sábado, 14 de febrero de 2009

Roles por Azrael Arcángel

Ultimamente pienso que sería bueno tener al niño del cuento que nos gritara: "¡El Emperador va desnudo!", cada vez que pretendemos asumir roles en público que no nos hemos ganado en privado...y que ESTAMOS OBLIGADOS a seguirnos ganando día a día. En un mundo donde tenemos cada vez más medios para construirnos nuestras propias fantasías, es MUY DIFICIL integrar esas fantasías con nuestra propia vida cotidiana, y mucho más aún entrelazar ambas cosas con las de los demás sin caer en el error de verlos como meros actores de nuestro propio guión. Esto, por supuesto, vale para cualquiera de los roles. Para colmo de males, ser una u otra cosa no es como ser ingeniero, o registrador de la propiedad, no existe un temario, ni un certificado. En un mundo ideal todos deberíamos ser capaces de un nivel suficiente de introspección como para SABER a ciencia cierta, no sólo QUE somos, sino también QUIENES somos. La realidad es que, incluso cuando conseguimos alcanzar esa consciencia de nosotros mismos que nos permite identificar nuestros deseos y emociones de forma desapasionada y autocrítica, cuando menos lo esperamos ALGO nos golpea y nos hace reevaluar todo de nuevo.

Por eso yo soy muy reacio a las etiquetas. Amo, sumisa, Dominante, esclavo...cada una es un cliché si antes no has hecho los deberes pertinentes para conocerte a tí mismo, un mero disfraz o un uniforme de gala para un baile. El único rol que cuenta se materializa en cada relación, porque QUE NADIE SE ENGAÑE, no existen roles si no hay al menos dos personas dispuestas a poner en juego su vulnerabilidad, su autocontrol, sus emociones, sus miedos, su compasión, su sentido del deber y de la ética...y ser consecuentes con lo que de ahí surja. Entiendo y respeto a todos aquellos que se limitan a poner en escena guiones escritos por otros, que buscan en las novelas del género pequeñas liturgias que poner en práctica, o que repiten escenas de la infancia (¿jugamos a los indios, s.?) buscando en su interior aquello que por primera vez hizo temblar sus cimientos emocionales.

A veces pienso que muchos sueñan con viajar a este país lejano y miran folletos, estudian mapas, aprenden su historia y añoran un lugar irreal del que van construyendo su propia imagen, y cuando al final se deciden a visitarlo, o consiguen ahorrar suficiente para el billete, se comportan como meros turistas que sólo van buscando confirmar que todo es como en sus sueños...por cierto, es irónico el número de aficionados a la fotografía entre nosotros...

No sé, yo soy muy mal turista, y tengo mucho respeto por la inmensidad de las cosas. Sé que si intento abarcarlo todo, y me engaño a mí mismo creyéndome el dueño de la situación, si algo merece la pena, pasará de largo. Así que en mi interior asumo mi papel con humildad, tanta como creo que debe tener quien acepte ponerse en mis manos, porque en mi corta experiencia he conseguido aprender que, a veces, la misma persona a la que imperturbable has hecho derramar lágrimas de dolor, con una mirada o una simple frase puede hacerte tambalear y volver a hacerte preguntar quién eres en realidad...

Todo esto viene a cuento (espero), porque creo que tenemos que hacer más énfasis en que no buscamos roles, sino personas. Si yo tuviera que explicar aquí por qué asumo yo mi propio rol, sería bastante largo, pero baste decir que no veo demasiados síntomas de que ésto cambie. Ahora bien, si en algún momento descubriera algún lugar en mi interior que requiriera arrodillarme para visitarlo, y sintiera esa necesidad, sin duda lo haría. Y es esta seguridad la que me proporciona el respeto que tengo hacia quien se arrodilla ante mí, y que es lo más importante que me separa de quien sólo busca descargar su ira, sus frustraciones, sus miedos o su desprecio.

En este canal, como en algún otro, las normas incluyen la aceptación del protocolo, y a veces esto se cuestiona en público o en privado. Aunque me parece bien que esto sea así, que esa aceptación del protocolo mantenga el clima de respeto, puede que no se acabe de entender bien que una vez en privado, la aceptación de ese protocolo no supone ninguna clase de obligación. Por muy obvio que parezca, quizá esto debería estar mas claro, al igual que deberíamos (si queremos de verdad ser de alguna ayuda, claro está) no tomarnos tan a la ligera la cuestión de los roles en aquellos que aún no tienen experiencia real.

Como alguien ha dicho por ahí, manipulamos dinamita emocional. Más allá de la frivolidad que nos trae a estas salas, que nos permite hacer bromas de Amos y sumisas, de azotes y fustas, y que nos hace sentirnos arropados, creo que tenemos la obligación ética (soy un obseso de la ética de la transgresión, lo confieso), de no olvidar nunca eso, y de intentar que nadie, ni los más viejos ni los recién llegados, lo olviden.

El Baño por entregada{MdT}

Habían pasado los días y ella no había vuelto a saber nada de Él. Después de aquel primer encuentro ella se había quedado ilusionada y con ganas de repetir, de volver a encontrarse con Él, pero no quería molestarle llamándole, y lo que era aún peor, el temor a no haber estado a la altura la aterraba. Otro Amos se habían interesado por ella en aquellos días, pero ella no podía dejar de pensar en Él, no se lo quitaba de la cabeza, y no quería hacerlo. Había luchado mucho por encontrar a la persona especial, a alguien con quien conectar en lo personal y en lo pasional y creía haberlo encontrado y no quería dejarlo escapar. Decidió dejar pasar los días y esperar a que fuera Él quien contactara con ella; eso sí, el día que requiriera de su presencia ella estaría lista y dispuesta y algo le decía que ese día llegaría. Así pues continuó con su rutina, con su trabajo y con sus amigos, siempre con un pedacito de su cuerpo de su mente entregados a Él aunque Él no lo supiera. Hasta que por fin un día le llegó un mensaje que le advertía de que estuviera preparada, que pronto recibiría órdenes para encontrarse con Él. Una vez más, como en aquel primer encuentro, un hormigueo le recorrió el cuerpo, no sabía qué hacer, qué ponerse; estaba nerviosa a la par que ansiosa por volver a someterse a Sus deseos. Decidió que lo mejor sería tomarse un baño relajante, de modo que preparó el baño. Se desnudó, se sumergió en el agua llena de espuma y cerró los ojos. No pudo evitar comenzar a fantasear con Él y recordar su primera sesión. Volvió a sentir sus manos, volvió a oír su voz en su cabeza, volvió a experimentar el calor de la excitación en su cuerpo y comenzó a excitarse. Casi sin darse cuenta comenzó a acariciarse. Recorría su cuerpo con sus manos, desde el cuello hasta su sexo pasando por sus pechos y su vientre; se mordisqueaba los labios y fantaseaba con que las manos que la tocaban no eran las suyas sino las de Él. Cogió una de las velas que la alumbraba y comenzó a echarse cera por los pechos; sus pezones se pusieron duros. Entreabrió los ojos para ver el color de la cera sobre su piel, le gustaba el contraste. Siguió echándose cera y sumergiendo y restregando su mano por su sexo. Cuando se quiso dar cuenta ya estaba con uno de sus juguetes en la mano. Lo chupaba como si aquel falo fuera el de Él. Lo lamía y luego se lo metía en la boca. Estaba muy caliente. Mientras se penetraba con aquel consolador seguía echándose cera por encima. Puso las piernas en los bordes de la bañera para meterse aquel miembro de plástico lo más profundo que pudiera. ¡Dios, cómo le gustaría que fuera Él el que la estuviera follando y no un pedazo de plástico! No podía apartar Su imagen de su cabeza. Se pellizcaba los pezones y se daba palmadas en el clítoris mientras se follaba con fuerza. Estaba perdida en los placeres de la carne, ni tan siquiera se daba cuenta de que el agua se estaba saliendo de la bañera debido a sus movimientos. Le daba igual, solo quería correrse. Cogió de nuevo una vela y mientras seguía metiéndose el consolador por su sexo se echo cera en la pierna y la levanto para que ésta escurriera hacia su sexo. Estaba a punto, se iba a correr. Se le vino a la cabeza su propia imagen reflejada en el espejo, a cuatro patas y con la espalda llena de cera y Su semen. Fue demasiado. Se corrió. Se sumergió en el agua unos instantes y al salir respiró profundamente. Cuando abrió los ojos y se vio sintió vergüenza, vergüenza de ser capaz de masturbarse de ese modo con tan solo pensar en Él. De pronto un mensaje. Era Él. Iba hacia su casa. Se levanto. No sabía qué hacer. El agua le escurría por su cuerpo desnudo. Salió de la bañera y se miró al espejo, estaba sonrojada y despeinada. Se arregló un poco el pelo y se envolvió en una toalla. En ese momento sonó el timbre. Ya había llegado. Corrió a la puerta y le abrió. “No esperaba encontrarte así, la verdad”. Dijo Él. “Ya, bueno, es que...” balbuceó ella. “No pasa nada” contestó Él con una sonrisa mientras entraba en casa y cerraba la puerta tras de sí. Se quitó la chaqueta y se sentó en un sillón. Ella no se había movido. Estaba allí de pie, mirándole, sin saber qué hacer ni qué decir. Le parecía incluso más imponente que la primera vez que le había visto. “Quítate la toalla y date una vuelta. Hace días que no te veo y quiero observarte y comprobar que todo está donde lo dejé”, le dijo Él guiñándole un ojo. Ella dejó caer la toalla al suelo y se giro para Él. “¿Sabes? A mí también me apetece un baño. ¿Me muestras el camino?”Ella sonrió y asintió. Se dio media vuelta y se dirigió al baño. Al llegar se dio cuenta de que no había recogido nada. La bañera, aunque estaba vacía, tenía restos de cera y el consolador en el fondo la delataba. “Vaya vaya. Parece que he llegado un poco tarde. Bueno, ahora me lo compensas, ¿verdad?”, le inquirió Él. “Claro Señor, por supuesto. Yo solo...” se apresuró a contestarle ella. “Shhhhh. Tranquila. Prepárame el baño. Yo mientras iré a descansar un rato” la cortó Él. Se quedó allí sola, de rodillas frente a la bañera, con un sentimiento de culpa por lo que acababa de hacer. Por no haberse preocupado en tener todo preparado por si a Él se le ocurría ir a su casa. Por haber pensado en su propio placer en lugar de preocuparse en prepararse para Él. Se sentía estúpida. Pero estaba dispuesta a que eso no volviera a pasar. Estaba dispuesta a compensárselo y haría todo lo que pudiera para ello. Estaba ansiosa por demostrarle lo contenta que estaba de que la hubiera vuelto a buscar y lo ansiosa que estaba por satisfacer sus deseos.

miércoles, 11 de febrero de 2009

INTENTANDO RECTIFICAR UN ERROR por Txiria

zuria está sentada delante de su ordenador; como cada vez que lo enciende, desde hace más de cuatro meses, una sensación de pesadez e inutilidad inunda su alma. Sin quererlo ni pensarlo su mente viaja hacia atrás, hacia la fatídica fecha en que de forma reiterada se negó complacer la voluntad de su Amo. Normalmente no deja que la pesadumbre la inunde pero hoy no puede reprimir el pensamiento y se deja llevar.
Piensa, “mi Amo” sí para ella sigue siéndolo el único Hombre que, con la ayuda de la esclava con la que convive la ha tratado con paciencia y la ha llevado por los caminos que ella desea recorrer; el único Hombre que ha sabido atenderla y guiarla; y ella, por una maldita cabezonería, Le ha obligado a que la abandone por cabezota y desobediente.
Un suspiro profundo e intenso se escapa de la boca de zuria; recuerda perfectamente lo sucedido, la orden concisa, reiterada y tajante por parte de su Dueño y su negativa contumaz a cumplirla; así como Sus últimas palabras: “si no haces lo que te mando, si te niegas a hacerlo, no habrá vuelta atrás, nunca en ningún momento.
Silenciosa y pesimista menea la cabeza con firmeza para despejarla de la corriente de melancolía que la ha invadido. ”Sigamos con lo que iba a hacer, se dice ya que si no lo acabaré nunca”.
Levanta la cabeza y la fija en la pantalla del ordenador. El Messenger, como siempre que se conecta está abierto y allí en medio de la lista del mismo está Él. “Lo que me faltaba” piensa mientras intenta decidirse a cerrarlo. Sin embargo, su voluntad no puede con sus ganas de intentar hablar con Él.
Aparta su vista del nick de Txiria con un esfuerzo tremendo y al hacerlo se fija en otro que está al lado, Maria_S la Sra. que es la esclava de su Dueño. Sabe que siempre la ha ayudado pero también que la causa tanto respeto que casi linda la admiración y, que ante ella, se siente pequeña, muy pequeña.
A pesar de ello, y contestando a un momentáneo impulso, decide abrirla una pantalla de conversación. No sabe, para que no tiene idea de que pueda sacar algo de ello pero……… no desea hablar con el Sr. Txiria (a pesar de que ya lo ha hecho alguna vez desde la ruptura) y necesita hablar con alguien, alguien con quien recuperar las sensaciones de antaño aunque sea fugazmente
- Hola – dice zuria
- Hola – contesta Maria_S - ¿qué tal estás?
- Bien, bueno más o menos bien.
- ¿Qué te pasa?
- Nada que no encuentro Amo para mí – mientras escribe se dice que menuda verdad es esa. Al fin y al cabo las dos veces que ha intentado estar con alguien desde que lo dejó con el Sr. Txiria han sido un fracaso absoluto.- Debe ser que soy incapaz de ser sumisa. Quizá es que no lo soy.
- No digas tonterías – la frase que emana la pantalla del ordenador la llega hasta lo más profundo de su interior como si se lo dijeran de una forma brusca y cortante al mismo tiempo que premiosa. - ¿Acaso lo que has hecho mientras has estado con mi Señor ha sido teatro???
- No, señora, no lo ha sido; disculpe y, por favor, no se enfade. Pero no encuentro a nadie a quien entregarme y ………….. además me siento tan poco capaz de seguir. – se produce una pausa en la escritura; una pausa que dura como medio minuto – me sentí tan mal cuando me despidió, cuando me echó de su lado que no sé que decir. – nueva pausa aunque más corta- Yo sé que necesito tiempo y que me den tiempo para hacer las cosas no que me lo digan de ahora para ya. Y creía que el Sr. Txiria lo sabía.
- niña haz el favor de no decir tonterías, la orden de depilarte tu coño y mantenerlo depilado te la dio el primer día que estuviste con nosotros; que yo estaba presente. Así que no era una orden nueva e imprevista.
- Ya – una nueva pausa se impone en la conversación.
En casa del Sr. Txiria y de Maria_S los ordenadores se hayan separados no más de tres metros. Maria_S mira a su Señor con cariño y adoración y le hace una pregunta a bocajarro:
- Mi Señor ¿me permitís una pregunta un poco arriesgada? Pero por favor, no os enfadéis cuando os la haga.- El Sr. Txiria levanta Su cabeza de lo que está haciendo, extrañado tanto por la forma como por el fondo del comentario de Su esclava.
- Dime, Mi linda niña. No te preocupes que no Me voy a enfadar.
- ¿No habría alguna manera de que zuria volviera a estar Su servicio, mi Dueño?
De la garganta del Sr. Txiria sale una risa profunda y alegre. Mira a Su esclava y se dice a Sí mismo lo mucho que la quiere y lo bien que le sirve.
- ¿Por qué Me lo dices, Mi preciosa princesa? – contesta Txiria – haberla, hayla:; pero como si no la hubiera pues no va a cumplir con ella……….
- ¿Por qué crees que no lo va a hacer? – Maria_S abandona de forma inconsciente el tratamiento pasándose al tuteo que es habitual entre ambos.
El cambio es debido al automatismo en las relaciones, sin dejar de ser Su esclava hay muchas veces que se comporta exclusivamente como si fuera solo Su mujer. Y ella ha percibido bien la desesperación de zuria y está convencida de que hará lo que fuera por volver a servir a su Dueño.
Por ello la seguridad de Txiria, la ha sorprendido; no creía que estuviera tan en disonancia con su opinión.
- Porque la única forma de que volviera a estar a Mi servicio es que Yo percibiera, más allá de toda duda, que no volverá a fallarme. Y sé que eso para ella es un esfuerzo casi imposible.
- mi Amo, ¿cómo se concretaría esa prueba?
- Sabes perfectamente que no he conseguido que viniera a Mi presencia vestida con falda; pues bien si, por sorpresa y sin avisarme, viniera vestida con falda, recibiera tu bendición, se arrodillara a Mis pies quitándose las bragas, y suplicara que la aceptara a Mi servicio que está dispuesta a cumplir Mi voluntad sin demora y sin objeciones……………….. estoy seguro de que la aceptaría pero……. no lo va a hacer; así que no hay nada que hablar.
- Pero a mi Amo no le gustan las sumisas muebles; quiere que Sus niñas tengamos opinión y capacidad de decisión y que nuestra entrega sea algo visible y voluntario que se plasme de forma clara en la forma de actuar – mientras Maria_S habla, Txiria la mira con una media sonrisa en Su rostro, mientras piensa en la idiosincrasia de Su esclava, como a pesar de su inmensa entrega está siempre dispuesta a defender a las otras sumisas hasta que la demuestran que no lo merecen con sus actos por intentar invadir espacios que no las corresponde.- siendo así, ¿cómo va a hacer lo que Ud. le diga sin decir nada cuando no esté de acuerdo???
- A ver Mi niña linda, creía que Me entendías que Me refería a las órdenes básicas de comportamiento, a las referidas a la comunicación y al comportamiento personal.
- Ahhhhhhhhh, bueno eso es otra cosa; y además lógico.
Sin decir una palabra más Maria_S se vuelve hacia la pantalla de su ordenador y se pone a escribir
- Mira niña, en realidad sería fácil. Si estás tan deseosa de servir a Mi Dueño solo tienes que cumplir un par de condiciones en las que, además, puedo ayudarte; pero, claro, quiero que me confirmes que estás dispuesta a hacerlo porque lo que no quiero es perder mi tiempo o dedicarlo a hacer algo que de entrada sé que no va a llevar a ninguna parte.
- Señora Maria_S por supuesto que estoy dispuesta a hacer lo que sea preciso para volver a encontrarme a los pies de tu Dueño. Sé que lo hice mal y haría cualquier cosa por rectificar mi error.
- Pues………… creo que sería fácil; solo tienes que humillarte ante Él demostrándole sin lugar a dudas que estás dispuesta a hacer lo que haga falta; contando con mi ayuda y sin comentárselo a Él, le daríamos la sorpresa y estoy segura de que te volvería a admitir.
- Y ¿qué es lo que tendría que hacer yo para ello? ¿cómo podría demostrarle que haría cualquier cosa por estar a Sus pies?
- A ver, cielo, siempre has mostrado mucha resistencia a cumplir alguno de Sus deseos como el de vestir con falda; estoy convencida de que si te la pones y vienes a casa a una hora dada en la que quedes conmigo que Él no esté, yo te ayudo a maquillarte y a peinarte. Luego solo tendrías que arrodillarte ante Él y ofrecerle tus bragas sin decir nada. Estoy segura de que funcionaría.
La pantalla se queda quieta mientras Maria_S la mira sonriendo esperando la respuesta. En su interior está sorprendida de lo fácil que está saliendo todo; zuria es una niña terca, y ella lo sabe bien, a la que la suele costar dar su brazo a torcer. En ese momento sale una nueva línea en la pantalla del ordenador.
- Pero………….. es que yo no tengo ninguna falda.
- Bueno, si lo deseas yo puedo quedar contigo y te ayudo a comprarla
- Pero es que yo no quiero cambiar de estilo de vestir y…………… no sé si usted sabría aconsejarme bien.
- Cielo ¿te recuerdo que tengo prácticamente el título de modista? – responde Maria_S empezando a impacientarse.
- Vale pues ya me la compro yo y le aviso para que quedemos.
Pasan los días y zuria se siente incapaz de encontrar algo que la guste; algo que la haga sentirse cómoda. Esa tarde está apesadumbrada pues no sabe si será capaz de encontrar algo que pueda irla bien y que convenza al Sr. Txiria. Con esos pensamientos en la cabeza y sabiendo además que Él ya tiene otra sumisa en Asturias, abre el ordenador sin saber muy bien para qué; en todos estos días que han pasado no ha hablado para nada ni con Él ni con la Sra. Maria_S.
Al ver el nick del Sr. Txiria en su lista de contactos su corazón da un vuelco y piensa que quizá sea capaz de hacerle cambiar esa forma de ser aceptada por otra; sabe que el Sr. Txiria es un hombre paciente y que suele ser capaz de aceptar soluciones intermedias. Sin pensárselo dos veces, y sabiendo que siempre que Le ha abierto el Messenger la ha respondido, abre la conversación con Él
- Hola
- Hola linda niña, ¿cómo estás? ¿qué tal todo? ¿cómo te van las cosas?
zuria se siente bien al leer ese saludo en la pantalla siente que no es, exclusivamente, cortés sino que realmente a Él le importa lo que la pasa. Así que le contesta:
- Bueno pues no muy bien. La verdad es que he estado hablando con un Amo pero es que no siento que él me imponga ningún tipo de respeto por ello no sé que decirle.
- ¿Púes??? ¿qué es lo que te pasa con él???
- Que cuando me dice algo no siento la necesidad de hacerlo; no siento que se me imponga ni siento placer al hacer lo que me dice
zuria se siente bien al contarlo. Sabe que es la verdad pero, además, siente que eso puede hacer despertar nuevamente el interés de Él por ella. Continúa escribiendo.
- Señor, ¿no será que yo no soy realmente sumisa? ¿qué esto no es más que un espejismo?
Según lo envía casi se arrepiente de haberlo hecho y si la dice que no que no lo es ¿qué va a hacer ella?
Aparece una línea de escritura en su pantalla y, para su alivio pone lo siguiente
- Deja de pensar tonterías, cuando una persona sumisa no siente la atracción de someterse a un Amo no es que ella no sea sumisa sino que éste no es Amo para ella ni ella sumisa para él. Y tu, te lo puedo asegurar, sí que eres sumisa.
zuria respira aliviada; hay una posibilidad aún de estar con Él si así la considera.
En su casa el Sr. Txiria le dice a Maria_S
- Fíjate lo que Me pone esta niña; Me pregunta si es que no será sumisa y solo hay que recordar como se ponía en cuanto Yo la hacía algo
- ¿De quién hablas, mi Cielo? – responde Maria_S, mientras sigue jugando la partida de cartas.
- De zuria, de quién va a ser; al final voy a pensar que no sabe dar importancia a lo que realmente la importa.
- Pues quizá sea eso porque desde que le dije lo que tenía que hacer no ha vuelto a abrirme el Messenger y... ... ... que quiere que le diga no me parece normal.
- Pues no, no lo es. Pero ya sabes como son estas perritas, en vez de agradecer lo que las das, aunque lo hagas por Mí se lo das a ellas, parece como que te vuelvas invisible a ellas.
- Sí la verdad que no las entiendo. En vez de aprovechar que puedan tener una aliada, una amiga que las ayude a obtener lo que desean, parece que se aíslen de mí intentando centrarse solo en Vd. sin darse cuenta de que yo soy una parte muy importante Suya.
- La más importante, Mi dulce niña, la más importante.
Mientras hablan el Sr. Txiria menea Su cabeza con pesadumbre vuelve a ser la historia repetida; el egoísmo de estas niñas es tal que no se dan cuenta de que pierden su propio fin por desviarse del mejor camino para lograrlo.
Otra línea está tilitando en la pantalla del ordenador.
- ¿Y cómo está tan seguro de que no es un espejismo? – al leerla el Sr. Txiria sonríe pues, a pesar de lo que está poniendo, la niña zuria es incapaz de tutearle.
- Solo piensa en todo lo que has sentido y como lo has sentido cuando estabas conmigo. En como tu voluntad temblaba y se inclinaba ante la Mía y, lo más importante, como eso te hacía feliz y te hacía gozar.
- En eso tiene toda la razón.
La pantalla se queda parada durante un momento mientras zuria cree que ha llegado el momento de hacer la pregunta clave.
- Señor, cuando me despidió de Su lado, me dijo que no habría marcha atrás. ¿Es eso así de cierto? ¿no hay ninguna posibilidad de darla?
- Mira, cielo Yo nunca digo nunca jamás. – escribe el Sr. Txiria, mientras menea nuevamente la cabeza al darse cuenta de que pretende saltarse a Maria_S y lo que ha hecho por ella mientras piensa “esta niña no se da cuenta de nada, si viene de nuevo a Mi (que no lo creo) tendrá que ser a través de Mi preciosa esclava”- pero, sinceramente, no creo que seas capaz de cumplir con las condiciones necesarias para que Yo de marcha atrás.
- ¿Por qué? ¿Cuáles serían esas condiciones? – pregunta zuria con el corazón en un puño.
- Que Me dejes claro que no Me vas a volver a fallar, llevando algo a acabo que Yo considere impensable en ti pero que tú sabes que Me gustaría mucho.
- Y eso, ¿qué podría ser Sr.? – al leer la frase el Sr. Txiria se sonríe dándose cuenta que ella pretende manipularlo; “pobre incauta piensa”
- Yo sé que una de las cosas que más te cuesta, sino la que más, es ir vestida con falda. Si vinieras así a Mi y te humillaras dispuesta a aceptar lo que te iba a pasar ..... es bastante probable que volvieras a ser aceptada, pero......... no lo vas a hacer.
- Y eso que podrías, probablemente, contar con la ayuda de maria para lograrlo...... Sin embargo, no te creo capaz. – continúa el Sr. Txiria.- Tus dudas sobre ti misma, tu poca capacidad de aceptar lo que tienes que llegar a hacer para poder lograr tus deseos, hacen que desconfíe profundamente de que puedas lograrlo.
- Vale, ya vera como lo intento y lo logro. – El Sr. Txiria esboza una gran sonrisa cuando lo lee; considera que es imposible.
El día transcurre así sin más incidentes; todo sigue discurriendo como si nada importante acabara de suceder. Sin embargo, zuria se encuentra llena de esperanzas.
Estas esperanzas se rompen a los pocos días, va acompañada a comprar la famosa falda y con todas las que se prueba se ve horrible incapaz de vestirse con ella; incapaz de dar el paso adelante a pesar de lo que se está jugando.
A pesar de ello, zuria siente que en su interior ha ganado una batalla pues si antes la dijo que no la volvería a aceptar y ahora la dice que si se presenta así lo hará.... ¿por qué no va a cambiar esa humillación por otra?
Desconfiada de lograr lo de la falda pero confiada en conseguir un cambio en la actitud de Él, decide planteárselo a la primera oportunidad que la surja y, en esa tesitura, decide que no hace falta que ella siga adelante con lo de buscar falda. Sabe que Él la conoce bien y que hay diversos castigos, diversas situaciones que ella no iba a llevar nada bien.
Al fin y al cabo, si de lo que se trata es de humillarse a Él, ella está dispuesta a hacerlo y no debería tener tanta importancia que sea de una forma u otra.... ¿o sí? Lo cierto es que a pesar de que considera que su pensamiento es correcto una duda la corroe interiormente de que las cosas sean como ella piensa; pero a ella no la gusta llevar falda y ya está.
Pasan un par de días y por fin coincide con Él en el Messenger. Sin pensárselo y sin respirar decide abrir la pantalla y plantear la cuestión que le correo el alma.
- Buenas tardes, Señor
- Hola cielo, ¿cómo estás???, ¿qué tal te van las cosas???
- Muy bien, gracias y ¿a Uds.??
- También muy bien, ¿qué te cuentas, niña? – zuria traga saliva mientras empieza a escribir en la pantalla
- Pues..... el otro día estuve probándome faldas y..... la verdad no encontré ninguna que me fuera bien. Además fui con mi amiga, la que estudia diseño y ella tampoco me vio bien con ninguna.
- Bien, eso es que no habéis mirado todas las posibilidades pero, como te dije, es tu problema. Yo no confío en que seas capaz de humillarte así.
- No es así, Señor, Vd. sabe mejor que muchas personas como soy y sabe que lo único que necesito es un poco de tiempo pero que lo lograré.- zuria está enfadada, su idea se está viniendo abajo nada más empezar pero ..... decide continuar adelante.- Además, ¿por qué dice que no hemos mirado todas las posibilidades?
- Es fácil, con la cantidad de cosas que hay hoy en día en forma de vestidos largos, minivestidos con mallas o leggins, faldas de todos los tipos, etc.... eso es que no habéis mirado como se debe.- el gesto del Sr. Txiria es duro mientras escribe esto, pues está molesto.- además.... no entiendo porque, si estás tan convencida de que puedes llevar las cosas hasta el final, no has ido con maria que es la que mejor conoce Mis gustos y que seguro que te habría aconsejado bien, pero..... tu misma, la verdad; estoy más convencido que nunca de que no lo conseguirás.
- Señor, que no; que no he encontrado nada que me sirva. Con nada me veía bien y eso me cuesta porque me gustaría estar bonita para Vd. – zuria respira hondo y decide poner su opción en la pantalla. - De todas formas..... ¿puedo hacerle una pregunta?
- Adelante
- ¿Cómo así está tan empeñado con lo de la falda??? Porque hay otras cosas que me humillarían tanto o más.
- No lo creo, sinceramente no lo creo. Opino que es lo que más te humillaría y como mejor demostrarías que estás dispuesta a cumplir lo que Yo te ordene.
- Pero sí que estoy dispuesta a cumplir lo que me mande; no estoy dispuesta a que se vuelva a defraudar de mí, se lo prometo.
- Mira, cielo, eso es lo que Me dices ahora pero luego te pasará como antes que si no quiero que mi novio me vea depilada, que si no puedo hacer esto porque me pilla mal, que si no quiero ir así porque no me veo bien............. etc. Y lo siento no estoy dispuesto a tener que seguir desgastándome contigo; solo si veo que estás realmente dispuesta a rectificar Me lo pensaré en serio.
- Además........... yo creo que a pesar de lo bien que dice que me conoce...... no me conoce tan bien, pues hay otras cosas que sería para mi tan fuertes sin ser las dichosas faldas.- zuria respira hondo al poner la frase, ahí es encuentra, cree ella, su jugada maestra.
- Claaaaaaaaaaaro, claro que la hay. Llevarte por la calle de una correa de perro y similares pero, a parte del hecho de que eso te excitaría tremendamente, no es lo que deseo; lo que deseo es algo privado.
- Pero podría Vd. azotarme delante de otros Dominantes, por ejemplo. – escribe zuria mientras traga saliba, ya no está tan segura de que las cosas vayan a salir como ella quiera.- o exhibirme delante de ellos sirviéndoles; ya conoce bien la vergüenza que tengo para ello.
- niña, niña, mira; te voy a decir que no por dos motivos. El primero es que no considero que sean tan duros para ti como la falda; creo que los ves más asumibles; el segundo es que no estoy en disposición de reunir el grupo de personas que necesitaría para que esto fuera realmente vergonzoso para ti.
Mientras escribe, el Sr. Txiria se ha vuelto hacia Maria_S con una sonrisa y la ha dicho:
- Esta niña aún no ha aprendido; ya te decía Yo que no lo iba a hacer nunca; ahora, después de haber obtenido en que condiciones podría volver, está intentando hacerme cambiarlas.- mientras habla y, a pesar de la sonrisa, menea la cabeza con un deje de tristeza.
- ¿De quién me hablas? ¿no será otra vez de zuria, verdad?.- dice incrédula Maria_S.- no es posible que siga hablándola y, la verdad, no sé como puedes tener tanta paciencia con ella.
- Ya sabes como soy; excepto que Me hagan algo que realmente sea insoportable, no Me gusta cortar las relaciones pero, la verdad, es que ya Me estoy cansando de tanto ven y vengo.
- No me extraña, ya te digo que no sé ni como aguantas tanto.
La pantalla del Messenger presenta una nueva frase.
- Pero le aseguro que cualquiera de esas acciones me humillaría mucho más que lo de la falda.
- cielo, mira, te voy a explicar una cosa que pareces no entender.- escribe el Sr. Txiria mientras se hace el tonto respecto de que sabe la conversación inicial con Maria_S – porque te aprecio has conseguido conocer en que condiciones podrías ser aceptada nuevamente, cuando eso es algo que debería haber salido de ti. Sin que Yo te dijera nada deberías haberte presentado aquí, haberte humillado ante Mi y ante Maria (que intercedió por ti hasta que cometiste esa grave falta) y haber aceptado cualquier condición que Yo te pusiera para volver. En vez de ello, buscas saber eso por el Messenger, no cumples y quieres que te lo cambien a tu medida, sin darte cuenta de que son tus miedos y tus limitaciones las que hacen que no puedas disfrutar de lo que realmente deseas y que no son los demás los que deben dar pasos y cambiar, sino tu la que debes hacerlo.
Acabada de escribir semejante parrafada, el Sr. Txiria se siente bien y relajado; por fin le ha expresado todo seguido y de una sola vez la serie de razones por las que está seguro que zuria no conseguirá su objetivo. Sin embargo,... sin embargo... otra frase aparece en el Messenger.
- Pero es que yo necesito tiempo, no puedo cambiar así de golpe
- Pues tiempo es lo que no tienes, lo que no hay; las cosas tienen su momento y los trenes pasan a sus horas por las estaciones y hay que cogerlos cuando toca, no cuando a uno le da la gana
- Bien, Señor, déme, por favor, un poco más de tiempo y yo.... yo le aseguro que lo conseguiré.
- Vale, de acuerdo. – escribe enfadado el Sr. Txiria.
Le cuenta el final de conversación a Maria_S y ella le dice que no debería haberla dicho eso que esa niña no entiende de tiempos y momentos, pero Él insiste que si es capaz de hacerlo en un poco tiempo no hay porque cerrarla las puertas del todo.
A partir de aquí siguen conversaciones por Messenger y mensajes msm siempre de la misma forma y tono del tipo de “no encuentro nada que me guste” o “es que es mejor que me la diseñen a medida”. Por fin, pasados más de dos meses, y muy cansado, en una de esas conversaciones el Sr. Txiria decide cortar.
- Mira, niña, la verdad es que estoy cansado de este tipo de conversaciones. Ya veo que no nos llevan a ninguna parte y que tu no vas a hacer lo que Yo te digo. Así que.... es mejor que lo dejemos aquí, porque Me encuentro hastiado de hablar del mismo tema y de repetir las mismas cosas.
- ¿Es que no quiere volver a hablar conmigo????.- escribe zuria, angustiada.
- No he dicho que no quiera volver a hablar contigo; he dicho que no deseo volver a hablar de este tema; de cualquier otro tema podemos hablar pero no quiero seguir hablando de esto.
- Pero yo voy a continuar buscando una falda con la que me vea bien.
- Puedes hacerlo; de hecho Me parece bien que lo hagas, pero............ eso ya no tiene que ver conmigo, para nada. A ti te vendrá bien hacerlo pues así estarás más dispuesta a hacerlo cuando se te de la oportunidad.
- Bien Señor, ya hablaremos.- contesta zuria.
Esa noche durante la cena le comenta a Maria_S lo que ha pasado y como ha cortado ya el tema con zuria; ella le dice que ya era hora de que lo dejara claro pues esa niña no hacía más que quitarle tiempo y ganas de hacer cosas, a lo que Él la responde dándola la razón.
Han pasado 15 días desde esta conversación y de repente, zuria abre el Messenger del Sr. Txiria
- Señor, Vd. me dijo que también valen los minivestidos, ¿verdad? Es que he visto unos blusones grandes que se pueden llevar solo con mallas debajo que Me sentarán muy bien.- Txiria se siente impactado al leer eso y suelta una carcajada.
- ¿Qué te hace tanta gracia, cielo? .- le pregunta Maria_S
- Nada lo que acabo de leer que Me ha puesto, zuria.- se lo lee a ella que se queda con la boca abierta.- esta niña se debe creer que los plazos no tienen final. Pero no te preocupes que ahora mismo se lo aclaro.
- Mira, a Mi Me parece que te sentarán muy bien pero.... ¿por qué Me cuentas eso?. – escribe el Sr. Txiria
- Pues porque he pensado en comprármelo y presentarme ante Vd. así
- Ya............ y ¿quién te dice que ahora serías aceptada? Porque ya te dije el otro día que estab a ya cansado de este tema y que no quería volver a hablar de él.
- Pero es que yo pensaba que como aún no tiene otra sumisa....
- tu no sabes si la tengo o no; porque eso no es de tu incumbencia. Además te voy a explicar otra cosita y es que el hecho respecto de ti es un tema de cansancio y ocupación no de que tenga o deje de tener más sumisas. El tener más o menos sumisas, siempre que tenga tiempo para atenderlas a todas, es algo que se dará. Pero una persona que está orbitando a Mi alrededor también requiere tiempo de Mis pensamientos, Mis sentimientos y Mis actuaciones, cosa que tu no pareces darte cuenta.............. y tu estás fuera de ellos. Como tedije no eres capaz de superar tus propios miedos.
- Entonces.......... ¿no tengo nada qué hacer?
- Pues evidentemente, no
La pantalla se queda en blanco y poco después sale el anuncio de que zuria ha salido y ya no está conectada.
- Pobre niña, al fin y al cabo Me da una cierta pena por ella, apenas parece capaz de entender como son las cosas en realidad- comenta el Sr. Txiria al terminar de contarle a Maria_S lo que ha pasado.
- Cierto, pero la verdad es que siempre ha estado perdida.- contesta Maria_S.- nunca ha entendido lo que debería haber hecho que es haber recurrido a Mi haber aceptado todo lo que yo la diga y en el momento que la diga y haberle cogido a Vd. por sorpresa. Solo así podría haber vuelto a ser Suya.
- Que razón tienes, Mi linda esclava, pero que inmensa razón.

jueves, 5 de febrero de 2009

UNCERTAIN por Moravecman

¿Es posible desear la muerte de una persona sin odiarla?

Es algo confuso. En cierta manera, creo que es algo que nos puede suceder y que me lleva a pensar en si la realidad de la vida es aquello a lo que te acostumbras, y ves como algo rutinario.
Quizás, lo que me sucedió a mí aquel día no debiera suceder nunca en un ambiente cuerdo y controlado.

¿Cuánto tiempo tarda en morir una persona?

Si té fijas en las malas películas de acción, un hombre puede resistir casi prácticamente muchas adversidades hasta fallecer.
Los directores de estas películas nos intentan vender que un tipo, puede ser arrojado por una ventana de un quinto piso, arrollado por un camión o machacado a golpes por una pandilla de punkies sin sufrir daño alguno.
Bueno, algo de daño si, pero nada comparable a lo que los personajes, digamos, innecesarios reciben y la facilidad con que salen de escena, eliminados de las maneras más ridículas que mente humana haya inventado jamas.
Cuando a ti te sucede un hecho en tu vida que te obliga a tomar una decisión de carácter bastante grave, descubres que toda aquella filmografía barata no te vale de un pimiento a la hora de la verdad.
Descubres hasta que punto la sangre mancha, y los gritos, gritos ahogados, pero gritos, al fin del cabo, llegan a afectarte.
Matar no es nada fácil.
No.


¿Cómo ocultar el hecho ante todos los demás?

He intentado seguir la patente de corso que utilizan todos los asesinos, novatos o profesionales.
He fingido que mi vida continuaba de manera normal. Me he levantado y he ido a trabajar a la misma hora, con la misma cara y he hecho todo cuanto hacia antes de mi crimen.
Pero creo que algo ha fallado.
He notado que de alguna manera mi historia no tenia ese punto de veracidad que hace que todo encaje como una pieza final de un puzzle.
Quizás ha sido la mirada de mi portero, o la de Antonio, no lo sé.
Mi portero, es un hombre de pocas palabras, justo de luces, pero trabajador y metódico como el que más.
Creo que mi historia no le ha colado porque de alguna manera conoce mi rutina de vida quizás mejor que yo mismo.
Conoce a mis amigos, a mis ocasionales amantes, y creo que sospecha que llevo una agitada vida sexual.
Además, recuerdo que aquella noche, me cruce con el cuándo volvía del supermercado de la esquina.
¿Vio las bolsas cargadas con ambientadores, lejía y desinfectante?
Yo diría que sí.
Quizás, me oyó trabajar toda la noche en la limpieza de la casa. Y de alguna manera que todavía no he averiguado, quizás él olió mi casa antes de que yo llegara.
El crimen huele.
Lo hace de una manera espantosa.

¿Y Antonio?
Supongo que creo que Antonio es quizás la persona que más fácilmente pueda detectar mi culpabilidad.
A fin de cuentas, he matado a su mujer.
Carolina y yo llevábamos 1 año y cinco meses liados.
Y no estoy muy seguro de que el no estuviese enterado.
Cuando nos acostábamos juntos, Caro(Yo siempre utilizaba el diminutivo), era una hembra liberada, soez, que disfrutaba plenamente su sexualidad.
Era muy dominante.
Le gustaba experimentar. Decía, que su marido, era un hombre aburrido y chabacano, tacaño en los gestos, y huraño en las expresiones.
Caro afirmaba que nunca se separaría de Antonio, que él la comprendía y alentaba.
Nunca me aclaro aquello. Pero supuse, que Antonio era impotente, y que permitía aquello por darle cierto placer a su esposa, algo vedado para él.
En todo caso, Antonio nunca me demostró con hechos o palabras que estuviese enterado de que me follaba a su esposa.
Pero en los diez días siguientes al asesinato, Antonio se mostró desconfiado, enfadado y esta mañana atemorizado.
Su esposa no regresó a casa esa noche.
Y si es verdad lo que creo, él sabe que la iba a pasar conmigo.
¿Se imagina lo que ocurrió?
¿Lo sabe?


¿Por que la mate?

Quizás imagine quien llegue a leer esto que fue un crimen pasional. Que después de tanto tiempo, yo me enamorase de Carolina y intentase forzar a esta a que abandonara a su marido.
Pero la verdad es bien diferente.
El rol sexual que encarnaba Caro para mí, era singular, atrayente, oscuro.
Ella era mi Ama, mi dueña, mi espejo donde mirarme, donde sacar a flote mis miserias.
Antes he dicho que me follaba a su esposa. Creo mas justo decir que era ella quien me ordenaba, quien castigaba mis fallos, quien proporcionaba a mi alma el justo reparo.
Y yo no era el único.
Caro, tenia a su disposición, aquí en Madrid, a otros dos esclavos.
Tanto ellos como yo, éramos hombres jóvenes, fuertes, sin vicios o, mejor dicho, con un solo vicio.
Me imagino ahora su dolor, siento en mis carnes la terrible angustia que deben estar pasando sin sus dosis de placer.
Y les envidio.
Porque su espera esta vacía del dolor que produce saber que nunca, nunca, encontraran a alguien como ella.
La mate porque me había traspasado.
Sí.
En el argot de esta extrema practica sexual, y para aquellos que no conozcan o sean legos, ser traspasado supone una humillante experiencia.
Ella, mi dueña, dueña de mi cuerpo, de mi mente, de todo lo que me hacia ser, había vendido su propiedad con toda facilidad.
Así que no, no fue de ninguna manera un crimen pasional.
Fue un acto de rabia asesina.
¿Pueden separarse ambos conceptos?
Yo creo que sí.

¿Cómo lo hice?

A lo largo de nuestra relación, Caro compro varios objetos que utilizábamos en nuestras practicas sexuales.
Todos ellos ocupaban una habitación independiente de mi casa. Esta, siempre se mantenía cerrada, con un candado, para que nadie supiese que contenía.
Aquella noche, Caro se presento ligeramente contrariada. Yo había esperado pacientemente durante un buen rato, ya que ella llegaba siempre cuando quería, pero me anunciaba con un día de adelanto su presencia.
Así que yo, enfundado en unos calzones negros muy apretados, que marcaban mis genitales; las anillas de quita y pon, que colgaban de mis pezones, y la mascara que cubría mi cara, componían mi vestimenta única para la sesión que semanalmente ella se proporcionaba.
Entro por la puerta hecha una verdadera furia. Tras arrearme dos bofetones que magullaron mis labios(ella llevaba siempre dos gruesos anillos con un diamante tallado en pico) se dirigió al cuarto de baño, hablando para si misma.
Yo, mientras enjuagaba la sangre que salía de mi boca, recogí su abrigo y lo colgué diligentemente en un perchero que tenia a la entrada.
A ella le gustaba pegarme.
Pero, aquella noche venia... furiosa.
Saque una botella de Ballantine y la prepare un combinado, con las justas proporciones.
Sabia, que si no estaba de su agrado, me fustigaría fuertemente, y eso me producía un dolor mas interno que el puramente físico.
Ella no perdonaba los errores. Lo quería todo tal como lo exigía. Perfecto.
Salió del baño. Llevaba puesto una minifalda de cuero negro y un body trasparente que apenas tapaba su abundante seno.
Se dirigió a la habitación que utilizábamos y saco una llave de su bolso. Yo no tenia copia alguna de esa llave y me estaba prohibido acceder a ella sin su permiso.
Entre detrás de ella, con la cabeza sumisa, sin levantarla y con las manos cruzadas delante de mí.
Ella no me hizo el menor caso.
Tras cinco largos minutos, en los que la oí suspirar y hablar para ella misma, me levanto la barbilla con una mano y me indico, verbalmente, que me sentase en el suelo.
Yo lo hice, extrañado.
Ahí fue cuando me empece a dar cuenta de que la sesión seria diferente aquel día.
Había un diván en el fondo de la habitación. Lo compre de ocasión en una subasta y lo utilizaba Caro para descansar entre las sesiones, o para que la follara encima de el.
Me miro, y me lo soltó de un tirón.
Yo la escuchaba, atónito, sin darme cuenta casi de la realidad de sus palabras.
Creo que fue la mascara la que no permitió que se delataran mis facciones, pues la rabia, y el dolor, mezclados con un terror profundo se plasmaron en ellas.
Pensé en arrojarme a sus pies, pensé en levantarme y golpearla, pensé tantas cosas, mientras ella me contaba lo buen amo que iba a ser un tal Adolfo que cuando quise reaccionar la tenia delante de mi, y su patada me llego a la cara sin previo aviso.
Rodé por el suelo, y de fondo, tras el entumecimiento que sentí en mi cara, oí sus palabras, acusándome de ingrato, por no darle las debidas gracias, ya que me había buscado un buen amo.
Me pateo las costillas una, varias veces y después volvió a sentarse al diván.
Gatee penosamente, intentando levantarme, dolorido pues, el castigo, estaba siendo desproporcionado.
Ella pegaba. Pero aquello era demasiado.
Cuando levante la mirada, vi que en sus ojos brillaban las lagrimas. Pero también vi que la expresión de su cara desmentía cualquier interés en mi persona que las hubiera hecho brotar.
Lloraba, porque estaba colérica.
Y en aquel momento, me di cuenta, como si hubiese leído su pensamiento, que no me vendía por cansancio, o por hastió, sino que lo hacia por obligación.
Y su llanto me lo confirmo.
Yo sabia que ella jugaba, que lo hacia en grandes cantidades, que lo hacia porque podía permitírselo.
Y en aquella partida, yo fui una de tantas fichas.
Cuando se dio cuenta que la miraba, se limpio las lagrimas con rudeza, y me anuncio que como despedida, deseaba dejarme bien marcado para mi nuevo amo.
Levántate, me dijo, y cogiéndome del forro de la mascara, a la altura de mi oreja izquierda me llevo hacia un potro de tortura de esos que tienen una abertura para la cabeza y otra para los brazos.
Ella no vio como mis puños se crispaban, ni tampoco creo que llegara a notar la tensión que subyacía en mis músculos.
Aproveche para golpearla cuando levanto el mecanismo para que me colocase en posición.
Lo hice sobre su nuca; un golpe fuerte, con las manos apretadas, con toda la fuerza que pude reunir.
Cayo a plomo.
La observe tirada en el suelo.
Yo respiraba agitadamente, con resuello, como si hubiera cargado con una abrumadora carga de toneladas de peso.
Constate que no estaba muerta, tan solo desvanecida.
La desnude apresuradamente, y sobre su boca semiabierta, coloque una mordaza especial, una especie de bozal que me obligaba a llevar cuando yo simulaba ser su perro.
Cargue sus sesenta kilos en mis hombros y la coloque sobre el diván. Tome una de las cuerdas y la ate, con la pericia que da la experiencia en tales manejos.
En cada uno de sus pezones la coloque pinzas conectadas a una batería que tenia y con la que ella me administraba dolorosos castigos eléctricos en los testículos.
Mi mente no funcionaba correctamente en esos momentos.
Mi adiestramiento como esclavo me gritaba que lo que hacia estaba mal, muy mal.
Pero eran murmullos sordos, atenuados bajo la tremenda rabia que yo sentía. Tuve que sentarme yo también, a su lado, para tranquilizarme, con el corazón a todo meter. Sin casi darme cuenta, toda mi vida había sufrido un vuelco que no podía en ese momento plantearme siquiera.
Creo que salí de ese estado de confusión, porque note su mirada, taladrándome.
Gire la cabeza, y la vi observándome.
Sus ojos eran acusadores, y no estaban para nada turbios.
Creo que me habría matado si hubiese podido.
Pero no podía.
Me levante del diván, y agarre el enchufe de la batería.
Ella tomó conciencia en ese momento del estado en que se encontraba.
Su reacción al verme accionar el botón que suministraba a través de los cables la electricidad, fue cómica.
Intento moverse, pero la cuerda se lo impedía. De su boca amordazada surgían pequeños chillidos que no podían traducirse en nada inteligible.
Y entonces, la electricidad llegó a sus pezones.
Aquello fue indescriptible.
Y lo digo, por que me equivoque al fijar la intensidad. Yo nunca manejaba ese aparato.
De hecho, ninguno de aquellos aparatos había sido nunca manejado por mí.
Así, que yo solo percibí que algo iba mal, cuando empecé a notar un tufillo a quemado que provenía de ella.
A esas alturas, sus gritos, aun amordazada, eran tremendos.
Desconecte la batería, y me acerque rápidamente a ella.
Hedía.
Pero seguía consciente.
Encendí la lámpara que colgaba del techo, y en ese momento vi, realmente, el estado en que había quedado su cuerpo.
Sus pezones habían desaparecido. O casi.
Sus aureolas estaban negruzcas y dos hilos de sangre pardusca corrían desde dos orificios quemados y malolientes.
Me entro unas ganas terribles de vomitar.
Me falto poco, pero conseguí llegar al cuarto de baño.
Tras vaciarme, procure calmarme, decirme a mí mismo que todo había sido un accidente.
Pero no podía. Aun desde allí, la oía gemir. Sentía su dolor persiguiéndome.
Fue en ese momento que decidí matarla.
Lo otro había sido un arranque.
En ningún otro momento, yo había pensado en un crimen. Pero después de lo sucedido, era la única manera que creía tener para que la policía no cayese sobre mí.
Fui al salón, pasando delante de la habitación, de esa habitación de la que ya empezaba a escapar el hedor a quemado, a sufrimiento.
Me pare en seco.
La cerré de un golpe.
Cuando llegue, me bebí de un trago el combinado, que tan amorosamente le había preparado.
Bajo por mi boca como si fuese agua de un manantial helado.
Pasé a la cocina, y de un estante, cogí un ambientador con el que me dedique a borrar de la vivienda el olor a quemado.
La fragancia de rosas, consiguió que mi corazón se aligerase y mi cuerpo se calmara.
Pero los murmullos continuaban.
Los gemidos.
Quizás estaban en mi mente. O bien la locura se estaba apoderando de mí.
Me senté, y me plantee a mí mismo como lo haría.
Disculpe mi actitud con toda serie de argumentos. Tranquilice mi conciencia diciéndome que no había otra salida.
Podía entregarme pero eso no cambiaría nada. Y lo que más miedo me daba era su venganza.
Así que si hice lo que hice, no fue pasional, sino motivado por una clara motivación.
Mi vida.
Lleno de resolución, decidido a acabar con la situación, me dirigí a la habitación y la abrí.
Estaba en el suelo, y de alguna manera reptaba con su cuerpo dirigiéndose hasta la puerta.
La atrape en el medio, y con alguna dificultad, pues se resistía violentamente, aun a pesar de la cuerda, la incorpore y la lleve de vuelta al diván.
Cogiéndola por los hombros, y alejando mi cara de sus pechos mutilados, le comunique lo que pensaba hacer.
Ella me miró incrédula, sin creer realmente, olvidando por un momento su dolor, hasta el punto de no exhalar ningún sonido.
La solté suavemente, y andando hacia atrás me encamine a la pared izquierda. Allí teníamos unas cuerdas rígidas que servirían perfectamente para lo que yo quería hacer.
Caro emitió unos sonidos que ahora si identifique.
No, nonononononononononononnonoononononnonono...
Eran casi sollozos ahogados.
Casi pudo con mi resolución.
Me volví a ella, agarrando fuertemente la maroma. Mis ojos se llenaron de acuosidad y me vi a mí mismo llorando como un niño asustado.
No recuerdo bien como rodee su cuello con la cuerda. Sé que hice fuerza y apreté y al mismo tiempo no deje de mirarla.
La mate, y vi como moría hasta el final.
Sus ojos se desorbitaron y su tez se puso morada
No tardo demasiado en ahogarse. Pataleo frenéticamente durante casi medio minuto, y luego se asfixio con su lengua.
Un chorro maloliente de orina cayo entre sus piernas como una ultima protesta, muda, final.
Me dolían tanto los músculos de los brazos, que soltar la cuerda me supuso una liberación.
Me tendí sobre el duro suelo de la habitación y di rienda suelta a mi dolor.
Llore sin tregua durante varios minutos, que se me antojaron horas.
Cuando cesó el llanto, me levante, la cogí entre mis brazos y la lleve a la bañera.
Deposite su cuerpo allí y lo cubrí con varias toallas grandes.
Senté mi maltrecho físico sobre la taza del water, y me debí quedar dormido, porque cuando desperté casi estaba amaneciendo.
Llame al trabajo, y lo cogió Antonio.
Colgué.
Me di cuenta en ese momento de la enormidad de lo que había hecho.
Había pensado en pretextar una enfermedad, pero la presencia al teléfono de Antonio me hizo recordar que nada podía salvarme mejor que mantener la rutina.
Debía conservar la sangre fría.
Así que me vestí. Me afeite y me lave en la cocina.
No soportaba la idea de entrar en el baño.
Abrí las ventanas y me apunte mentalmente que cuando volviese del trabajo debía de pasar por el supermercado a hacer ciertas compras.
Y me fui a trabajar.

¿Cómo me deshice del cadáver?

Lo despedace.
Fue un trabajo arduo. Vomite varias veces, hasta que el mismo acto se convirtió en una inagotable serie de toses y arcadas vacías de contenido.
Me traje del comercio bolsas de basura de precinto de seguridad. Unas tijeras de podar y muchos paños de cocina. Tres delantales y amoniaco y lejía.
Creí morir varias veces a lo largo de aquella tarde.
Fue horrible.
Sin paliativo alguno.
Hicieron falta siete bolsas para repartirme las distintas secciones de su cuerpo. Y otras tantas para recubrir las primeras.
Después, trabaje de firme en la casa.
Limpie el cuarto de baño, la cocina, todos y cada uno de los vasos.
El hedor de la matanza costaba tiempo de eliminar.
Pase la fregona hasta cuatro veces, cambiando el agua cada vez por la habitación prohibida.
Y con la limpieza, podía olvidar, ilusoriamente, que aquello había sucedido allí, en mi casa.
Amontone las bolsas en la puerta de entrada.
Decidí que la mejor hora para llevar estas al automóvil, seria bien entrada la noche.
Mi idea era sencilla. En la periferia de la ciudad, un inmenso vertedero municipal seria el lugar de descanso de Carolina.
No creo que ella pensara alguna vez que terminaría siendo pasto de las ratas.
Esa idea me hizo reír, histéricamente, y luego llorar.
Así, que esa noche, después de varios viajes para bajar las bolsas e instalarlas en mi coche, me dirigí al vertedero.
Nadie me vio irme.
Nadie vio como arrojaba las bolsas desde un puente a lo alto de un montículo de basuras.
Y si alguien me vio, no dio aviso a la policía.
Volví a casa, me tome varios gin-tonic y me metí en la cama.
No recuerdo haber tenido pesadillas.

¿Por qué voy a suicidarme?

Antonio me ha puesto encima a la policía.
Esta mañana, lo he confirmado. He visto en sus ojos como su sospecha, ha ido creciendo gradualmente.
Yo contaba con una carta a mi favor; Caro y yo nos habíamos ido el año pasado juntos a Mallorca cinco días.
Ella me explico que le había dicho a su esposo que se iba por unos días y que ya tendría noticias suyas.
Caro, siempre reía cuando me contaba como su marido aceptaba estas salidas de tono de su mujer, sin decir nada, por temor a perderla, argüía.
El que yo no fuera a trabajar durante ese tiempo, pretextando una perdida familiar creo que le hizo convencerse de que entre su esposa y yo había algo mas que simple cotidianeidad.
Pero quizás, yo le había subestimado.
Hace dos días vi a un hombre que parecía vigilar discretamente mi casa.
Creo que ya le he visto anteriormente.
¿Estaría ese hombre detrás de su mujer cuando vino a verme aquella noche?
La idea me daba escalofríos.
Tuve esa constatación esta mañana.
Antonio vino a mi despacho.
Entro con fuerza, respirando agitadamente.
Es un hombre ya mayor, de cincuenta y cinco años, pero aun conserva una buena forma física.
Cerro la puerta con suavidad, y se sentó delante de mi mesa.
Yo intente sonreírle, pero mi boca se negaba a insinuar siquiera un leve movimiento.
¿Dónde esta Carolina, Luis?
No pude soltar palabra.
Dímelo, Luis, me dijo. Sé que tú la viste por ultima vez hace diez días.
No sabia que decirle. Intente salivar, pero fue en vano.
Ella ya se ha ausentado otras veces, contigo, y sin ti, me dice, pero ahora es diferente.
Se levanto y por un momento pensé que se abalanzaría sobre mí.
Me observo por un momento, sin que yo pudiera apartar mi mirada de la suya, y después se volvió y se dirigió al ventanal.
La hice seguir, Luís, me dice, siempre ha habido detectives detrás de ella. Para protegerla.
Giro su cabeza hacia mí, sus ojos clavados en los míos.
Entro en tu casa, pero nadie la vio salir. Así que, dime, donde esta, ¿DONDE ESTA? Me grito.
Pude oír como desde la otra habitación los ruidos remitían. Casi pude sentir a los cuervos afinar sus oídos.
No lo sé, le dije, e intente ser lo más inexpresivo posible. Estuvo en mi casa, eso ya lo sabes, y después se fue.
¡ESO ES MENTIRA¡ ¡maldito embustero¡, vocifero.
Yo quería que se me tragase la tierra.
Él controló su furia, a duras penas.
Escucha, me dice, si es dinero lo que quieres, yo te lo daré.
Intente protestar, negarme a lo que me decía, pero él, cogiéndome de las solapas de la chaqueta, siguió hablando.
Lleva tiempo diciendo que me abandonara, diciendo que ahora tiene a varios hombres comiendo de su mano. ¿Tú la ayudaste, verdad? ¿La sacaste de tu casa por la galería que da al jardín?
Siguió farfullando, interrogando, con su mirada prendida de la mía, una mirada dolorida, perdida, rota por el miedo.
Al fin, me soltó, me dejo caer en la silla anatómica.
Bah, eres una mierda, me dice.
No quiero que sigas en mi empresa un minuto más. Estas despedido.
Se dirigió a la puerta y al agarrar el pomo, sin volverse, me dijo; He llamado a la policía. Les he dado tu nombre y mis sospechas. Mi detective también hablara con ellos.
Yo era una estatua de sal.
Ruega por que ella aparezca, Luís, me dice.
Y abre la puerta(y entreveo brevemente a varios compañeros, como hurones ante la madriguera de un conejo) y la vuelve a cerrar.
Solo el silencio me acompaña ahora en mi despacho.
Recojo mis cosas como un robot, salgo por la puerta, y bajando la mirada evito a todos aquellos que se paran en el trabajo y me miran con fijación.
Salir de allí es como una liberación, pero soy consciente de que la policía va a venir a verme.
Soy débil psicológicamente.
Sé que hablare.
Y así tomo mi ultima decisión.
Llego a casa, subo en el ascensor, después de saludar a mi portero, el cual me mira extrañado por lo temprano de mi llegada.
Preparo en el mueble bar un combinado y me lo sirvo bien frío.
De un armario que tengo en mi dormitorio, extraigo una caja en la que tengo guardada una pistola que me compre en Barcelona, hace siete años.
Nunca la he usado.
La compre por seguridad personal.
Es completamente legal y tengo los papeles que lo demuestran.
Le pongo toda la munición, por si acaso, y consultando el folleto de instrucciones.
No sé de cuanto tiempo dispongo, pero creo que me sobrara.
Ato una cuerda a mi pie izquierdo y la paso por la ranura del gatillo.
Coloco la pistola de manera que la culata quede apoyada entre mis rodillas, firmes como rocas y el otro extremo de la cuerda lo coloco, con un buen nudo, en una de las patas de la mesa.
Doy unos sorbos a mi bebida, y después, cuidadosamente, levanto el seguro de la pistola.
Pongo mi boca para que coincida con el cañón y me preparo.
Quizás, lo único que lamento, es que ahora nadie borrara las manchas de sangre que quedaran en mi piso.
He dejado estas notas en la encimera de la cocina.
Espero que quien las lea, no vea en mi a un asesino psicópata, sino a un hombre atormentado, que hizo algo que nunca antes había hecho.


ENCONTRADO EL CUERPO DESPEDAZADO DE UNA MUJER EN EL VERTEDERO MUNICIPAL.se cree que este cuerpo podría pertenecer a la mujer de A.L.S. conocido empresario de esta ciudad, y que fue dada por desaparecida por su marido. Inf Agencia Efe.
LA POLICÍA ENCUENTRA EN SU DOMICILIO MUERTO AL PRINCIPAL SOSPECHOSO DE LA MUTILACION Y MUERTE DE C.F.W. Según informa la jefatura de policía, el sospechoso se dio muerte con un arma de fuego. La policía también informo que el sospechoso dejo una carta en la que reconocía el asesinato de C.F.W. Inf Agencia Efe.

Fin

martes, 3 de febrero de 2009

Marcas, por T_Cabot

Hoy es un día especial, al llegar a casa, esclava, me estás esperando en la puerta, de rodillas, apenas entro lames y besas mis pies y vas detrás hasta el salón, te acaricio y beso con ternura, paso mis manos por tus nalgas y tu reposas tu cabeza en mis rodillas, juego con las bolas que llevas en el ano, cojo tu barbilla y la levanto:
" Vamos a mirar tu coño, perrita".- te levantas y acercas tu coño a mi mano
El tampón está muy mojado, llevas casi un mes sin correrte, meto y saco el tampón, te muerdes los labios para no gemir, tiemblas de excitación, sonrío feliz, dejo de jugar y te digo:
"¿Has preparado la cena?"
"Sí, Amo, su esclava ha preparado la cena y espera sea digna del Amo".- traes la cena al salón, la sirves y te arrodillas a mi lado por si te necesito.
Coloco tu cuenco en el suelo y permaneces quieta mirando la comida.
"¿No tienes hambre, esclava?"
"Sí, Amo, su perra tiene hambre"
"¿por qué no comes?"
"Amo, no ha dado permiso a la perra para comer, Señor"
"Buena esclava, puedes comer"
"Gracias, Amo".- comes con ganas y sonríes feliz.
Después de cenar, te aseo
"Hoy vas a ser marcada".- se te ilumina la cara y lames mi mano.- " ve por el abrigo"
Sales disparada y regresas con un abrigo que llega a medio muslo, coloco la correa y la meto por dentro del abrigo, vamos al coche y nos dirigimos al centro, llegamos a una tienda de tatuajes, entramos, hay una pareja de dependientes
"Buenas, deseaba marcar y anillar a mi perra".- se sorprenden pero reaccionan bien
"¿Qué tipo de marca desea?"
"Quiero anillar los labios mayores y los pezones, en el pubis quiero colocarle perra propiedad de Lord T_Cabot y en una nalga un collar cruzado con una fusta"
"Muy bien caballero, así se hará".- te quito el abrigo y te encaminas hacia el salón a 4 patas, te colocas en la camilla y la chica mira tu tampón
"¿Tiene el período?"
"No, es que si no lleva tampón sus jugos de perra en celo lo manchan todo", la chica se ríe al ver como te ruborizas avergonzada.
Escojo los aros, los besas y murmuras:
"Amo su esclava se siente dichosa por poder llevar las marcas de su Dueño".- te quito el tampón.
Te anillan los pezones, te duele pero contienes las lágrimas; te anillan los labios y sudas y aprietas los puños. Después de anillarte, descansamos un rato, me comentan que eres muy dócil y yo les digo que te quiero y estoy orgulloso de ti, te acaricio y beso, sonríes feliz y excitada.
Te ponen los tatuajes y te levanto para comprobar como quedan; los chicos te miran asombrados:
"No ha chillado ni se ha movido".- te acaricio.- "es la mejor esclava que se pueda desear".- la pareja está excitada.
"Nos ha puesto muy calientes".- te acaricio, tiro de tu correa y te digo
"Perra, da las gracias a estos Señores por su trabajo".- te arrodillas y murmuras
"Señor, Señora, esta perra agradece su esfuerzo y atenciones y sería un honor para ella servirles" me miran con la boca abierta
"¿Podemos....?"
"Claro, la perra ha nacido para servir y dar placer"
El chico se baja los pantalones y mete su polla en tu boca mientras la chica te toca los pechos y pone tus manos en su coño, luego cambian de postura y lames el coño de la chica mientras masturbas al chico, al final, se corren en tus pechos, les limpias
"Esta esclava se siente feliz de haber servido a los Señores para su goce"
Te coloco el abrigo sin limpiarte, nos despedimos y prometemos volver, prometen tatuarte gratis de nuevo si pueden usarte. Caminas detrás de tu Dueño agotada y feliz, llegamos a casa, te quito el abrigo y te lavo con una esponja, con cuidado; ronroneas feliz de estar con tu Amo. Curo los tatuajes con vaselina para que no te molesten mucho, te acaricio y masturbo.
Vamos a la habitación, vas a los pies para ser atada como siempre, te paro:
"Perrita, tu Dueño es muy feliz hoy y quiere darte un regalo, hoy dormirás en la cama con tu Amo".- sonríes feliz y te acomodas intentando no ocupar mucho espacio; toco tus aros, te molestan un poco.- " ¿te duele mucho, esclava?"
"Amo, duelen un poco pero su puta esclava está lista para que el Amo la use si lo desea"
"Hoy no, esclava, necesitas descansar"
"Gracias, Amo".- te abrazo y te acaricio hasta que te duermes.
A la mañana, te despierto con una caricia y una palmada en tus nalgas, lames mi mano y mi polla hasta que me corro en tu boca, te acaricio, te beso y te digo
"Perra esclava colócate para ser cubierta por tu Amo"
Te colocas sobre la cama a 4 patas y abres las piernas para ser penetrada como una perra, te follo con fuerza pero con amor, acaricio tus pechos y juego con los aros, mueves el culo para que pueda follarte cómodamente, paso mis manos por tu vientre y pubis, sin dejar de moverte y pedir permiso, suplicas
"¿Amo, puede esta puta ofrecer a su Dueño su insignificante orgasmo?"
"Te correrás en cuanto lo ordene, esclava"
"Gracias, Amo"
Acelero las embestidas y me corro en tu coño
"Ahora, puta perra puedes correrte"
Gimiendo te corres mientras tu cuerpo sufre convulsiones por el inmenso placer.
"Amo esta perra agradece a su Dueño que sea tan generoso con la esclava"
Me limpias la polla de mi leche y tus jugos, me visto, te coloco el tampón, te curo los tatuajes, te beso con amor y te doy las órdenes para el día y me voy hasta la tarde.

lunes, 2 de febrero de 2009

Tánger por Azrael Arcángel

Cuelgo aquí la traducción de “Tangiers”, un pequeño relato erótico que escribí en inglés hace tiempo para mi amiga Catherine como ejercicio de estilo para una novela de piratas modernos del Estrecho que lleva años rondándome la cabeza y que seguramente nunca escribiré. Si alguien siente curiosidad, el original está colgado en la página de Relatos de mi blog, http://tacrelatos.blogspot.com/2009/02/tangiers.html

Querida Cat,

Me refería a tí, que estás empapada en un humeante baño turco mientras dos esbeltas chicas marroquís desnudas te dan de comer dulces de miel, almendras molidas y hachís y vino de Málaga helado hasta que empiezas a perder el control de tus sentidos y sientes cómo te separan las piernas y comienzan a afeitarte el monte de Venus. La navaja está fría contra tu piel ardiente, y sus dedos separan los labios de tu sexo, y se ríen mientras te hacen tumbarte sobre el vientre, y parece que vas a romper las baldosas calientes con tus pezones endurecidos cuando te separan las nalgas para alcanzar el apretado agujero y la navaja se desliza sobre tu piel que está tan suave como la de un bebé.

Entonces empiezan a frotar aceite perfumado sobre tu piel, alcanzando con sus dedos el interior de ambos agujeros, haciéndote temblar según llegan más y más profundo, y de repente te das cuenta de que hay alguien más ahí y levantas el trasero al tiempo que eres penetrada desde detrás y dos manos masculinas recogen tus pechos y tu sexo gotea con aceite y tus propios jugos que ahora son tan dulces como el vino de Málaga y sientes cómo mi polla crece en tu interior hasta que te llena por completo, y arqueas la espalda como una gata y yo empujo más y más dentro y explotas mientras me corro dentro de ti.

Te inclinas hacia delante, y descansas la frente sobre las baldosas mientras me deslizo fuera de ti, y gotas nacaradas bajan por el suave interior de tu muslo, y te quedas quieta un momento, respirando, sabiendo que aún hay más por llegar.

Entonces te das la vuelta, cabalgando mi cuerpo, y comienzas a acariciar mi polla, resbaladiza de semen y jugos a tu espalda, haciéndola subir y bajar por el surco entre tus nalgas hasta que se pone dura otra vez y en cuclillas sobre ella pones su cabeza hinchada contra tu entrada más estrecha y desciendes muy despacio, aceptándola, primero la cabeza y luego el resto hasta que te quema en tu interior y mis pelotas parecen tuyas entre tus piernas mientras te acaricias, separándote los labios con los dedos, ungiéndote el monte de Venus con tus fluidos. Una de las chicas se arrodilla delante de ti y empieza a lamer tu sexo, abierto como una flor, y mientras te inclinas hacia atrás ves que tiene un consolador de marfil, largo y grueso, ligeramente curvo, tallado para parecer real, con venas hinchadas y pelotas apretadas, y en el preciso segundo en que estás pensando que tiene que estar demasiado frío para tu horno ella te lo mete hasta dentro de un empujón, y está caliente y enorme, y estira tu interior hasta que la delgada pared que separa ambas vergas parece desaparecer, y la chica comienza a meterlo y sacarlo y tú balanceas las caderas con un movimiento circular, queriéndolo todo, lo que sea.

Y mientras cierras los ojos recuerdas ésa mañana en la playa, el chico que vendía naranjas que te tocó el trasero y luego echó a correr, con un relámpago de dientes blancos, dejando caer dos naranjas que parecían pechos púberes en la arena, y de pronto está ahí contigo, y es su polla la que está dentro de ti, y sus manos acunan tus tetas mientras las mías te abren el coño para que penetre más profundo y estás atrapada en una pinza de pechos y brazos duros y sientes un estallido en tu coño cuando el consolador dispara un chorro de leche caliente dentro de él, y siento cómo la leche fluye como lava sobre mis pelotas y ya no puedo resistir más y disparo mi propia carga, aullando de placer, y tú te empiezas a correr como si nunca se fuera a acabar.

Hay una frontera en la mente, algo así como la barrera del sonido, y cuando alcanzas a cruzarla te encuentras en un reino donde ya no importa quién o qué eres, y lo único que permanece es el batir de tambor de tus sentidos

domingo, 1 de febrero de 2009

EL DESVÁN por Txiria

(Dedicado a Mi preciosidad)
Son las seis y media de la tarde. Hace media hora que, arrodillada a Mis pies, esa mujer sumisa que me honro en poseer me ha suplicado fervorosamente que la permita continuar nuestra relación en el desván; he accedido y me ha solicitado que la dé un poco de tiempo para prepararlo.
He accedido y llevo todo este tiempo pensando en las connotaciones inherentes al vocablo desván. Esta palabra evoca en Mi el lugar donde se guardan los objetos de temporada sacándolos en el momento preciso para su uso; así mismo, siempre ha poseído, la presencia de un lugar de gran intensidad dramática al hallarse justamente debajo de las vigas del tejado. Además, y por último, siempre me causa la sensación de encontrarme por encima de la posible zafiedad de la vida cotidiana. En resumen es un sitio que en ningún caso Me deja indiferente.
Aunque hace como diez minutos que no oigo ningún ruido, decido esperar otros diez antes de subir con el fin de recrearme en la sorpresa que, en su entrega, seguro habrá preparado para Mi. No por no sabida e inesperada será menos agradable pues ella me conoce y valora bien y sé que, una vez más, logrará complacer Mis sentidos y los suyos.
Subo por la inestable escalera de mano y alcanzo el desván. Lo primero que llama Mi atención es la figura de mujer que, arrodillada y con la cabeza gacha, espera Mi ascensión. Esta figura no efectúa un solo movimiento mientras de un vistazo rápido me apercibo de todo lo que corresponde a la decoración que ha colocado. Así, descubro las alfombras, que imitando pieles, cubren los suelos; la hamaca colocada a modo de reclinium patricio; las bebidas refrescadas en la hieleras; y las velas que, titilantes, iluminan la escena en la penumbra.
Decido empezar adornando el trasero y la espalda de Mi niña lo que hago sembrándolos de flores de cera. Su carne trémula se inquieta al recibir el adorno pero lo resiste sin rechistar. Luego la levanto del suelo tomándola de las manos y beso su rostro; ella corresponde a Mi caricia besándome tanto el dorso como la palma de las manos en actitud de entrega y servidumbre.
La solicito una bebida mientras me tumbo en el reclinium, la trae fresca así como un trapo húmedo. Arrodillada a Mi vera, limpia la cara de su Amo del sudor así como me da a beber en cortos tragos una cerveza bien fría. Mientras lo hace acaricio su cabeza y, al acabar, ella corresponde acariciando todo Mi cuerpo con su boca y, al besarlo, produce una sensación de placer y dominio difícilmente descriptible.
La indico que deseo que se coloque sus muñequeras y tobilleras. Lo hace y la mando traer cadena y unos mosquetones. La cadena se divide en dos trozos uno de medio metro y el otro de dos metros. Utilizo el primero para unir entre sí sus tobillos mediante la utilización de dos mosquetones y, a continuación, uno directamente las muñecas entre sí médiate otros dos. Utilizo un mosquetón más situándolo en el centro de la cadena que une sus pies y aferro en este punto la cadena larga con lo que queda unida a Mi por sus pies.
Me levanto y la hago girar observando sus movimientos y su cuerpo desnudo. Me dirijo a una viga que se separa del techo unos 10 cm y paso por ella la cadena larga tras lo cual la sujeto a sus brazos utilizando los mosquetones de sus muñequeras.
Así presentada queda colgando de la viga apoyando la punta de sus pies, sus deditos doblados, en el suelo. A continuación, empuño el látigo trenzado regalo de Mi sumisa y tres series de latigazos se abaten sobre sus nalgas, dos sobre sus muslos y una última sobre su espalda. Son los dientes apretados y las manos aferradas a la cadena las que no permiten que salga de ella un solo sonido, un gemido de dolor o una queja.
Sin embargo, cuando el látigo descansa paralelo a Mi pierna, ella queda solamente sujeta de la cadena con sus piernas dobladas y vencidas. Es solo por el efecto de esos eslabones tensos por los que no se desliza y cae al suelo. Y esto es así a pesar de que la única marca de lo que ha sucedido es una rojez extrema en sus nalgas, muslos y espalda.
Con sumo cuidado acudo presto y desato la cadena de la viga con una mano, mientras que, con la otra, sujeto su cintura. Intento llevarla hasta la hamaca pero ella se resiste y se niega, tumbándose en la alfombra lateral mientras me suplica que Yo ocupe el reclinium. Me siento obligado a no desechar tanta entrega, tanto servicio y me siento mientras la acaricio con suavidad.
Se recupera rápido y se levanta del suelo; sin una indicación recupera el trapo y lo humedece nuevamente, utilizándolo para limpiar el sudor que recorre la cara y los brazos de su Amo. Luego rellena el vaso de cerveza helada y me la da a beber, sirviéndome con adoración y recogimiento tanto en los gestos como en la mirada.
Es en este momento en el que percibo las campanas de la iglesia cercana dando las diez de la noche, por lo que, sin palabras, dirijo a Mi sumisa y a Mi mismo a las habitaciones de abajo con el fin de cenar y continuar la velada de una forma más habitual. Al bajar me despido mentalmente del lugar pero prometiéndome mentalmente que regresaremos lo más pronto posible a esta habitación.