sábado, 20 de junio de 2009

jueves, 4 de junio de 2009

El Castigo Capítulo 5 (El castigo de los Dominantes)

Por fin parece haber terminado todo, cuando unas palabras de mi Amo hacen que el vértigo me vuelva a invadir.
- Creo que meriem ha empezado a sentir claramente cual es su lugar pero, para acabar de comprenderlo cabalmente, debería ser castigada por un Señor que lo hiciera sin pensar en otra cosa más que en lo que ha originado esta situación. Lo haría Yo mismo pero...... sin embargo, aún faltan un par de horas para que termine el día y recuerdo que la he castigado sin que Yo la toque hasta ese momento.
- No te preocupes, Txiria. Una vez que ha recuperado su rango Me parecerá estupendo castigarla y creo que nuestros dos Amigos estarán encantados de colaborar en este sentido.
La que ha hablado ha sido la Señora Symphonie pero los otros dos Señores asienten con sus gestos a la propuesta realizada por ella. Sin embargo, la cara de mis cuatro hermanos se ha transformado adquiriendo un color cercano al de la ceniza; entiendo que esto no va a resultar baladí, que no va a ser una cosa sencilla.
Mi Amo asiente con cabezadas pausadas, como si estuviera meditando que decir; pero lo conozco y sé que va a admitir que los tres Señores acaben con las pocas fuerzas que me quedan y, mientras tanto, Él infligirá una nueva humillación a mi alma dejándose servir por otra esclava; por lo menos espero que sea alguna de entre mis cuatro recién ganados hermanos.
- La verdad, Symphonie, es que no tengo en absoluto claro que tenga el nivel necesario para ser castigada por vosotros; os agradezco sinceramente que deseéis ayudarme pero temo que no sea capaz de aguantar los castigos y humillaciones que sois capaces de conferir y que acabará dejándome en mal lugar. Por ello,…
- Mi Señor, por favor, dejadme demostraros lo dispuesta que estoy a serviros y lo que soy capaz de hacer por Vos aunque acabe sin fuerzas e incapaz de casi ponerme en posición de serviros, lo haré lo aguantaré todo y veréis, un vez más, que soy Vuestra y solo Vuestra.
Yo no esperaba esas palabras de mi Amo y, sin pensar ni medir las consecuencias de mis actos, me he dejado llevar por la emoción que me embarga y no me he dado cuenta que, después de resistir todas las celadas de mis hermanos, acabo de caer en la que tan sutilmente me ha tendido mi Dueño.
He hablado con los ojos llenos de lágrimas y entrecerrados, llenos de rabia, por ello no he podido ver las caras de los Señores ni las de mis hermanos; las de los primeros están exultantes, las de los segundos contrariadas y llenas de lágrimas. Al abrir los ojos y ver las expresiones me doy cuenta de hasta donde he metido la pata, de la gran equivocación que he cometido. Todos están callados mirándome fijamente, he cometido dos imperdonables fallos. He hablado sin permiso y, lo peor, he interrumpido lo que estaba diciendo mi Señor.
De repente soy consciente de la situación que he provocado y, como traspasada por un ciclón, mi alma queda arrasada y dolorida. Sin poderme contener, y a pesar de cometer una nueva incorrección, agacho mi cabeza hacia el suelo y extiendo mis manos al frente con las palmas boca abajo. Ni mi frente ni mis palmas tocan el suelo pues estoy pidiendo perdón y suplicando el merecido castigo.
Las risotadas sarcásticas e hirientes de mi Dueño y Sus amigos son uno de los peores castigos que he recibido nunca. No esperaba que mi soberbia saliera a relucir tan pronto; deseo ser reconducida pero ya.
- Cómo os iba diciendo, - continua mi Amo, casi sin poder vocalizar bien a cuenta de la risa – no sé si será capaz de aguantar las situaciones en las que la pondrán vuestros castigos y humillaciones, pero me gustaría ver lo que es capaz de ofrecerme seriamente.
- De todas maneras, es curiosa en su forma. La educación formal es excelente, como indica su postura y demuestra lo bien que la habéis enseñado; pero, sin embargo, tiene una maravillosa soberbia de ser lo que es que la hace sobrepasarse muchas veces en su propia forma de actuar. – comenta la Sra. Symphonie – creo que el castigarla, el llevarla al fondo de su alma puede resultar extraordinariamente placentero.
- Estoy de acuerdo – dice Credilón – ya estoy deseando usar Mi látigo largo en ella mientras está colgada.
- Creo que su pequeño cuerpecito va a sentir algo que nunca le han aportado en la forma que nosotros somos capaces de hacer – añade Demondar
Mientras hablaban, los tres Señores se han ido poniendo en pie. Se acercan a mí desde los tres costados. El Sr. Credilón por mi derecha, la Sra. Symphonie por la izquierda y el Sr. Demondar por el centro. Lo sé claramente a pesar de que solo puedo ver sus zapatos pues las sandalias adornadas de la Sra. son inconfundibles, pero también lo son las botas de montar del Sr. Credilón.
- En pie esclava – resuena la voz del Sr. Demondar
Me levanto como si me aplicaran un resorte. Mis manos suben a mi nuca de forma casi inconsciente mientras mis piernas se abren en un ángulo de 15º casi perfecto y, casi sin pedirlo, apoyo más las puntas de mis pies en el suelo, mientras mis ojos miran al suelo delante de mí haciendo que mi cuerpo adopte la postura del ofrecimiento y la entrega.
Los tres Señores empiezan a dar vueltas lentas y cuidadosas a mi alrededor; yo intento mantener mi concentración y no mirar a mi Amo para nada, sé, siento que es lo qué Él desea. A mí me vendría muy bien mirarlo para poder tomar fuerzas de Su cuidado en mi, pero sé que eso representará una flaqueza por mi parte y que esa flaqueza lo herirá.
En un momento dado, se precipitan los tres sobre mí atacando mi cuerpo de forma simultánea. Mientras uno de los Señores toma mis tetas sopesándolas, pellizcándolas y magreándolas; el otro ha cogido mi cabeza, estirando mi pelo y haciéndome abrir la boca mientras acerca la palma de Su mano a ella, por supuesto y sin duda, la beso y la lamo con adoración.
Por su parte, la Sra. Symphonie ataca en mis agujeros más íntimos (si es que una esclava puede poseer intimidad propia), sin pararse en mientes; tocotea mi culo y mi coño, tira de mis labios vaginales y los tortura; uno, no dos de sus dedos penetran profundamente mi ano.
Lo inesperado y brutal del asalto hace que me sienta totalmente agredida y humillada. Mantengo mi postura en lo que puedo, mientras permito el acceso de la forma más libre a mi cuerpo por parte de Ellos.
En ese momento la mano que está cerca de mi boca se aleja y cae en una fuerte palmada en mi cara. La bofetada me toma por sorpresa y hace que me mueva de mi postura con lo que los dedos de la Sra. Symphonie casi se salen de mi culo perforado. A su vez, la presión en pinza sobre mis pezones hace que queden estirados y que sienta casi como si fueran a ser arrancados de cuajo del lugar en el que deben estar.
- Mirad a esta perra que no sabe ni mantenerse en una posición. - ruge la Sra. Symphonie. Por el tono de su voz siento que está enfadada y yo no quiero que lo esté pues significaría defraudar a mi Dueño y Señor.
- Sí, tienes razón; – comenta el Sr. Demondar – he tenido que aplicar toda mi fuerza para que sus pezones no escaparan de entre mis dedos.
El tono empleado es, así mismo, de enfado. Siento vértigo; un vértigo que amenaza con hacer que `pierda mi estabilidad. Me pregunto inconscientemente si seré capaz de soportar el castigo al que me estoy viendo sometida.
- Y eso que aún no hemos empezado a emplear nuestros látigos en ella. ¿Será capaz de mantener su posición mientras lo hacemos?
- Eso es toda una duda pero que la solventaremos muy pronto. – contesta el Sr. Demondar
- Esperad tengo una idea creo que mejor; - interviene la Sra. Symphonie. – ponte a cuatro patas, puta.
La orden suena como una bofetada y en mis oídos es más dolorosa que el soplamocos anterior. Sin embargo no dudo en obedecer aunque para ello debo extraer los dedos de la Sra. de mi Interior y mirar suplicante al Sr. Demondar para que permita que mis pezones queden en libertad.
Él me sonríe con una sonrisa cínica mientras niega suavemente con la cabeza y empieza a tirar de ellos hacia abajo. Comprendo instantáneamente y me humillo ante Ellos mientras mis pezones siguen sufriendo el estiramiento y el pellizco del Sr. Demondar. Así poco a poco colocándome inicialmente de rodillas mientras Él sigue tirando de mí hacía abajo manteniendo su presión hasta que ya no puede sujetarme por más tiempo desde mis tetas.
Ya estoy a cuatro patas en medio de ellos.
- Deberíamos jugar a “chupa y azota”. Mientras nos da placer a uno de nosotros los otros dos iremos azotando su espalda, muslos y culo. Haremos el cambio en el momento en que el Dominante que está siendo atendido con su boca se corra en su interior. En ese momento, deberá tragar la corrida, limpiar el suelo con la lengua y darnos las gracias por permitirla que nos dé placer.
- Básicamente estoy de acuerdo, pero tengo una variante – interviene el Sr. Credilón – Yo no deseo correrme en su boca sino encima de su cara con lo que luego deberá comerse la corrida ayudándose de los dedos y demostrando lo rica que le sabe, jajajaja.
Mi cara se enciende al oírles, no deseo ni darles placer con mi boca, debería estar reservada a dar placer a mi Dueño, ni que nadie crea que otra persona es capaz de dármela por lo más remoto. Mi intrínseca rebeldía esta bullendo en mi interior a punto de salir para decir que no lo haré, cuando desvío mi mirada hacia mi Amo adorado y lo veo atento, concentrado en la situación y en mí.
En el breve instante en que se cruzan Su mirada y la mía, siento que Sus ojos me sonríen y veo como su cabeza realiza un pequeño gesto de asentimiento.
Entiendo; no les voy a dar placer a Ellos sino que se lo voy a dar a Él; al fin y a la postre Ellos no son más que una de las muchas armas que puede usar para castigar mi orgullo y rebeldía. Por lo que, cumpliendo el castigo como me lo vayan ordenando, lo que haré será rectificar y corregir mi error infantil y mi soberbia que tan duras me están costando.
- Mis Sres. ¿podrían indicarme por quién debo empezar? – digo con voz clara y decidida.
- Muy bien, pequeña empieza por Mi – responde la Sra. Symphonie.
Me dirijo decidida hacia ella; llego a Su lado y Ella levanta la falda que lleva. Debajo de la misma lleva un tanga estrecho cuyo triángulo cubre el sexo de la Dama. Me introduzco debajo de la misma encomendándome a todo lo que se me ocurre, pues nunca he realizado una comida de coño.
- Solicito Su permiso para bajar Su tanga, Señora. - Lo primero que he aprendido, en mi vida al servicio de los Amos que he tenido, es que lo de tocar a un Dominante sin Su permiso lo único que acarreará es un castigo importante.
- Puedes hacerlo, niña. Por cierto, más te vale dar me mucho placer porque si no te demostraré que no es precisamente un Dominante masculino el que puede azotar más intensamente.
Bajo el tanga de la Sra. con lentitud; lo deslizo con cuidado por Sus piernas hacia abajo y se me ocurre la idea de dejar deslizar mis manos simultáneamente al tanga. La caricia coge por sorpresa a la Dama y Su reacción, al principio, me hace temer por mi integridad; sin embargo, Ella se relaja y deja que la acaricie las piernas antes de que la ropa íntima llegue hasta el suelo. Por supuesto, aprovecho la relajación para acariciarla intentando despertar Sus sentidos antes de que empiecen los latigazos a caer sobre mi cuerpo.
Levanto levemente el pie izquierdo de la Sra., para sacar el tanga de ese lado, mientras ella se apoya en mi espalda y, a continuación, saco el pie derecho. Sin dilación empiezo a lamer el sexo de la Sra. y ante el primer suspiro de Ella cae sobre mis glúteos el primer latigazo.
Aunque nunca me ha gustado lamer el sexo de otra mujer, no soy bisexual sino solo hetero, pongo toda mi dedicación en complacerla pues sé que es lo que mi Amo está esperando de mí. Sé que Él desea que haga que los tres Señores se corran, y a ser posible, antes de que den las doce campanadas que indicarán el fin de mi periodo de castigo.
No sé ni como pero los latigazos en mi trasero y mi espalda unidos a mi voluntaria entrega hacen que me sienta bien, feliz, a gusto e, incluso, excitada. Sé que no me puedo correr y no lo haré pero el simple hecho de sentirme así es casi una obscenidad pues un castigo no debe de resultar agradable; ese es uno de los axiomas de mi Dueño y Señor.
Centrada como estoy en mi labor, y casi sin percatarme del tiempo transcurrido, a punto estoy de no darme cuenta de los suspiros de placer cada vez más intensos que emanan de la boca de la Sra. Symphonie. Intuyo prestamente que está dispuesta a derramarse en mi boca y, aunque no sea plato de mi gusto, me preparo a recibirla pues es lo que necesito hacer para que las cosas regresen al punto del que, por mi ineptitud, salieron.
Los jadeos y suspiros de la Sra. Symphonie resuenan en toda la sala mientras se derrama en mi boca; yo sigo chupando, lamiendo y comiendola el clítoris mientras ella se derrama en mí sin control aparente. Casi sin dejarla finalizar se escucha la voz del Sr. Credilón que dice:
- Vaya Symphonie, nunca creí que nadie fuera capaz de hacerte correr en tan poco tiempo. La verdad niña que Me acabas de dejar absolutamente sorprendido. Ey… ¿¿¿qué estás haciendo, pequeña????
La última frase del Sr Credilón viene dada porque sin darles tiempo a reaccionar he dejado la entrepierna de la Sra. y me he dirigido tan rauda y veloz como he podido hacia Él poniéndome a Sus pies y con mi cabeza casi tocando sus lustradas botas.
He aprovechado Su asombro y Sus palabras para limpiar el suelo de lo poco que se ha derramado y para decir en voz audible, pero casi tapada por la de Él:
- Gracias Señora, por permitir que esta humilde esclava la de placer y permitirme que deguste el manjar de Su sabor.
- Señor, ¿me permite bajar su pantalón y su slip para tomar su pene con mi boca??? – le pregunto con mi más sencilla forma de hacerlo y en contestación a Su última pregunta.
Mi reacción ha sido tan instantánea que les ha sorprendido. Empezando inmediatamente con el miembro del Sr. Credilón sé que el tiempo transcurrirá más rápido y que mis sensaciones positivas ayudarán a mantener mi concentración. Además obtengo la ventaja de que a la Sra. Symphonie no le ha dado tiempo a recuperarse de la corrida que acaba de tener por lo que sus azotes serán de menor intensidad.
- Por supuesto, pequeña; sigue adelante con la tarea que te hemos encomendado entre los tres. – contesta el Sr. Credilón.
Tanto la carcajada del Sr. Demondar como la risa contenida que acompaña Sus palabras me hacen entender que ambos son conscientes de la situación y que aprueban como me deslizo a través de las rendijas que han dejado libres las órdenes recibidas. No estoy segura pero me ha parecido escuchar de fondo tanto la risa alegre del Amo de mi alma como las risitas contenidas de mis compañeros.
Esta impresión hace que me sienta aún con mayores fuerzas a pesar de mi agotamiento. Sin embargo aún me falta atender a dos Señores y sé que ninguno de los dos será ni complaciente ni me permitirá el mínimo escape a la labor encomendada. Recuerdo que el Sr. Credilón ha expresado su deseo de correrse en mi cara y que luego lo chupe cogiéndolo con los dedos.
Solo pensarlo se me revuelve el estómago pero viendo en mi interior la fuerza que mi entrega absoluta me está proporcionando siento que no solo podré hacerlo sino que, casi, me resultará placentero. Con esta última sensación en mi alma empiezo a cumplir con mi labor.
Es curioso pero el hecho de que los latigazos propinados por la Sra. Symphonie sean menos fuertes de lo esperable, en vez de causarme descanso, me producen, en un principio, desasosiego; siento como si hubiera hecho trampas. Sin embargo, mi conciencia está absolutamente tranquila y, gracias al recuerdo de las risas aprobatorias, la paz se vuelve a instalar en mi ser.
Es increíble pero noto que el Sr. Credilón está ya excitado, y mucho, antes de que yo inicie la mamada (esa actividad que tanto me cuesta y para la que mi Señor tanto tiempo ha dedicado a educarme). No sé porque es pero no me lo cuestiono; simplemente lo anoto mentalmente para preguntárselo a mi Dueño en cuanto estemos en la intimidad.
Gracias a esa excitación previa, noto que le va a costar mucho menos llegar al orgasmo por lo que, sin decir nada pero dentro de las instrucciones, saco Su pene de mi boca y empiezo a masturbarlo manualmente con furor delante de mi cara, esperando que pronto se derrame encima de ella y así acabar y cumplir con la segunda parte de la labor encomendada.
Los jadeos pequeños chillidos del Sr. Credilón no son nada comparados con los que ha emitido antes la Sra. Symphonie pero resuenan a gloria en mis oídos pues representan que estoy logrando mi objetivo y, a mi me parece que, en muy poco tiempo.
La corrida del Sr. Credilón es abundante y va llenando mi cara de chorretones de lefa que la dejan sucia y que hacen que me sienta asquerosa. Necesito el recuerdo de todas las sensaciones positivas que he tenido antes para poderme reponer de esta sensación que amenaza con romper mi equilibrio.
Lo consigo y, gracias a ello, evito retirar mi cara de la línea de tiro donde van cayendo los chorros que emite el Sr. Credilón.
Ahora viene la parte más difícil pongo una sonrisa en mi cara y, mirando directamente a los ojos del Sr. que me ha humillado de semejante forma, llevo el dedo índice de mi mano derecha hacia mi cara. Estoy a punto de posarlo cuando el reloj de la sala empieza a sonar y noto como todos se quedan rígidos en sus posiciones.
No sé que pasa pero yo sigo adelante con lo que me ha sido encomendado; sin embargo, justo antes de tocar con mi dedo en mi cara manchada, oigo la voz del Sr, Txiria, mi Amo adorado, que exclama:
- Quieta Mi niña, el plazo que tenían estos Señores y Sus lacayos para castigarte ha transcurrido; así que puedes dejar que tus compañeros esclavos te ayuden a lavarte y aliviarte si lo deseas.
- Mi Señor adorado, claro que lo deseo si Vos estáis de acuerdo en que así se lleve a cabo – exclamo mientras mi cabeza se inclina hacia el suelo en dirección a Mi Dueño que se ha levantado de Su asiento dirigiéndose hacia mí.