tiene por resultado que las medias queden en figura informe alrededor de las piernas.
- Acaba de quitarte las medias, zorrita –susurra la voz de hombre a mi oído.
Empiezo a soltar mis manos de detrás de la nuca cuando oigo chillar detrás de mí
- ¡Quieta! ¿Acaso alguien te ha dicho que muevas esas manos? No, si lo que va a resultar es que su desobediencia que no es por vaga sino por tonta.
- Venga haz lo que te hemos mandado o ¿es que te cuesta y no entra en tu cabeza de chorlito?
- ¿Acaso voy a tener que pedir una silla para poder descansar mientras te quitas un par de prendas?
- Será que pretende regalarnos con un espectáculo no pedido y, por ello, tarda tanto
- Es normal que su Amo no desee ni tocarla; es incapaz de cumplir ni la orden más simple.
Mi alma se rebela ante lo que oigo y mi cerebro se niega a procesar la información de lo que desean hacerme pero entiendo la humillación a la que me están sometiendo. Querían que demostrara mi incapacidad delante de mi Dueño y lo han logrado, pero no voy a dejarme vencer por ellos; no
Moviendo las piernas hago que las medias se deslicen por ellas hasta llegar a mis pies. Allí pisando la derecha con el pie contrario tiro del pie que la calza y consigo quitármela; lo mismo con la otra. Todo ello mientras mis manos permanecen cerradas en mi nuca y mis ojos casi me duelen del esfuerzo de mantenerlos cerrados y de contener las lágrimas que se han agolpado, mientras las voces me golpean los oídos reprochándome mi tardanza, mi poca gracia en la figura, mi poca capacidad para cumplir las ordenes, etc..
Consigo quitármelas del todo y recuperar la posición anterior. El momento ha sido duro pero ya ha pasado. Una duda ronda en mi cabeza ¿han sido tan duros por estar delante de los Señores?. Pero casi sin dejarme tiempo a respirar noto que jalan de mis pezones hacia arriba haciendo que me sitúe de puntillas. Aunque mi cerebro me pide que grite de dolor no lo hago, aprieto mis dientes, que chirrían, y mantengo la postura lo que mejor puedo sin emitir un sonido de entre mis labios.
En este momento noto que una correa se engancha a mi collar de perra y que una pieza de tela empieza a rodear mis ojos. Casi entro en pánico; mi Amo no les ha informado de mis límites; Él sabe bien que esto es de las pocas cosas que me paralizan. Casi no sé ni como reaccionar
- Por favor, no me venden los ojos – consigo musitar – es uno de mis límites reales pues me hace entrar en pánico.
- Es cierto – oigo que Mi Señor viene en mi ayuda – es uno de sus pocos límites reales.
- Déjala, simpatic – ordena la voz autoritaria y seca de Demondar. Siento alivio, no estoy sola en mi castigo los Señores no me van a tocar pero vigilan lo que pasa y, sobre todos ellos, lo hace mi Amo, mi Vida.
La venda se retira y siento un tirón de la correa. Sin abrir los ojos respondo automáticamente a la indicación y me sitúo en el suelo a 4 patas; tiran levemente de mi cuello y me conducen a tirones suaves hacia donde me desean llevar.
Respondo a los mismos dejándome llevar, la cabeza gacha y los ojos cerrados mientras con las palmas de las manos, las rodillas y las puntas de los dedos de los pies siento los cambios en la composición del suelo. Una voz inquietante me pregunta entro de mi cabeza ¿a dónde me llevan?